Epílogo

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Epílogo.

"A fin de cuentas, el amor es una madre en la puerta de un colegio diciéndole a su hijo "al menos dime quién te ha hecho eso". Pero yo nunca te delataría". – Para sentirte como me siento tendrías que ser faquir.

Hoy mantuve esa conversación con mi padre que jamás imaginé tener. Estábamos sentados junto a las maletas en el balcón de nuestra casa en Santana. Habían ido ahí para despedirnos. El viento corría con una brisa fresca y me tomé mi tiempo para ver a mi viejo, pero de verdad, a conciencia. Era un tipo apuesto, aunque los años ya caían sobre su rostro y sus arrugas y sus ojos cansados. Hoy, tan cerca del momento de partir tan lejos, no podía evitar llenarme de tanta nostalgia, ni pensar que gracias a él y a Lucía, yo había logrado todo lo que me había propuesto, y era el hombre que era.

Me explicó cómo él, a sus años entendía o suponía lo que era familia. Me dijo que era una obra de arte que se construía con granos de arena y una pinza. Y también amor y dedicación, pero de eso no hablaríamos ahora porque Alba y yo lo teníamos de sobra. Que para otra ocasión mejor.

Pero lo importante era que, cuando un hombre y una mujer se decidían a emprender el camino, nada los detenía. Ni siquiera la muerte porque desde luego, los hijos quedaban.

Que la familia no se destruye, me dijo. Que cada grano de arena se fijaba atómicamente al que tenía a un lado: "tú que estudiaste química y esas charlatanerías, debes entenderlo mejor que yo", exclamó y yo asentí con una sonrisa. Después continuó hablando.

Entonces, de tanto en tanto, Dios te permite salir de escena y ver tu obra desde otra perspectiva. Si te has esmerado mucho, probablemente te guste lo que vas a ver, te enorgullezcas y regreses animoso a seguir construyendo, a seguir acumulando granitos de arena.

Pero la regla común es que no nos guste lo que construimos porque lo hacemos a ciegas, porque la costumbre nos hace los animales más despreciables de la tierra y porque se entorpecen las promesas que una vez con tanta fe nos hicimos. Así que tomamos la resolución de dejarlo todo a la mitad porque con toda esa decepción, probablemente no podamos o queramos componerlo. Tiempo después, el recuerdo del abandono nos amarga y atormenta, así que se nos ocurre que podemos regresar a hurtadillas para desmantelarla desde sus bases y brindar un alivio a tu conciencia. Porque con esta acción intentamos pretender que nunca ha existido.

Pero Dios es tan sabio, y siempre te perseguirá esa perspectiva y cuando finalmente te alcance, te hará notar que inevitablemente, has destruido lo único que valía la pena construir. Y que definitivamente no has logrado tu cometido.

Lo que intento decirte es, que la familia siempre queda.

Lo que intento decirte es, que te debo, y les debo todas las disculpas del caso por todo el sufrimiento que sé, sabes le di a tu madre en su momento. Las mujeres y el libertinaje que gracias a Dios no aprendiste, o que tuviste por un momento muy corto, pero del que esa maravillosa chica que hoy llamas esposa te hizo desistir.

Lo que quiero decirte es que estoy muy orgulloso de ti y todo lo que vas logrando. Porque has materializado todo los sueños que alguna vez tuve cuando joven, cuando maduré, y aún ahora. Vas a llegar muy lejos, Julián. No me queda más que agradecerte el compromiso que siempre has tenido con la familia, el haber sido como un padre para Astrid cuando yo no supe bien cómo hacerlo y por supuesto, por darme un nieto tan fuerte y tan García como Luciano.

─¿Quién es el niño más querido por papá?

─¡Yo!

─¿Y quién no le tiene miedo a los aviones?

─¡Yo!

─Julián, si le preguntas a Luciano que quién acaba de hacerse en el pañal, te aseguro que te responderá con el mismo entusiasmo que él lo ha hecho.

─Eres una cruel mujer, por eso él es mi favorito.

─Son cómplices en contra mío, cómo no serlo.

─Mami...─ dijo mi pequeño hijo extendiendo los brazos hacia su madre. Yo lo levanté de mi regazo y lo pasé a manos de Alba.

─De tal palo, tal astilla. Por más que nos regañes y nos grites, no podemos resistirnos a tus caricias.

─Tengo mis dones─ dijo con suficiencia.

El avión pronto despegó y sostuve la mano de mi esposa y la de mi hijo. Mientras volábamos, Luciano se quedó dormido en brazos de Alba y tuvimos un momento de paz. Aproveché para contarle la historia de los granos de arena y le confesé lo mucho que había disfrutado esa conversación con mi padre.

─Tu papá es un hombre muy dulce.

─Nunca me había hablado tan en serio en mi vida. Los recuerdos que tenía de papá, eran de él sentado en el sofá, burlándose de las reprimendas que nos hacía Lucía. Él gastándome bromas o él enfadado. Definitivamente esto fue como una revelación para mí.

─Supongo que el que tu hijo que te hizo abuelo abandone el país, toca alguna fibra en el espíritu paternal y te hace tener un poco más de apertura.

─Insisto que debí acompañarte a despedirte de tus padres, Alba─ dije, consciente de la gran nostalgia que sentí en su voz.

─Créeme que no habría hecho diferencia alguna.

─¿Quieres contarme?

─Mamá reprochándome que me fuera, después de que ella misma me echó hace años. Lo mismo de siempre, ya sabes. Creo que jamás lograré entenderla.

─¿Conocer a Luciano la puso feliz?

─Creo que fue el único momento agradable de mi visita.

Luego suspiró bastante triste. Yo extendí mi brazo en su espalda. Alba sacó sus gastados libros de poesía y empezó a darles una lectura rápida.

─No entiendo qué es lo que lees en ellos. Puedes recitármelos prácticamente de memoria.

─Siempre me divierto encontrando una palabra, o una frase nueva. Además, los tendré siempre a mano porque no habrá fuerza en el mundo que me impida no hacerlos autografiar ya en España.

Observé en silencio junto con ella varias páginas. Después de tantos años, había adoptado algo de su hábito lector.

─¿Recuerdas esa?

─¡Cómo olvidarla! De ese poema tomamos nuestros votos el día de la boda.

Me han preguntado a quién

y se me ha escapado como una lágrima en el cine

a ti.

Ese a ti que me recuerda mucho a una canción

y es que contigo todo va al revés:

los trenes,

los relojes,

los días de la semana,

las montañas rusas,

las cajas de música,

la cuenta atrás de las bombas.

Cualquiera diría que el mundo se ha vuelto loco

y sólo somos nosotros haciendo cosas normales.

FIN


Del poema "sujétame el pelo", de Irene X.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora