Capítulo 2, Decepción y furia.

61.5K 2.2K 362
                                    

La actitud de mi madre en vez de mejorar, cada vez empeoraba.

Seguía diciéndome mentiras, ya no paraba en casa, decía que se iba con sus amigas o que iría de compras y al principio hasta le creí pero cuando se convirtió en algo cotidiano, sabía que no era verdad. Siempre llegaba a casa a altas horas de la noche, casualmente ya había cenado y aún estando todo el día afuera, me dirigía dos palabras y se iba a su cuarto para pasar el resto de noche pegada al teléfono hablando por horas.

Ahora se vestía mucho más juvenil, con ropa más ceñida, de diseñador, tacones altísimos, carteras de marca y el cabello siempre arreglado.

Trataba de comprenderla, sabía que la separación le había afectado bastante y estaba superando todo aquel tormentoso pasado. Todo estaba medio normal hasta que la vi llegar con ostentosas flores, regalos y joyas que a simple vista se notaba que costaban un ojo de la cara, desde ahí ya no había más dudas, mi mamá estaba saliendo con alguien y no cualquier hombre, un hombre con demasiado poder.

En mi mente habían dos posibilidades... o mi mamá estaba saliendo con un político corrupto o con un narcotraficante.

Y no sabía que era peor.

Esperaba que fuera un buen hombre al menos con ella y que estuviera a su altura, que la valorará. Me daba un poco de decepción que no me hubiese contado nada, teníamos mucha confianza o al menos eso creía yo. Eso era cuando éramos una familia feliz y unida, pero eso ya quedó en el pasado por lo visto.

Esperaba que todo esto fuera porque quería conocerlo bien para luego presentármelo, no quería llegar a pensar que me estaba haciendo a un lado, que me estaba sacando de su vida.

—Dale, vamos —seguía insistiendo Camile con sus ojos verdes suplicantes manipulándome —tú mamá ni siquiera está en casa, no notará tu ausencia —eso me dolió un poco y ella sonrió apenada disculpándose. Ya sé que durante toda mi adolescencia había anhelado ser libre y hacer lo que se me antojara pero ahora que estaba como un "perrito sin dueño", no se sentía tan genial como yo creía. —Te prometo que la vamos a pasar genial —yo asentí y ella se abalanzó sobre mi.

—Pero primero iré a mi casa, me arreglare y pasas por mi ¿vale? —ella seguía saltando de la felicidad, seguimos planeando algunos pormenores sobre la fiesta y finalmente me acercó a mi casa en su auto.

Camine por la acera mientras pisaba las hojas secas que habían caído de los árboles, estábamos en otoño y las calles estaban inundadas de ellas. Finalmente llegue a la recepción y salude a los del servicio. Subí por el ascensor y entre al departamento. Como de costumbre, no había nadie.

Salí del baño, tras darme una larga ducha y esparcí toda mi ropa sobre la cama para mirar que podría ponerme, después de pasar horas midiéndome mil atuendos y haciendo montañas de desorden sobre el suelo, creí que era conveniente un vestido negro ceñido y corto que me había puesto como mucho dos veces y estaba perfectamente arrumado en mi armario pero que para esta ocasión me caía de maravilla, debido a que el lugar al que iríamos era todo menos normal y ordinario. La puerta principal se abrió y salí algo alarmada para ver quién era. Mi mamá dejó sus cosas encima de la mesa de vidrio y vino a mi para saludarme.

—Hija ¿cómo estás? —preguntó mientras me daba un beso en la mejilla sonriente y relajada.

—Bien, gracias —respondí cortante fingiendo una sonrisa. Una llamada entró en su celular y como era usual, se disculpó y se fue al balcón a atender la llamada. Rodé los ojos y me encerré en mi cuarto sin querer perder mi tiempo esperándola, es obvio que tardaría horas.

Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora