X.
"Que follar es una fiesta, y no un medidor de egos." – No me llores.
Ese día se hizo noche y el día siguiente se hizo una semana. La semana se hizo un mes. Rendí mis exámenes de fin de ciclo con notas bastante aceptables y empecé a salir con una de las chicas de mi curso.
Por salir entiéndase, tirar cada vez que se presentara la ocasión. No lo hacía tan bien como... las otras. Pero aceptaba lo que viniera, porque eso me evitaba sentirme solo.
Doris pidió hablar conmigo, pero no la dejé. Sergio pidió hablar conmigo, pero lógicamente tampoco lo dejé. No busqué a nadie de mi pasado porque me recordaba escenarios, y todos terminaban llevándome a ella. Así que lo enterré en un lugar bastante solitario y sombrío dado a que no encontré otra solución.
El trato con Sabrina era que me hiciera todas las tareas del fin de ciclo, más las que vinieran del ciclo siguiente en intercambio por ciertos favores sexuales.
Claro que ella se sentía complacida. Julián García sabía hacerlo tremendamente bien y además, estaba saliendo con el fruto prohibido, con el tipo más atractivo del curso.
Nunca me preguntó sobre mi fallecida relación, y más le valía. La persona que trajera a colación ese tema, no recibía la mejor parte de mí.
Como fuera, la llevaba bien. Sabrina era una flaca de ojos grises y curvas bien proporcionadas. Era regularmente guapa. La verdad ninguna de las chicas de mi curso me llamaba la atención porque yo creía que lo tenía todo. Eso era antes, lógicamente. Pero tampoco me podía negar lo mucho que me atraía su cabellera larga y lacia color castaño, que empuñaba en mi mano cuando... Sabrina hacía unos orales excelentes.
Mi día se resumía en ir a la universidad, atender las clases que tuviera, llevar a Sabrina al departamento y regresar a casa. Por supuesto que mamá y todos preguntaron por mi presencia repetida en casa, así que los reuní a todos, les di la noticia y luego rogué porque no se insistiera en el tema. Afortunadamente comprendieron.
Lucía intentó indagar un poco. Supongo que las madres tienen ese instinto de ir por sus hijos al rescate cuando tienen el corazón roto. Entonces van, preguntan, dan algún consejo de cómo la vida sigue después de los escombros, abrazo y dinero para ir por un par de putas.
Pero yo no tenía el corazón roto, o al menos no permitía que así fuera.
Resolvimos discutir la cuestión el departamento para otra ocasión. Como podía convertirlo ahora en un motel de dos estrellas (mamá había conseguido devaluarlo aún más que antes), ya no lo necesitaba. O eso fue lo que alcancé a escuchar a hurtadillas cuando mis padres hablaban.
Mi fin de semana era igual de monótono. No salía con mis buenos amigos por las mismas razones en que no vale la pena redundar. Así que no conocía otras mujeres. Sólo me dejaba saturar de Sabrina, hasta que, desde luego, llegara la siguiente.
Mi vida parecía dar vueltas en un mundo de donde había desterrado a Alba. Su nombre no era ni siquiera susurrado por nadie. Bueno, quizás sólo ocasionalmente, cuando me tiraba a Sabrina, y en lugar de gemir su nombre, gritaba "Alba" y ese sonido embebía la habitación.
Sabrina no exigía nada, no me pedía nada más que no fuera tirármela las veces que pudiera. Era un negocio redondo.
Sin embargo llegaba la madrugada, de las cuales llevaba exactamente treinta y dos sin poderlas dormir enteramente gracias a un insomnio que no me dejaba en paz. Fuera la preocupación, fuera la tristeza, fueran los recuerdos, fuera lo que fuera. El ritual era tomar una cerveza del refrigerador, observar una foto suya, preguntarme qué estaría haciendo en esos momentos, si tenía ya otra relación sexual, con Sergio, con Leonardo, con Rafael, con el que fuera. Luego lágrimas caían una tras otra y me daban unas ganas irresistibles de ir a buscarla.
Pero luego recordaba cómo estaban las cosas y que era mejor si permanecían así.
Así que no era un infeliz hijo de puta que había empezado a tirarse a media ciudad porque era libre.
Era sólo un infeliz que la extrañaba por las madrugadas, pero que había decidido callar el dolor al día siguiente. Y ahogar los recuerdos en otras bragas.
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Otra Forma de Lograr que me Ames
RomanceNadie más en el mundo que me mire con sus ojos color marrón y me sacuda la existencia. Todo lo que había vivido con ella, todas las excusas, todos los errores, todo lo que estaba por venir, era otra forma de lograr que me ame.