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Alba se despidió de los pocos conocidos que quedaban en la sala y nos dirigimos al Monte Carlo. Tuve que prestar bastante atención durante todo el camino de regreso, porque mis ojos prácticamente se cerraban solos. Alba se dejó caer a dormir o a pretender que lo hacía en el asiento del copiloto. Lo cual era bueno porque no intercambiaríamos palabras incómodas.

Cuando llegué al hotel desperté a Alba y entramos hasta el vestíbulo. Dentro, hacía mucho menos frío que en la helada madrugada. Ese hotel me gustaba porque era cómodo y económico. Sin embargo, me sentía bastante extraño, Santana era mi hogar pero ahora ya no era un lugar al que pudiera volver. Las vueltas de la vida.

─¿Cuánto va a ser?─ me preguntó.

─Va por mi cuenta, no te preocupes.

Abrí la puerta de la habitación que nos asignaron y la dejé entrar delante de mí. Dejé las llaves en la mesita de noche y caí rendido en la cama. Luego sentí que ésta se hundió delicadamente al lado mío.

Quise ponerme un poco más cómodo para dormir, pero no lo hice por dos razones: hacía demasiado frío para dormir sin camiseta y, sería verdaderamente incómodo para ambos.

Escuché los zapatos de Alba caer en el suelo y luego se metió, al igual que yo, entre las sábanas. Por unos segundos estuvimos sólo mirando hacia el techo. Mi corazón se aceleró ante la anticipación. Alba era mi ex novia después de todo.

Alba tomó mi mano entre las suyas y yo la apreté. Luego me volteé para quedar frente a ella y busqué sus labios.

Besar a Alba aún era una revolución y eso hizo que mis ánimos subieran un poco. Mis labios aún recordaban la figura redonda y perfecta de los suyos y nuestras lenguas se reconocieron sin problema alguno. Tenía más de tres meses sin besar a Alba y sentía que esa sed que no me dejaba vivir calmó, aunque fuera un poco.

Sus manos viajaron por mi barba y hasta mi cabello. Las mías hasta su cintura. No nos separamos sino hasta dentro de largo rato, cuando el aliento nos faltó.

─No recuerdo jamás poder sentir emociones tan contradictorias por una misma persona en tan cortos periodos de tiempo.

─Algunas veces olvidas que tienes sentimientos como los seres humanos normales─ respondió.

─Nada que me llene de entusiasmo.

─Escucha, Julián. Reconozco que no he sido la mejor persona. Es más, he sido una mujer bastante ruin y de mierda. Y sé que no es momento de hablar de nosotros, pero siento que debes saberlo, y que debes escucharlo de mí. Desde que llegué, he sentido que te he hecho mal, y que de hecho, creo nunca debí venir a Santana. Creo que no tengo suficiente sangre en la cara.

─A pesar de todo me da gusto verte. Ya habrá tiempo para solucionar lo nuestro. Si es que tiene solución.

─Es en lo que pienso todos los días.

¿Antes o después de que te tiras a Sergio?

Pero despejé rápidamente ese pensamiento de mi mente.

─Perdón por lo de Raquel, no tengo ningún derecho─ continuó.

─Ya no hablemos de eso, Alba. No tengo cabeza.

─Está bien.

Alba había perdido la habilidad de tener las palabras justas en el momento indicado. Era una verdadera lástima.

Al sueño no le costó mucho vencerme. Lo último que recuerdo es estar abrazado de ella respirando acompasadamente, en sincronía y en paz.

Desperté casi cuatro horas después, pero parecía que sólo había pasado treinta minutos. Estaba de mal humor, cansado y con una muy dura erección matutina. El cabello de Alba desprendía su típico olor a vainilla y flores y yo lo acaricié instintivamente. Después de eso, ella también despertó.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora