Capítulo 17, Solo mío.

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—No Bárbara, no te perdonare el haberme dejado plantado, esperando por ti —seguía mi padre recalcando mi error o más bien mi olvido. —Es que no tuviste ni la decencia de llamarme a cancelar —se quejó.

—Ya te dije que no fue mi intención, solo se me pasó avistarte; Stella me necesitaba, estaba teniendo problemas en su casa, con su familia y fui a ayudarla, a estar con ella como ella lo hizo durante el divorcio y todo ese proceso por el que pase; luego llegue en la noche y mi mamá estaba hecha un mar de lágrimas ¿qué podía hacer? ¿Dime? No las iba a dejar tiradas —exagere un poco más de la realidad pero en parte era cierto.

No era como si lo hubiese hecho a propósito.

—Todo cambia si lo explicas y claro que te entiendo hija pero a la próxima me llamas y me avisas, de paso me cuentas que te encuentras bien, estaba muy preocupado —Se sentó a mi lado y me acarició el cabello. —¿Tú mamá estaba llorando? ¿Por qué? ¿Le sucedió algo malo? —Desvió el tema.

Sabía que papá aún amaba demasiado a mi madre pero él tenía claro que ella jamás lo perdonaría.

—No, bueno, peleo con su novio y como anda como una típica adolescente enamorada pues estaba algo afectada pero no fue nada grave, al otro día se arreglaron —le explique tranquilizándolo un poco.

—Ah, ya veo... ¿Y ella lo ama mucho, no? —preguntó curioso y yo me encogí de hombros desinteresada.

—Si, supongo.

—Bueno ¿quieres ir a comer? —dijo cambiando de tema y yo asentí, estaba hambrienta. —Hay un nuevo restaurante italiano, que inauguraron apenas el domingo y me han dicho que la comida es como para chuparse los dedos ¿te animas a ir?

—Si, dale. Vamos —acepte con mi estómago gruñendo exigiendo que lo alimentarán.

Salimos de la oficina de mi padre en el auto y nos dirigimos hacia el nuevo restaurante, el recorrido fue corto ya que mi padre trabajaba en el centro de la cuidad en el congreso. Tenía un buen puesto pero se la pasaba mucho tiempo clavado en el trabajo, eso fue una de las razones del distanciamiento y la separación de mis padres. Por eso, un momento como este, lo tenía que aprovechar al máximo, no todos los días podía tenerlo compartiendo un almuerzo conmigo.

Llegamos a la gran entrada del lujoso restaurante, mi padre le entregó las llaves del auto a uno de los chicos que se encargaban de estacionar los autos y los dos entramos animados. De inmediato nos dieron una mesa al fondo, en la esquina, eran de las pocas que quedaban; el lugar estaba a reventar de personas adineradas alimentándose. Muchas personas se quedaban mirándonos, al principio creí que era por nuestra vestimenta o comportamiento pero al final por el tono elevado de una señora deduje que era porque creían que mi papá era "mi novio" y no mi padre.

—Qué ridícula es la gente, creyendo que los dos salimos, si tú eres una bebé y yo un viejo decrépito —soltó burlón y yo fingí una sonrisa mientras intentaba no atragantarme con mi comida. —¿Quién va a tener un alma tan perversa y podrida para meterse con una chica que podría ser su hija? —negó con la cabeza desconcertado y tuve que tomar un sorbo de vino para bajar el nudo en mi garganta.

Termine de comer mi spaghetti y me dispuse feliz a disfrutar de mi delicioso postre, había ordenado un brownie caliente con helado de vainilla, mi preferido. Estaba deleitándome con cada trozo que metía a mi boca, concentrada y teniendo mis cinco sentidos puestos en esto, finalmente se termino y triste tuve que dejar el plato a un lado.

—¿Ya terminaste hija? ¿Nos vamos? —interrumpió mis pensamientos mi padre.

—Si, claro —asentí y él se levanto hacia el baño mientras yo me quedé esperándolo, distrayéndome con el celular.

Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora