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Santana estaba frío. Llegué casi a las nueve de la noche. Fui a casa de mi tía, pero nadie estaba ya ahí. Los vecinos me comunicaron que se habían ido a la morgue. Todos me recitaron sus condolencias, pero yo no sentía nada. Además del vacío en el pecho, me pareció que aún no me caía la ficha. Óscar ya no estaba más con nosotros.

Cuando llegué a la morgue, reconocí a varios de mis tíos, primos y allegados. Mamá, papá, Astrid o Roberto no figuraban. Debí pasar por ellos a la casa y traerlos a Santana. De seguro estarían en camino y pronto llegarían.

La mamá de Óscar estaba devastada. Muchas personas estaban intentando contenerla y abrazarla, pero su llanto era inconsolable.

Me acerqué con lágrimas en los ojos, para preguntar qué procedimientos había que completar, para encontrarme con la sorpresa que aún ni siquiera habían hecho el levantamiento del cadáver por un problema con el fiscal.

Yo no sabía mucho de nada, pero tenía entendido que se reconocía al fallecido, se firmaban unos papeles y se arreglaban las cosas en la funeraria. Y hasta el momento, había sólo un poco de nada y preguntas en el aire.

Fui a preguntar a cualquiera que pareciera una autoridad competente, pero me dieron las mismas respuestas que a todos. Era en esos momentos cuando yo odiaba al sistema.

Salí un momento de la recepción porque moría de frío. Compré un cigarrillo fuera del edificio y empecé a fumarlo. Si mis padres llegaban y me veían, me matarían. Pero eso era lo único que deseaba ahora.

De repente ella se colocó a mi lado y me quitó el cigarrillo de los dedos, le dio la última pitada y lo botó al suelo. Después de eso me abrazó y yo me eché a llorar a su hombro.

─Juliancito, no sabes cuánto lo lamento. Vine apenas me enteré que habías llegado.

─No entiendo nada, Raquel─ dije, entre lágrimas─. Sólo quiero que sea una estúpida broma. No pude haberlo perdido, no a él. No a mi hermano.

─Juli...

Acarició mi rostro por encima de la barba y secó unas cuantas lágrimas. Por las mejillas de ella también rodaban algunas. Después de separarnos un poco, se escondió bajo mi brazo y me acompañó dentro. Algunos minutos después llegó un carro de la institución que semejaba bastante una ambulancia. Mi corazón palpitaba fuerte.

Llamaron a dos personas para entrar en la autopsia, pero nadie se animó. Mi tía quiso, pero no la dejaron. Ya estaba lo suficientemente mal como para empeorar las cosas.

─Entra, hijo─ me dijeron.

Me coloqué una mascarilla y guantes. Una persona tomó mis datos.

─Vas a entrar para hacer el reconocimiento. Sabemos que no debe ser fácil para ti, ¿qué era de ti?

─Mi primo. ¿Qué pasó? Nadie ha dicho nada, y está volviéndome loco.

─Esta información se debe manejar bastante prudentemente, como hasta ahora lo has visto. Lo que me han informado hasta ahora, es que encontraron al occiso a dos cuadras del domicilio presunto homicida. Aparentemente el señor Romero estaba en un lío de faldas, teniendo relaciones sexuales con una mujer casada. El problema terminó en una riña en la cual el esposo de esa mujer, le puso una bala en la cabeza a tu primo. El presunto está detenido y bajo investigaciones, aunque dudo que sea un proceso muy engorroso. Están a nuestra disposición el arma homicida, el culpable, testigos y la prueba que estamos a punto de obtener del cuerpo, la bala.

Me faltó el aire todo el tiempo.

─Es hora─ me dijo.

Ver a Óscar sobre la mesa de la autopsia fue como un golpe en la boca del estómago. Peor. Me quedé sin fuerzas y casi me desmayo de la impresión. Estaba pálido, muy pálido. Parecía estar dormido y estuve muy tentado a ir y moverlo un par de veces para ver si se levantaba. Empecé a llorar nuevamente, motivado por mi ingenuidad.

─¿Es él Óscar Romero?

─Sí.

Con una sierra empezaron a cortar su cráneo por encima de las cejas. Después de trazar una circunferencia, destaparon la cavidad y sangre salió despedida de ella. Mi estómago se revolvió y vacié su contenido sobre un tacho de basura. Sí, era un futuro doctor, pero todo esto me superaba.

Después de comprobar la integridad del cerebro, se dispusieron a buscar la bala.

─Lóbulo frontal, treinta y ocho milímetros.

Dieron algunos nombres de signos que de seguro ayudarían a la investigación. Yo estaba muy mareado para recordar alguno de ellos.

Examinaron el resto de sus órganos. Escuchar el crujir de sus huesos cuando lo abrieron como se abre un animal muerto, fue terrorífico.

Si hay una frase adecuada que me describiera, sería que sentía todo el peso del mundo sobre mis hombros. Cuando salí de la sala de autopsias, apoyé mi antebrazo en la pared, y del otro lado mi cabeza. Sollozaba en silencio, pero desde el tope de mis pulmones.

Una mano se posó en mi hombro, era el de uno de los agentes.

─Lo peor será cuando tengas que enfrentar a todos allá afuera. Sé fuerte. Lo último que tienes que saber, es que se les regresará el cuerpo en un par de horas, para que rindan la ceremonia correspondiente según sus creencias religiosas. Pero no pueden cremarlo. En casos de muertes violentas no se lo permite. También deben tener en cuenta que en estos casos es probable una exhumación en caso de que el proceso lo requiera.

Yo sólo asentí. Era como si el tipo no estuviera hablándome a mí.

─Gracias─ susurré.

Cuando salí hasta la recepción, vi con sorpresa que pasaba la media noche. La mayoría de las personas que estaban antes, ya se habían ido. Sólo quedaban mis tíos y Raquel. Casi al lado de la puerta estaban mis papás y Alba. Habrían llegado cuando estuve dentro.

Corrí a saludarlos y caí en sus brazos. Ellos me contuvieron y yo empecé a llorar como un niño. Había sido una muy mala idea que fuera yo el que presenciara la autopsia. Mi familia quería respuestas y yo no podía articular ninguna palabra.


Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora