Capítulo 22, Provocaciones peligrosas.

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La luz que entraba desde mi ventana me estaba cayendo en todo el rostro haciéndome revólver en busca de un poco de oscuridad para poder seguir con mis placenteros sueños.

Entreabrí de a poco los ojos somnolienta y me encontré con el cuarto complemente iluminado, no había opción de seguir durmiendo. Me senté desperezándome y no sentí ni rastro de mis cobijas, como era costumbre estaban tiradas sobre el suelo; note la presencia de alguien desde la puerta y me gire sobresaltada creyendo que era algo psicológico pero abrí bien los ojos y mire atenta, percatándome de que no era nada imaginario.

Él estaba allí de pie recargado sobre el marco mirándome sonriente.

La única reacción que ejecutó mi cuerpo fue agarrar con dificultad una de las cobijas y cubrirme debido a que estaba prácticamente desnuda, apenas me cubría una pequeña blusa y unos delicados panties. La noche había sido calurosa por lo que preferí dormir con poca ropa solo que no creía que recibiría una visita como esta al despertarme.

—¿Qué haces? —le grite impactada por su presencia.

—Ya, relájate. No vi nada que no haya visto antes —me reprochó y mis mejillas se ruborizaron un poco.

—¿Y mi mamá? —le pregunte peinando mi cabello con mis dedos intentando matar los nervios que sentía al verlo con su traje, tan elegante como siempre en frente, tan hermoso y poderoso.

—Fue a buscar a tu abuela y tus tías —explicó mientras se acercaba a la cama, instintivamente retrocedí quedando pegada contra la cabecera de esta. —Tranquila, yo no muerdo —se burló.

—¿Qué pretendes?

—Nada, quiero saludarte —se encogió risueño.

—Jódete. Está bien que tengo que disimular delante de mí madre pero no más —le aclare y su sonrisa se ensombreció.

—Maleducada —bufó. —Un saludo no se le niega a nadie... —Se acercó más y más.

—Para —le ordene con los bellos de punta.

—Mira que podemos aprovechar hasta que tu mamá venga –soltó y en un impulso en el que ni procese lo que iba a hacer, la palma de mi mano se estrelló bruscamente contra su mejilla, provocando un sonido contundente, que lo hizo ladear el rostro. Lo mire asustada cuando caí en cuenta de lo que acababa de hacer y por cómo iba a reaccionar ante mi fuerte golpe, solo tenso la mandíbula y se levanto sin mirarme. Noté como respiraba pesadamente aún dándome la espalda, se tomó unos largos segundos y finalmente se volteó más sereno.

—Levántate y arréglate. Iremos al club —me ordenó calmado.

—¿A qué club?

—Al que yo pertenezco. Rápido, no te vamos a esperar todo el día —me advirtió y yo rodé los ojos haciendo que una pequeña sonrisa se escapara de su boca.

Camino hacia la puerta y salió cerrando a su paso, me levante buscando mi bata levantadora y me fui directo hacia el baño.

Me bañe con prisa, enjabone mi cuerpo, estaba concentrada esparciendo el shampoo por mi cabello con los ojos cerrados por el miedo a que se metiera en uno de estos cuando escuche el ruido de la puerta chocando contra la pared.

Abrí los ojos de golpe y al verlo allí de pie, observando encantado la escena desde hace un par de minutos, me tape como pude mis pechos y me gire.

—¡¿Qué te pasa idiota?! —grite histérica mientras él reía divertido. Abrí la puerta de vidrio de la ducha y comencé a arrojarle con mi mano libre los tarros y todas las cosas que habían sobre el mueble.

Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora