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─Leonardo se parece físicamente a tu prototipo de hombre ideal. Tez blanca, los lentes, los ojos pequeños. Y es un alma perdida. Y tú rescatas almas perdidas.

─Me impresionó mucho cuando me enteré que tenía mujer y una hija.

─Dice que es su ex, ¿verdad?

─¡Sabía que era mentira! También me he dado cuenta que miente casi tanto como Guillermo no se ríe.

─Es su táctica. Desde hace un par de años viene haciendo eso. Dice que tiene problemas en casa y que aún ama a su mujer, pero que ella no lo quiere. Las chicas caen derretidas con eso.

─Tiene una habilidad muy especial para mentir, debo reconocerlo. Llegaría a pensar que disfruta haciéndolo. A veces lo molesto diciendo que sé cuándo está mintiendo. En cierta forma sí es así.

─Estarías perdida.

─No lo voy a negar. Ahora es mi turno. Estarías en esta misma fiesta conquistando a Karina.

─No se vale─ dije carcajeándome.

─Es que Leonardo estás tras ella. Y ustedes tienen todos gustos similares.

─Es tu turno. Critícala.

─Por eso nada más te amo.

Yo sonreí.

─Les gusta sus tetas. No hay nada más de ella que valga la pena. Es medio simpática, pero nada más. No es interesante, ni es brillante. No como cuando Alba Santiago va a dar un seminario y se apodera del auditorio.

Albita estaba tan segura de sí misma y eso me llenaba de orgullo. Si tan sólo ella pudiera verse cómo era antes y ahora.

─No hay que subestimar a Alba Santiago cuando habla en público, te la doy.

─Todos quieren hijos míos cuando terminan de escucharme.

─No los culpo.

─La belleza es algo tan complicado.

─Si yo fuera un poco menos egoísta, dejaría que fueras tocando todos los corazones del mundo, Albita. Y que tal como lo hiciste conmigo, les abrieras los ojos a todos esos hombres que sólo se dejan flashear por un buen par de tetas. Si fuera un poco menos egoísta, dejaría que vayas a salvarlos o a enamorarlos –que es lo mismo– con tu sonrisa, con tu humor amargo y tu gusto por la cerveza. Si fuera un poco menos egoísta, dejaría que fueras por la vida haciendo feliz a los demás mientras dejas pedazos tuyos por la estación y te maceras el corazón en cada intento. Pero no lo soy, porque te quiero mía, entera, mientras intento sanarte las heridas y te hago el amor como un desesperado que te necesita hasta para respirar.

─Gracias a Dios eres tan egoísta, Juliancito mío. Porque ya no soportaba darle más amor a nadie que no fueras tú. Y que el infierno nos condene. Te amo.

Salimos a bailar y yo no dejaba de sonreír. La sostenía por la cintura muy cerca de mí y nos movíamos con una sincronía que era de admirar. Era el resultado de conocerla tan bien.

Recuerdo que antes no podía bailar salsa con ella porque siempre terminaba pisándole los pies. Pero ahora nos movíamos como si fuéramos uno solo, como si estuviéramos conectados. Algo más a nuestra lista personal de logros.

─¿Tú te crees que todo esto sea verdad?

─Desde ti no existen imposibles.

Sergio me pidió bailar con ella y yo la cedí. Ella me dio un beso antes de dejarme, pero a mí ya no se me hacía necesario. Se me hizo extraño que ninguna chica se me acercara, esa era la primera vez que me sucedía, pero no me daba problema. El gozo que tenía en el pecho no me lo quitaba nada.

Leonardo se me acercó.

─Es una buena chica.

─La mejor de todas.

─Sabe cuándo estoy mintiendo.

Yo sonreí abiertamente.

─¿Qué esperabas? Ella se las sabe todas. Y yo no tuve nada que ver.

─¿La quieres?

─Le cedí mi libertad, ¿cómo puedes imaginarte que no?

─Los milagros existen, entonces.

─Quién diría que fuéramos tan creyentes. ¿Cómo te va con Karina?

─Bien, está casi lista.

─Te mereces algo mejor que ella, Leo. No brilla, no tiene nada de especial.

─Ya no las hacen como antes. Y el único ejemplar ya te lo ganaste tú, ¿qué esperas que haga?

─Tenías una familia hermosa.

─Ya lo sé─ dijo, tragando fuerte─. Ella empieza a ver a otros también y yo no puedo hacer nada. Cuida lo que tienes.

─Lo hago.

─Te salió muy bien el numerito de no conocer a Sergio, por cierto.

─No estábamos para espectáculos. Y en el último de los casos, ya no me da celos. Soy yo la que se la va a llevar a casa al final de la noche.

Leonardo sonrió, nostálgico.

─También te llegará. Que no te quepa la menor duda.

La noche fue muy entretenida. Casi a las cuatro de la mañana sacamos el Monte Carlo del garaje y lo llevamos hasta mi departamento. Estaba algo frío el ambiente. Alba tenía las palmas juntas y soplaba entre ellas.

─Tengo muchas ganas de darte calor, amorcito.

Esa noche la desvestí con calma. Cada momento que pasábamos juntos, me convencía de lo bien que había elegido. De lo mucho que me gustaría ser interno a su lado ir a salvar al mundo de su mano, vivir con ella, tener sus hijos. Vaya, el alcohol había llegado a su lugar especial.

Ella me miraba extrañada, sentía que había algo de diferente en mí, y qué irónico. Ella había sido la que lo había cambiado todo.

Nuestras ropas estaban esparcidas por mi habitación y eran casi las seis de la mañana. El sol salía y yo tenía su mano entrelazada con la mía y le daba besos en todo su dorso.

─Me la pasaría adorándote todos los días de mi vida─ le dije.

─Jamás he sido tan feliz como lo soy ahora. Valiste cada segundo la espera.

En algún momento me venció el sueño. Recuerdo que me levanté después de unas horas de un sobresalto y Alba tenía sus manos en mi pecho y estaba muy asustada.

─¿Qué pasó?─ dije.

─¿Estabas teniendo una pesadilla?

Hice un esfuerzo por recordar, de seguro era la usual.

─Debió ser. A veces tengo sueños que no son tan agradables.

─¿Sueñas con tu hermana?

Tragué.

─Durante una temporada lo hice. Después de aquellos acontecimientos. Pero desde hace algunos meses dejó de perseguirme. Pienso que cuando uno se libra de cierta culpa entonces el subconsciente deja de joder.

─Entonces hay algo que aún no dejas atrás.

─Muchas cosas, amor. Pero no podría decirte. El sueño es muy raro. Es una playa y llueve, voy caminando y hace mucho frío. Parece que va a amanecer, pero como si fuera un cortometraje, la escena se rebobina y otra vez está oscuro. Luego todo se llena de agua y se me dificulta respirar. Es como estar cerca de morir. Quiero ir a la superficie pero no la encuentro. Luego dejo de luchar y cuando estoy a punto de abrir la boca para dejarme morir, despierto.

Alba me abrazó.

─Estaba asustada. Te movías desesperadamente y yo no sabía qué hacer. Es la primera vez que tienes ese sueño conmigo.

─No lo tengo siempre.

─Yo quisiera alejarte de todos los males y el sufrimiento que existe allá afuera.

─Pocas cosas me asustan contigo aquí. Y eso para mí lo es todo, Albita.


Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora