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El país en el que yo vivía siempre me ha parecido perfecto. Es pequeño, pero siempre he creído que pequeño es igual a acogedor. Según los expertos, tiene un piso climático diferente cada cuarenta minutos. Por ejemplo, si en la ciudad hace un calor infernal de treinta y cinco grados, en menos de dos horas y viajando hacia el este, vienen los llanos con un clima templado y agradable.

Las playas quedan cerca y aunque la selva no tanto, valdría la pena el viaje de once a catorce horas.

Le prometí a Elena que en cuanto terminara mi Internado, saldríamos volando con un par de mochilas hacia la selva a explorarla. Elena odiaba la playa y eso me parecía lo más extraño que hubiera escuchado en mi vida.

Esa noche estaba teniendo la pesadilla del agua, pero me levanté un poco antes de que terminara. La noche estaba muy tranquila, como siempre y yo tenía a Elena amarrada a mi cuerpo. Estaba dormida muy pacíficamente. Pero todo cambió en un segundo porque el suelo bajo nosotros empezó a temblar y las oscilaciones aumentaban de intensidad y se mantenían en el tiempo. De eso varios segundos. Elena se levantó muy asustada y me tomó de la mano. Al ver que el sismo no se detenía, nos fuimos hasta el suelo y nos acomodamos entre la cama y un mueble y nos acostamos en posición fetal. Desde el piso, los movimientos se sentían más vivamente, pero era lo más seguro. Elena se aferraba fuertemente a mi camiseta con las manos temblorosas.

─Está bien, Alba. Ya va a pasar.

Y todo movimiento se detuvo después de eso.

Salimos de la habitación para ver si los otros compañeros estaban bien y todos se encontraban debajo del marco de sus puertas. Tenían cara de alivio después del susto que habían pasado.

De regreso a nuestra rutina de sueño, Elena mostraba el rostro impasible, pero yo entendía que estuviera molesta. Últimamente pensaba mucho en Alba y lo más lógico era que en algún momento se me escapara cambiarle el nombre. Me sentía realmente mal.

Cuando estuvimos acostados, Elena se sentó a horcajadas sobre mí y me quitó el pijama junto con el bóxer. Me introdujo en ella y me dio un sexo extraordinario. No me dejó tumbarla sobre la cama, ni acariciarla. No me dejó hacerle nada más que sentir el dulce contorno de su sexo acariciándome a un ritmo salvaje. Después de un tiempo tuve un orgasmo y me derramé dentro de ella. No sé si ella alcanzó o no el clímax, porque se retiró en seguida y se acostó al lado mío.

No tenía sentido. Acababa de llamarla por el nombre de otra mujer y ella me había tirado de la forma más extraña que encontró. Yo sentí un miedo atroz de haberlo estropeado todo, ese no era el comportamiento normal de Elena.

─¿Por qué nunca le contaste a Alba sobre Doris?

─No lo sé, Elena.

─Estarías ahora con ella y no conmigo, extrañándola.

─No la extraño.

─No me mientas.

No debía mentirle a Elena, eso lo sabía muy bien,

─Fui orgulloso. Alba me adoraba y de buenas a primeras no puso reparos en dejarme por otro hombre. Yo me tiré a Doris y eso lo sé, pero nunca la quise. Y de repente Alba pensó que era una buena idea enamorarse de alguien más. Nadie nunca me ha lastimado de esa manera y no lo puedo perdonar. Lo único que mi cabeza logró hacer para no volverse loca, fue ocultarle la única mentira que nos impedía estar juntos. Ella ahora cree que es su culpa y espero viva con esa desdicha de aquí en un largo tiempo.

─¿Puedo decirte lo que pienso?

─Por supuesto, Elena.

─No fuiste orgulloso. Tenías miedo. Como lo tendrás conmigo o con cualquier otra mujer hasta que decidas que puedes dominarlo. Tu mente jugó contigo y te convenció de todas esas tonterías que abrazaste como verdades.

─Ella misma me lo dijo.

─Si mal no recuerdo, dijo que se había dejado enamorar de otro hombre. Dejarse enamorar como dejarse regalar rosas, dejarse escribir poemas y esas cosas raras que a ella le gustan. Yo te aseguro que si ellos están juntos ahora, ella aún no puede decirle que lo ama.

─No me gusta pensar en ello.

─Ojalá alguien te hubiera aconsejado mejor en ese entonces.

─Perdóname por haberte llamado por su nombre.

─No es importante.

─No me dejaste tocarte. Eso me dolió, Elena.

─Mi sexualidad te importa tanto o más que la tuya. Es una de las cosas que aprecio de ti, que me hacen quererte.

─Alba me enseñó a dejar de ser un cerdo egoísta.

─Vas a decirme si me engañas con otra mujer, ¿verdad?

─Sí Elena. Pero te tengo una idea mejor. Mejor no te engaño, ¿te parece?

─Sí Juliancito. Mejorno me engañes.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora