Capítulo 27, El gran día II.

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Las manos me sudaban, temblaban mis rodillas, con la piel erizada, un gran vacío en el pecho y un nudo en el estómago.

Así estaba yo esperando a que me dieran la indicación de que debía entrar, esperaba detrás de la puerta de vidrio que daba la vista directamente hacia la ceremonia. Los nervios me estaban comiendo viva y no hallaba la hora en que entrara por esa puerta mi abuela para indicarme que debía salir y unirme con los demás, desfilando hasta llegar cerca al altar donde debía detenerme y quedarme allí, en primera fila, torturándome, como si me fuesen a sentenciar de por vida. Necesitaba despejar mi mente, en lo último que quería pensar era en lo que estaba sintiendo con todo esto, debía salir y actuar como la hija orgullosa, decente y ejemplar que estaba acompañando a su madre en el día más importante de su vida.

Después tendría tiempo para pensar en todo mientras ellos estuvieran en la luna de miel.

Algo se atragantó en mi garganta cuando pensé en esa palabra, debía detenerme con esos pensamientos porque no me terminarían haciendo nada bien.

Mientras esperaba recargada contra la pared por alguna razón una canción de Taylor Swift se me vino a la mente, me imagine hasta un video ya que la ocasión se prestaba perfecto para Speak Now, bueno, no era exactamente igual pero se parecía en lo que mis deseos exigían que sucediera, que él se arrepintiera y me prefiriera a mí pero eso jamás iba a pasar y debía aceptarlo. Cuando mi mente seguía vagando y especulando sobre cosas sin sentido que nunca ocurrirían, entró mi abuela nerviosa en el salón y me observó de pies a cabeza.

—¡Pero mira que hermosa estas! —exclamó entusiasmada.

—Abuela no vayas a llorar —le advertí y ella limpio delicadamente sus ojos.

—Deja, que está vieja es bien sentimental. Estas preciosa mi niña —me abrazo cariñosa.

—Gracias abuela, tú estás súper linda también. Apuesto que hasta conseguirás cientos de pretendientes aquí —bromeé.

—No cariño, yo solo ame y amo a tu abuelo aunque él ya no este con nosotras, ya estoy muy grande para esos amoríos baratos —se rió y yo asentí.

—Los amores de antes sí que eran verdaderos —murmuré en medio de un suspiro. —No como ahora...

—Hablaremos después del condenado amor, ahora hay que ir a acompañar a la loca de tu madre que decidió ponerse de romántica y adolescente un poco tarde —se burló y las dos reímos.

—¿Ya es hora? —le cuestioné nerviosa y justo en ese momento comenzó a sonar la música, indicando que la ceremonia daba inicio.

—Es la hora —afirmó dándome una palmadita en el hombro tierna. —Nos vemos mi niña, debo salir ya —se despidió y salió junto con el resto de mi familia y las damas de honor, que entraban como si fuesen de la realeza por el majestuoso camino que habían formado. Eran alrededor de unas veinte mujeres las que caminaban en fila con sus vestidos de un amarillo pastel y todas con un pequeño ramo en su mano derecha. Sonreían cual si fuese un reinado y como era un evento con personas de clase, eran muy pocos los que las aplaudían y les chiflaban halagándolas, solo mi familia lo hacia realmente. Era increíble ver el choque social tan brusco.

Llegaron al final y se acomodaron en sus respectivos asientos a los laterales. Eso indicaba que era mi momento.

Abrí la puerta y camine con firmeza hacia mi destino. Todos estaban expectantes por ver quién aparecía por el hermoso arco adornado de rosas blancas. Mis tacones resonaron en el duro vidrio que formaba el camino. Sentí demasiados ojos observándome, viéndome como caminaba lentamente, al principio solo me limité a mirar a los demás sin detenerme en un punto fijo pero conforme me iba acercando nuestras miradas se encontraron inevitablemente y no vi a nadie más, por más que intentaba no podía despegar mis ojos de él. Me miraba con una sonrisa de medio lado cargada de sensualidad y simpatía, sus ojos brillaban y lucía celestial con el hermoso azul de fondo. Llegue hasta el final donde aguardaban él y el padre. Pase por su lado y respire para intentar calmarme y concentrarme en cada cosa que iba a hacer, hasta en cada mirada que haría. Me hice al otro extremo suyo, aguardando a que entrara la esperada novia. La música cambió, la banda aceleró el compás de los instrumentos tocando la típica música con la que camina siempre una novia.

Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora