Capítulo 18, Preparando la gran cena.

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—¿Qué es todo esto? —Miré extrañada a mi madre al ver todas esas cajas y arreglos florales invadiendo la sala.

—Es para esta noche —explicó sonriente y yo seguí sin entender. —La cena Bárbara, ¿lo habías olvidado?

—Si... —me encogí de hombros y seguí hacia la cocina para comer algo, mi estómago gruñía.

Abrí la nevera y saque la jarra con jugo, las tostadas y la mantequilla.

—¿Sabes cuántas calorías tiene todo eso? —me reprochó a mis espaldas mi madre y yo rodé los ojos. Cuando estaba a punto de responderle que no me importaba en lo absoluto, habló antes. —¿Esas son las pijamas que pediste por internet? —me evaluó sorprendida y yo asentí. —Pero Bárbara ¡no te cubren nada! —dijo histérica.

—Me veo sexy ¿no? —me burlé y ella siguió con los nervios alterados.

—No es el punto —me regaño.

—¿Y qué tiene de malo? Solo vivimos las dos, tú eres la única que me las va a ver, ya cálmate —la tranquilice y me dirigí hacia el comedor para disfrutar de mi comida.

—No por mucho tiempo... —murmuro y creyó que no la había alcanzado a escuchar aunque no había entendido que quería decir, preferí ignorarla.

El resto de la mañana me la pase vagando de un lado a otro, me recosté, dormí, comí y más tarde me bañe mientras mi mamá hacia mil cosas al tiempo planeando todo sobre la cena, era muy perfeccionista y simplemente nada podía fallar esta noche.

El error no estaba entre sus planes.

—En unos minutos llegará una señora que me colaborará con la comida, por favor debes estar pendiente del teléfono por si llaman desde recepción para que la dejen entrar —pidió mi mamá al entrar al cuarto. Asentí mientras seguía viendo televisión recostada en la cama. —¿No puedes estar mejor en la sala? —me preguntó. —Van a a asear tu habitación y es más incómodo si estás aquí —dijo y al instante entró la señora que de vez en cuando nos colaboraba con el aseo de la casa.

—Bueno, no estorbaré —acepte y salí con la toalla en mi cabeza, esperando a que se me secara el cabello.

Me recosté nuevamente sobre el sofá, prendí la TV y me conecte en el celular, hablaba con mis amigas, a la vez con Toby quien estaba ansioso por la cena de esta noche, tanto que no sabía ni que ponerse. Me mando fotos de su ropa y yo simplemente le dije que se pusiera algo con lo que se sintiera cómodo pero él seguía indeciso. Era una cena normal, mi mamá era la que exageraba la ocasión, su novio era una persona como cualquier otra, ni que fuésemos a recibir al presidente, al Papa o algo así.

El timbre del teléfono sonó y yo me levante a contestarlo.

—¿Si? —dije atendiendo la llamada.

—Es de recepción, llego un encargo dirigido al apartamento 305 ¿le permito al mensajero subir? —preguntaron desde el otro lado de la línea.

—Si, que pase. Gracias —colgué y me volví a sentar.

¿Un encargo? ¿Qué? ¿Acaso mi mamá se había enloquecido? Ya era suficiente con todas las flores, las velas y todo eso que estaba esparcido por todo el apartamento.

Alguien tocó en la puerta sutilmente y me levante a abrir. Me encontré con un chico joven que traía un gran ramo de rosas, lo deje pasar para que depositará el ramo en cualquier lugar de la sala. Firme la lista de entrega y lo despedí en la puerta.

El ramo era precioso, adornado únicamente con rosas blancas, lo admire por unos largos segundos hasta que me entro la curiosidad por saber quién era, quién lo había mandado. Busque torpemente la tarjeta o algo que me diera un indicio de la persona que lo había enviado, finalmente encontré un pequeño papel duro que contenía un mensaje y un nombre. Lo despegue intrigada y al leerlo, sentí como si un balde repleto de agua helada me hubiera caído encima.

Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora