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Alba quería convencerme con sexo. Y eso era lo que era verdaderamente injusto.

Me besó delicadamente los labios. Alba ya se había dado cuenta del patrón de besos que me gustaba y aplicaba distintas presiones como una profesional. La verdad, para ese entonces ya me había olvidado de todo el drama de Sergio, porque probablemente Alba no me había mentido.

La correspondí durante un largo tiempo, cuando cambiamos las presiones por mordidas y batallas de lenguas.

Alba se deshizo de mis pantalones en pocos segundos, pero esta vez no la detuve.

Sentir su boca envolverme fue indescriptible. Estaba caliente y húmeda, como cuando la penetraba. Cuando se echaba para atrás para sacarlo hasta la punta, pasaba ávidamente su lengua en la misma dirección y a mitad de camino succionaba a una presión adecuada. Los hoyuelos que se formaban en sus mejillas eran como una bala al cerebro. Luego se la metía hasta el fondo de su garganta, tragaba y repetía la acción. Al mismo tiempo sostenía mis testículos con sus manos y los masajeaba. Yo estaba en otro mundo ya.

Jamás me imaginé que fuera tan buena. Para la forma en que se comportó, yo había tenido demasiadas contemplaciones con ella. Por eso yo nunca era bueno con nadie, porque no valía la pena.

Dentro de poco dejé escapar gemidos de mi boca. Los gemidos se convirtieron en gruñidos, y cuando me di cuenta, tenía el cabello de Alba empuñado en mi mano y controlando el ritmo de su cabeza.

No le avisé en el momento en que me vine porque el placer no me dejaba ni hablar. Envolví su nombre entre gemidos mientras soltaba el agarre de su cabello y caía rendido en la cama. Cuando abrí nuevamente los ojos, la vi de rodillas frente a mí mientras se tragaba mi semen. Fue jodidamente erótico.

Me recosté nuevamente en la cama, esperándola, pero ella nunca vino. Cuando me levanté, ella salía del baño.

Fui a recibirla con un beso y su boca sabía a menta. Se había cepillado los dientes.

─Quería abrazarte y besarte después de correrme, Albita. Es lo que hacemos.

Ella bajó la mirada, aún se sentía culpable.

─Creí que no querrías besarme, r-recién me había tragado tu...

Las imágenes que se plasmaron en mi cabeza fueron de terror. De seguro, cuando Alba hizo su primer oral, el infeliz del ex novio no dejó que lo besara. La rechazó y la mandó a asearse. Era la única explicación.

Odiaba a todos los que le había hecho tanto daño. Me odiaba a mí mismo por haber sido tan duro con ella, cuando yo ya sabía que ella se tomaba las cosas diez veces más en serio de lo que en verdad eran.

Ahora me sentía como si ella hubiera cometido una falta y para ser perdonada por su error tuviera que hacer un sacrificio. Yo no quería que el sexo fuera un martirio para ella, sino algo en qué explorarla y que fuera satisfactorio para los dos. Y hasta ahora sólo había fallado engorrosamente.

─Oye. Nueva regla: besos y abrazos después de hacer el amor, ¿está bien?

─Por favor, perdóname─ respondió.

Jamás volvería a hacerle algo como esto, que se sintiera tan minúscula e inferior.

─Ya amor, ya está.

La abracé. La contuve hasta que dejó de llorar y estuvo más tranquila.

─No me hagas esto, no te derrumbes tan feo.

La desvestí y la recosté en la cama. Le hice el amor pausadamente, como ella se merecía. La traté como la obra de arte que era, la toqué y saboreé de pies a cabeza. En el momento que alcanzó el clímax, me miró con esos ojos tan grandes que ella tiene y sentí que se robaban mi corazón. Cuando iba a salir de ella para abrazarla y mantenerla junto a mí, me detuvo.

─No─ dijo entre jadeos─. Sigue por favor.

Iba a tener otro orgasmo y eso era fenomenal para mí. Acaricié su clítoris en círculos y la tuve en el dulce limbo una vez más. Sentí que se cerraba nuevamente en torno a mí y lo que siguió, me tomó totalmente por sorpresa.

─Córrete conmigo─ me dijo─. Déjate querer.

Un escalofrío bajó por mi espalda y alcancé ese punto sublime una vez más. Nuestros gritos se mezclaron en el silencio de la habitación y cuando me derramé dentro de ella sentí que había alcanzado el cielo. Ella gimió una última vez en respuesta.

Caí rendido, cansado y sudoroso en la cama. Alba metió una de sus piernas entre las mías y se abrazó fuertemente de mí. Así tan pequeña a mi lado sentía que quería tenerla siempre.

─Te amo─ le dije.

Su mirada me perforó el alma. Yo sentí que nunca la había visto tan feliz.

─Y lo supe hace mucho tiempo─ continué─. Pero te amo. Ya no me cabe la menor duda.

Ella dejó besos en mi pecho, como queriendo a cada parte de mi cuerpo y haciéndoselo saber.

─Tenías razón. Llegar juntos fue de otro mundo.

El corazón se me salió del pecho. No nos habíamos protegido.

─Alba...

─Descuida, no es un día peligroso.

─¿S-segura?

─Está bajo control, descuida.

Me relajé sustancialmente.

─Eres muy valiosa. Y cada cicatriz tuya que descubro me hace amarte más. Porque me hace valorar tenerte a mi lado y me hace ver lo afortunado que soy. No quiero autor de cosas que te lastimen.

─Me gustó lo que hicimos primero. Eres muy callado cuando hacemos el amor y me encantó verte perder un poco el control. En especial cuando te corriste.

─No es un pecado besar a un hombre después de...

─Pensé que lo era. De cualquier forma siento que avanzamos hoy. Te pudiste entregar, aunque sea un poco.

─Estás en cada rincón de mi cuerpo, amor─ dije.

Entrelacé su mano y me la llevé a la boca.

─¿Qué ves en mí?─ preguntó─. No soy un monumento digno de admirar, como cuando en los museos ovacionan a esas diosas griegas.

─No necesito que seasuna diosa. Necesito que seas mi musa imperfecta.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora