Capítulo 39, Quiero jugar... Contigo.

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—Bárbara, apúrate —me llamó mi madre desde la cocina.

Me hice una coleta alta, tome mi celular y mi bolso. Salí y me encontré con ella quien apenas me vio me entrego un vaso de un jugo espeso de color verde.

—¿Qué es eso? —pregunte con cara de asco. No tenía buen aspecto realmente.

—Una bebida energética y saludable para antes del gimnasio.

—No, gracias —la rechacé con desagrado provocando la mirada reprochadora de mi madre quien se la bebió entera.

De solo verla pasándose ese líquido asqueroso me dieron nauseas.

—Vamos, se nos esta haciendo tarde —me apuro y salimos directo a los autos.

En menos de media hora, llegamos al club que había acabado de abrir, por lo tanto muy pocas personas lo estaban circulando, aún era muy temprano pero a pesar de eso mi madre quería haber dormido aquí si hubiese podido. Estaba algo obsesionada con su físico en las últimas semanas. Se la pasaba haciendo ejercicio, dietas, tomando bebidas que la adelgazarán, masajes e incluso la escuche hablar de unas inyecciones que para mí eran una exageración. Mi madre era linda pero ese no era el problema realmente, ella lo sabía, solo que quería lucir de veinte años y dar reversa a su edad era algo imposible.

Hacia la rutina como si fuese una físico culturista, se sobrepasaba en lo que su cuerpo podía resistir y a ciencia cierta ni ella sabía que resultados esperaba obtener.

—Tu mamá anda algo eufórica con el ejercicio ¿no? —murmuró Andrew, nuestro entrenador personal.

—Si —acepte. —Si hubiese una bebida que la rejuveneciera y adelgazara ya las habría comprado todas, créeme.

Seguimos riendo mientras me contaba sobre sus conquistas, corríamos en las caminadoras sin poder parar de hablar ni por un segundo aún sabiendo que eso nos fatigaba mucho más rápido. Pero al final, chismear lo valía.

—Puede que sea por tu padrastro —confesó muy seguro de lo que decía.

—¿A qué te refieres? —lo mire confundida.

—Digo, tu mamá tal vez intenta lucir guapa y joven para él —insinuó y comprendí cuál era su punto. —Leí hace un par de días que los hombres buscan tener aventuras después de los cuarenta, al parecer se agobian de sus vidas y compañeras sentimentales, buscando así una mejor amante fuera de casa.

—Pero no llevan ni un año de casados.

—¿Será que no tiene una amante y tu mamá está sospechando? —sugirió pensativo y yo entré en pánico por su suposición. Me encogí de hombros desviando mi nerviosa mirada. —Si yo fuese mujer y lo viese por la calle, me le lanzaría encima y no lo soltaría. Es un bombón —agregó y yo me partí de la risa.

—Pervertido.

—No me culpes, nena. Esta muy bueno —se defendió.

Me quede pensando en lo que dijo Andrew y decidí que debía tener una de esas charlas en donde mi mamá me expresaba sus pensamientos, hacia un buen tiempo que no compartíamos una charla amena de madre e hija, para ser más exactos desde que Tom se convirtió en su esposo.

Atravesé el gran salón en busca de mi mamá, ya se podía notar un flujo más grande de personas, llegue hacia la clase de rumba y aerobicos en la que se encontraba ella. Estaba acompañada por otras diez mujeres y unos siete hombres, entre ellos Tom. Me sorprendí al verlo, supuse que se la pasaría todo el día trabajando en su oficina pero aquí estaba. Me acerqué a ellos lentamente ya que aún no me habían visto, llegue por sus espaldas y sonriendo los salude cariñosamente.

Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora