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Yo odiaba las citas de estudio, tuve un par de ellas cuando tenía como doce años y no eran mis favoritas. Eran aburridas.

No le dije nada, pero conduje hasta su casa. No estaba enojado con ella, pero sí frustrado. Como yo iba a estar en su situación en la segunda mitad del año, prácticamente no nos veríamos nunca. En una semana la había extrañado mucho. Sin mencionar, que cuando yo estuviera saturado, ella sería muy libre y tendría tiempo para salir con sus nuevos compañeros, con el imbécil de Sergio o con cualquier otro.

Cuando llegamos a su casa, se demoró unos cinco minutos en salir. Adiviné que su mamá no estaría, porque salió de la casa con unos shorts negros, blusa de tirantes y sandalias. También tenía el cabello suelto y una pila de libros delante de ella. En verdad, se veía adorable. Hizo que mi enojo disipara un poco.

No salí a ayudarla con los libros, lo que probablemente vendría a patearme en el trasero dentro de poco.

─Ni siquiera los shorts funcionaron con mi muy calentón novio─ murmuró─. Exagerado, si me preguntan, pero su enojo debe superar los límites conocidos.

─No estoy enojado. Estoy frustrado, y te ves sexy, pero no iba a decírtelo ahora. Sino más tarde, cuando tuviera mis manos en tus nalgas.

Alba se sonrojó, pero no dejó de lucir culpable.

─Intentaré recompensarlo─ dijo.

Pasamos por algo para almorzar y llegamos al departamento. Alba dejó sus cosas y me acompañó al sofá. Se sentó con las piernas abiertas frente a mí y empezó a besarme. A mí me costó seguir el ritmo, porque sabía que ese beso terminaría en nada. Y empezaba a ver que Alba tenía razón, eso me aburriría. Estar con alguien y darle besos y abrazos no era lo mío. Alba y yo nunca tendríamos tiempo para las cosas que tenía en mente para nosotros, y probablemente había sido una mala idea juntarnos en esos momentos. Claro que las cosas podían mejorar, pero no lo veía.

Mis manos empezaron a vagar por su cuerpo y apreté sus nalgas, como lo había prometido. Luego rompí el beso.

─Tú puedes estar cómoda y casual, pero hasta ahora es mi look favorito.

Me levanté del sofá y la dejé ahí, confundida. Ella no hizo ningún comentario y empezó a abrir sus libros. Alba le metía mucho empeño, sobre todo a las cosas que le costaba entender. Yo la ayudé en lo que pude, y en algún momento de la tarde, cuando se me fue el enojo, vi que estaba desperdiciando un momento irrecuperable con ella, y que estaba siendo un idiota. Ella lo estaba intentando.

Empecé a abrazarla mientras leía y a darle recompensas con besos cada vez que entendía algo y me lo explicaba bien. Ella no me reclamó nada, simplemente se veía más tranquila al ver que estaba siendo el mismo de siempre con ella.

─¿Cómo te fue en esta semana? He estado tan ensimismada, que no me he molestado en preguntar.

Ella era muy linda, la mejor de todas.

─Uhm, bien. Somos pocos, en verdad. Nadie quiere comenzar con el segundo ciclo, nunca. Me encontré con un amigo de primer año, y paso con él entre clases. A veces sólo tengo una clase en toda la jornada, así que me la paso todo el día extrañándote.

─El tiempo va a pasar rápido, amorcito. Tenme paciencia. Pero en todo caso, me alegro que no pases solito.

─Quiere que le enseñe a conquistar mujeres. El pobre chico es un desastre.

─Oh. Conquistar mujeres, como el viejo Julián García. En bares, en discotecas. Qué emocionante─ dijo, sarcásticamente.

─Voy a portarme bien.

─Más te vale, estás en la mira.

Alba me había dicho que estaba más tranquila porque no me había tocado con ninguno de mis amigos, con los que había tenido aquel incidente hace algún tiempo. Así que sabía, que un viernes iba a preferir verme con ella y no irme al billar. Si ella se esmeraba, no me molestaría el sacrificio. Por eso le dije lo de mi amigo, para ver si le ponía empeño y no me dejaba solo tanto tiempo.

Cerca de las ocho de la noche, Alba empezó a bostezar y a cabecear sobre sus libros.

─Amor, deberías descansar un momento.

─Me falta mucho.

─Pero cansada no vas a avanzar más rápido. Date una siesta reparadora de media hora y te levanto.

Bostezó.

─¿Me lo prometes?

─Sí, amor.

Alba apenas hizo a un lado los libros y cayó rendida. En esa corta semana, había desarrollado ojeras y su rostro se veía muy cansado. Saqué todas las hojas, los libros y los apuntes que estaban alrededor de ella y puse una almohada bajo su cabeza.

Revisé sus apuntes porque me hacía recordar de aquellas veces que dejaba adrede sus notas entre mis libros y me llenaba de nostalgia de cuando éramos compañeros de aulas. Fue un año memorable, el año que cambió todo. En la parte de atrás de uno de sus cuadernos, estaba un fragmento de un poema que de seguro era de Elvira.

Si pudiera estar aquí y allí / estaría en ti y en ti / prendería fuego a Troya / mientras te regalo París, / te miraría dormir / y al mismo tiempo soñaría contigo.
Ya sabes a lo que me refiero, / si pudiera engañar a las coordenadas / crearía un mapa donde solo cupieran / tus dedos de los pies / y esta necesidad mía de seguirte a todas partes.

Y un corazón con nuestras iniciales. Alba tenía quince años, no le daba más. Me llenó de esa sensación cálida en el pecho, aunque siempre creí que esas cosas eran cursis y tontas. Era la primera vez que yo sabía que una mujer hacía garabatos para mí en clases, en sus tiempos libres, cuando pensara en mí. La miré y sonreí. Alba me quería en formas que yo no imaginaba, que probablemente no merecía y que nunca había sentido antes.

Tomé un bolígrafo y escribí a un lado.

París con aguacero, Venecia, Grecia, Troya, Alejandría. Yo caminaría todo el mapa de tu mano. Te quiero, amor mío.

La dejé descansar una hora más o menos y me coloqué de cuclillas frente a ella. Le di un beso en la cada mejilla, en la nariz y finalmente en los labios. Ella sonrió en mi boca.

─Despierta, cosita bonita.

Suspiró y se estiró. Luego puso sus manos en mi rostro y me besó una, dos y tres veces.

─Te despiertas cariñosa, lo tendré en cuenta.

Reímos. A pesar de todo, la cita de estudios no había sido tan mala.

Como eran casi las diez, decidí ir a dejarla a su casa. Lo de la guardia lo intentaríamos desde la siguiente semana. Alba aún estaba algo adormecida y cerró varias veces los ojos durante varios segundos.

─Albita, llega a tomar café para que no te duermas. Voy a estar escribiéndote para ver cómo vas.

─Eres el mejor. Créeme que no es como planeé este fin de semana.

Ni yo. Los sábados yo siempre salía con mis amigos o con alguna cita. Pero aquí estaba, por irme a mi casa a trasnocharme y no de la forma divertida con mi chica. Nadie dijo que el cambio sería fácil.

─No te preocupes, amor. Dentro de unos meses, habrá valido la pena.

─Hasta mañana, corazón. Te quiero.

─Yo a ti.

Cuando estaba acomodándome para instalarme en mi cuarto, vi que mi celular empezó a vibrar. Imaginé que sería Alba, para consultarme alguna duda. Pero hablando de sábados ocupados, era una llamada que no esperé ni en un millón de años, y que sin embargo, no respondí.

Doris.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora