12.1

6 0 0
                                    

XII.

"Que nunca fue un problema aceptar el caramelo de un desconocido, / que lo grave es aceptar las hostias de quien conocemos." – No me llores.

─¿Acaso no te gustaría que la Tierra tuviera dos lunas?

─¿De qué estás hablando?─ repliqué, entre risas─. Finalmente has alcanzado aquél nivel de locura.

─Es que no le has dado suficiente vuelta al asunto, piénsalo.

─Mejor te escucho. Me gusta tu voz.

Ella se sonrojó y siempre diré que es lo más bonito que mis ojos han visto.

─Una seguiría teniendo el mismo color amarillo grisáceo –podemos regresar a eso, a qué color crees que tiene la luna–, y la otra podría ser color cobre, o azulada. Y que entonces, cuando la marea esté alta, tenga efectos opuestos en la una y la otra. O sea, ¿te imaginas ese espectáculo? Mientras la luna de siempre esté en cuarto menguante, la otra en creciente y así sucesivamente. ¡Sería estupendo! Y la gente escogería su luna favorita dependiendo del día y del color que refleje su estado de ánimo.

─Lamento decepcionarte Albita, pero creo que la única que se detendría a pensar en esas cosas serías tú. A ninguna otra persona le interesa nada de esas cosas que dices.

Ella se quedó en silencio y miró a la nada, muy meditabunda.

─S-sí. Me parece que tienes razón. Pero es una lástima. Una de las cosas más bonitas que tiene esta vida y a nadie le importa.

─¿Y cuál sería tu luna favorita?

─¿Crees que tendría una luna favorita? O sea, después de todo lo que te he dicho, crees que sería una sola.

─Dime tú si me equivoco.

─Sí tendría una favorita. Y ya sabes que es la cobre o azulada. Depende del color que Dios quiera darle.

─¿Por qué esa?─ le pregunté, pero yo ya sabía la respuesta.

─Porque siempre estoy triste.

─Me gusta tu tristeza. Pero me inquieta saber que aun estando conmigo estás triste.

─¿Ves? A nadie en el mundo le gusta la tristeza de otro ser humano, por eso te amo. Y, ¿cómo podría decirlo? Creo que desde que estás mi tristeza dejó de llamarse así. Ahora es más como nostalgia.

─Me habría gustado que me lo dijeras antes.

─Lo sé, lo lamento.

Me levanté con algunas perlas de sudor en la frente. Nunca antes había soñado con Alba, ni siquiera cuando estaba con ella y eso hizo que mi pecho sintiera un peso encima. Me quedé mirando el techo un largo rato y supuse que sería uno de aquellos días en los que no querría hacer nada.

Había pasado una semana desde la muerte de mi primo y todo había seguido rayando en la normalidad. Claro que yo estaba un poco ausente, pero en general, la vida seguía pasando.

No había visto a Alba desde el día del entierro. Ni en la universidad, ni comunicado con ella de ninguna manera. Esto fue, hasta antes de ese sueño.

El ambiente de la universidad estaba muy tenso en las últimas semanas, así que para salvaguardar el bienestar de los estudiantes y evitar cualquier desgracia, declararon paro y teníamos esa semana de vacaciones.

Pero yo no toleraba quedarme en casa, así que después de mucho pensarlo, decidí olvidar ese sueño, ir por mi bata blanca y hasta el hospital. Algo que solíamos hacer los estudiantes de medicina era entrar a hurtadillas a un hospital, hacernos pasar por internos y hablar con los pacientes para conocer casos interesantes y adquirir destrezas médicas.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora