Capítulo 24, Desesperante realidad.

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Salí de la universidad más temprano que de costumbre debido a que el profesor de la última hora, el de Estadística, no había asistido y cancelaron la clase, dejándonos salir a mediodía.

Tome el metro con Stella, Camile y Channel, otra compañera. Cada una se fue bajando en la estación que le correspondía y de últimas me quedé yo, me baje y camine sin prisa por las calles, disfrutando del ambiente tan ameno y tranquilo que hacía, a esta hora el tráfico no era para nada pesado, había poco flujo de personas también y el sol estaba en todo el centro del cielo iluminando así hasta el más recóndito lugar de la ciudad. Todo parecía indicar que este día iba estupendo.

Llegue a la recepción y salude al portero, subí el ascensor sonriente, sin saber por qué me sentía feliz. Saque mis llaves y abrí la puerta, deje mis cosas sobre la mesa del comedor y me tire sobre el sofá feliz. Me deshice de mis zapatos mientras miraba encantada la ciudad desde el gran ventanal de la sala. Estaba mirando el cielo pensando en mil cosas y a la vez en nada cuando escuche unos ruidos extraños y me senté sobresaltada. Aguarde en silencio intentado agudizar mis sentidos, en este momento en especial el del oído y de nuevo escuche algo al fondo. Segundos más tarde, volvió a sonar.

Definitivamente no estaba sola.

Alarmada me levante hacia la cocina y agarre algo con lo que pudiera defenderme, tome un cuchillo y un martillo que encontré en un cajón que había, camine sigilosa buscando de donde provenían los ruidos. Era de la habitación de mi madre.  Me pegue contra la puerta para escuchar y logre oír mejor, me aleje sorprendida parecían...

Parecían... ¿Eso eran gemidos? ¡No! ¡A lo mejor había escuchado mal!

Me volví a acercar y comprobé que no había escuchado mal. Eran gemidos... De mi madre.

Esto era asqueroso en todos los sentidos.

Pero ¿mamá? ¿Qué hacía en casa tan temprano? En ese momento en el que miles de dudas se acumulaban en mi mente escuche como chillaba y gritaba su nombre.

Tonny.

Y caí en la realidad.

Ahora no sentía asco o vergüenza. La sangre hirvió por entre mis venas y quería derrumbar esa puerta a golpazos. ¡No podía estar cogiendo con él! ¡Esto no podía ser cierto! ¡No! ¡No! ¡Y no! Y ahora ¡¿Qué carajos hacia yo aún aquí escuchándolos?! Y lo que era peor ¿por qué me importaba? ¡Yo no sentía nada por él! Me repetía una y otra vez pero por más que lo hiciera la ira me carcomía junto con los celos.

El solo hecho de imaginarlo con otra mujer me sacaba de si pero que fuera con mi propia madre, lo hacía aún más extraño, por supuesto. Sentía celos injustificados, él no era mío, era de ella. Pero en el fondo quería que fuera mío, mío, solo mío aunque debía aceptar que no era así. Frustrada, confundida y sumamente enojada me fui hacia la sala y busque mi celular, saque los audífonos y me eche sobre el sofá, escuchando música a todo volumen. Cada vez que se cambiaba la canción podía escuchar los fuertes gemidos y jadeos que lanzaban, respiraba profundo y me calmaba, nada podía hacer yo por lo que era absurdo concentrarme y torturarme con ello.

Escuchaba Do I Wanna Know.

Esa canción me encantaba, a mí parecer tenía un toque sexual y por partes me hacía sentir identificada, esta me logro prender completamente.

Lo que me faltaba... Quería tirarme por el balcón ¡Ahora estaba con ganas y excitada!

¡¿Podía pasarme algo peor?!

Y lo que era más irritante era que quería tenerlo a él, al novio de mi mamá, metido entre mis piernas mientras me penetraba con fuerza haciéndome retorcer del placer... Hasta mis mejillas se habían ruborizado por el rumbo que estaban tomando mis pensamientos, cerré los ojos intentando calmarme y "enfriarme" un poco pero al tener todo en negro lo único que conseguí fue ver su rostro celestial en todos lados, su perfecto físico a mi merced, solo para mí.

Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora