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XXI.

─Amenaza de aborto.

─Quiero verla.

─Alba está muy sensible y pidió no recibir visitas.

─Pero soy el padre de ese niño que va a...─ se me quebró la voz. Lo único que quería era estar con Alba, decirle que todo estaría bien, así estuviera muriendo por dentro.

Luego empecé a llorar en lo que el doctor siguió hablando.

─Estas cosas a veces pasan, pero ustedes son jóvenes y podrán tener muchos hijos. Confía en que Dios puso esto en tu vida por alguna razón.

─No debió darme un hijo si iba luego a quitármelo.

El doctor se fue y yo me arrimé a la pared y rompí a llorar. Cuando estuve en el suelo abrazando mis piernas sentí que una mano pequeña se posó en mi hombro.

Desperté de ese terrible sueño de un sobresalto con el cuello dolorido ya que me había quedado dormido sentado en el escritorio de la estación de enfermería. Luego de que me aseguré que Alba descansara luego de la agitada noche que había tenido, bajé a la sala porque esa guardia aún estaba bajo mi cuidado y yo aún tenía pacientes que dependían de mí. Hablar con Alba me lo había reconfirmado.

Entregué la guardia al doctor Zambrano y urgí hasta la habitación donde estaba mi novia y mi futuro hijo. Pensarlo le daba un estremecimiento y una sensación cálida a mi pecho.

Cuando entré en la habitación, Alba ya no estaba en la cama. Segundos después escuché arcadas provenientes del baño. Corrí hasta que la alcancé y la vi doblada en dos en el piso.

─¿Estás bien?

Me senté junto a ella y la sostuve hasta que terminó de vomitar.

─¿Cómo va esa resaca?─ dije, intentando ser gracioso, ella sonrió.

─Sabes que no es gracioso.

─Dijiste que no habías tenido síntomas que te inhabilitaran.

─Es la primera vez. Creo que este hijo tuyo es celoso─ y rio nerviosamente.

─No lo culpo.

Fuimos por algo de desayunar y obligué a Alba a comerse todo su desayuno.

─Pronto estaré gorda como un cerdito y vas a dejar de quererme.

─Alba Santiago, no hagas que me enoje.

Fuimos a la terminal de buses para tomar uno de regreso a la ciudad. No conseguimos boletos sino hasta dos horas después, así que fuimos a la cafetería para matar el tiempo. Estábamos muy nerviosos porque necesitábamos tener una conversación que ninguno de los dos quería empezar.

─Estás muy callado─ dijo, interrumpiendo mis pensamientos.

─Tengo mucho en la cabeza.

─He tenido varias dudas también, pero deberíamos conversarlo.

Suspiré largamente.

─Quiero que pienses esto muy bien, amor. ¿Quieres tenerlo?

─Julián...

─Escucha, hablemos esto sin peros. Quiero que tengas a nuestro hijo porque tú así lo deseas. Esto se trata de ti y no de mí, no de ti complaciéndome, o queriendo compensar todas las pérdidas que he tenido en estos años. Tenerlo no va a ser fácil.

─¿Y deshacernos de él, sí? Eres un imbécil.

─Por favor, no te enfades. Es que tengo demasiado en la cabeza y...

─No puedo concebir que estés diciendo esas cosas.

─Es que es tu cuerpo, tu decisión.

─Es nuestra─ enfatizó.

─Déjame decirte las dudas que tengo en mi cabeza sólo hasta ahora. ¿Está bien?

Ella estaba cruzada de brazos y no me respondió nada.

─Es la mejor noticia que me han dado en toda mi vida Albita, no quiero que me tomes a mal. Pero yo tenía un plan para nosotros. Íbamos a terminar nuestro paso aquí y tú irías a Argentina por tu especialidad y yo encontraría la forma de quedarme cerca. Cuando acabaras ahí, te llevaría conmigo hasta mi especialidad. Me casaría contigo cuando te comprara una casa y tres carros y, después de viajar un tanto, tendríamos un hijo. Y aunque me llena de felicidad, tengo miedo. Miedo de fracasar o de que no sea lo que tú más desees y luego te arrepientas de no haber tomado una mejor decisión. Además tus padres no querían que te cases apenas terminaras de estudiar. No creo que estén felices con esto.

─Quiero que entiendas que esto es lo mejor que me ha podido pasar. Y tuve el mismo miedo y las mismas dudas. Por eso me demoré una semana en contarte. Pero luego me di cuenta que no me servía de nada llenarme de dudas, y en su lugar, encontrar respuestas.

»Antes que nada, una parte de mí acaba de morir de amor por lo de tus planes. Ya sabes, antes ni siquiera me imaginaba escucharte decir nada como eso. Por lo de la especialidad, creo que cambiaremos el destino. Encontré un lugar donde ambos podemos estudiar, trabajar, criar a nuestro hijo y vivir juntos al mismo tiempo. España.

─Pero cardiología dura seis años en España, y en Argentina sólo tres.

─El tiempo es relativo. Además, ese tiempo me hará bien, y mi formación será más completa. Súmale a que tendría una gran posibilidad de conocer a mis poetisas favoritas.

─¿Cómo vas a terminar la Rural?

─No soy la primera mujer, ni la última doctora en pasar visita con más barriga que ganas de caminar. Deja de verlo como algo que salió mal. Si me preguntas, voy a ser doctora al igual que siempre, y más aún, ahora tendré compañía. Nada va a cambiar. Si los cálculos no me fallan, la fecha de parto es poco después de haber terminado.

─Quiero que te cuides mucho.

─Lo haré. Y por mis padres no te preocupes. No les va a gustar la idea por ahora, pero van a ceder. Es lo que hacen porque son padres. Tengo una buena edad, y no sé qué más necesito decirte para convencerte. Lo que intento que entiendas es que nos van a pasar muchas cosas, pero lo que debemos hacer es encontrar la solución. Estaremos bien.

Recosté mi cabeza en el regazo de Alba y abracé sus piernas. Descansé con una respiración sobria, casi alcanzando el sueño.

─¿Habrías estado dispuesto a sacrificarte por mí?

─No habría nada que no haría por ti.

─Debiste verte anoche, nunca te había visto tan feliz.

─Duró poco, supongo...

─¿A qué te refieres?

─Soñé que lo perdías. Estaba devastado y no querías verme, o a nadie.

─Sólo fue un sueño. Me cuidaré, te lo prometo. Enhorabuena no he bebido ni fumado hace casi dos meses.

─Gracias por ser tan maravillosa.

─Debes ser solidario y acompañarme en mi abstinencia.

Hice un puchero.

─No seas cruel mujer.

─Una de mis funciones de mujer embarazada es ser intransigente. Así que lo harás.

─¿Y cuándo te casarás conmigo?

─Después de sobrevivir al homicidio de mis padres y de que pidas mi mano. Hablando de padres, ¿cómo haremos con los tuyos?

─Lucía estará feliz de ser abuela, te adora. Astrid estará saltando en un pie porque será tía. Y papá se conformará con que ya tenga cómo sustentar a mi nueva familia.

Alba sonrió y su sonrisa arrebató mi alma.

─Vamos a ser una familia. Te amo.

Yo pensaba en lo bienque me había caído esta noticia y en todas las cosas buenas que pasarían y queharíamos juntos. Mis ojos se empezaron a cerrar avanzado el camino de regreso acasa. Alba cuidaba de mí y yo sentía que ya nada me podía faltar porque teníala bendición de estar formando una familia con una mujer tan maravillosa comoella. Y eso lo era todo.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora