Capítulo 35, Descubriendo la verdad.

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Sentía el agua aceptando mi cuerpo mientras éste se sumergía, el clima era cálido y mi mente necesitaba este tipo de relajación, me daba paz física y mental.

La piscina sin duda era uno de mis lugares favoritos. En estos últimos días había cargado con mucho estrés, llevaba un peso sobre mis hombros intentando explicar y mentir ante las frecuentes preguntas que todos a mi alrededor me hacían casi a diario, sabía que ellos notaban el cambio tan brusco que había experimentado en los últimos meses, por más que intentaba ocultarlo debía aceptar que no era y no podía ser la misma de antes por más que quisiera. Todos me notaban más distante y sumida en mi misma, introvertida y muy pensativa pero si supieran cuales eran las verdaderas razones, me entenderían...

No podía ser así porque simplemente no podía decírselo a nadie. Era el paradigma que me estaba matando.

Ayer con Tom había vivido uno de los momentos más atemorizantes de toda mi vida, haber escuchado a mi mamá afuera de la puerta preguntando por los dos mientras estábamos semidesnudos jadeando me hizo querer morir y desaparecer lentamente. Logramos mentir y sobrellevar la situación, mientras él salió, se la llevó y la distrajo, yo salí corriendo fijándome en que no me viera y baje a la sala apurada, aunque logramos engañarla había tenido mucho miedo de que nos descubriera ¿qué hubiese pasado? ¿Cómo hubiese reaccionado? ...

No me lo quería ni imaginar. Por suerte el resto de la noche y en la mañana mi mamá no se le despegó e incluso se fueron juntos al trabajo, lo cual agradecía en el fondo, lo último que quería era tener que lidiar con él porque cuando estaba cerca simplemente me hacía débil y perdía mi determinación de vengarme por haber jugado conmigo.

Después de pasar alrededor de unas dos horas en el agua, nadando y tomando el sol, salí y me dirigí hacia mi cuarto para ducharme y asearme. Me tomé mi tiempo debido a que era sábado y no había ningún tipo de presión, no tenía nada que hacer. Una vez termine decidí ir a la cocina, a comer algo y me encontré con Martha quien preparaba el almuerzo concentrada.

—Señorita Bárbara, ¿quiere algo? —preguntó apenas me vio asomarme en la puerta.

—No Martha, tranquila. Voy a buscar algo de comer pero no se preocupe, yo lo puedo hacer —le expliqué. Sabía que ella nos colaboraba en los quehaceres de la casa pero tampoco significaba que nos tuviese que hacer todo, no era justo para ella y tampoco me gustaba sentirme inútil.

—Bueno señorita, pero si necesita algo no dude en decirme —aceptó y yo asentí sonriente. —Por cierto, el señor Hans llamó y preguntó por usted, al parecer le escribió pero no obtuvo respuesta y estaba algo preocupado —rodé los ojos fastidiada.

No quería hablar con él ¿por qué no podía entenderlo?

—No escuche el celular —mentí.

—Eso le dije yo pero él sabe que no es así. Y no es que quiera meterme, ni invadir su privacidad pero la entiendo, esta situación debe ser muy difícil de manejar para usted —confesó compresiva y yo suspire asintiendo.

Nunca había pensando en esto pero ella sabía toda la verdad, me entendía y sabía que podía confiar en ella... Hablar con ella me serviría demasiado, no me juzgaría y me permitiría desahogarme y vaya que lo necesitaba.

—Lo es Martha, créeme. Ni te imaginas cómo fue cuando descubrí que él era precisamente el hombre con el que mi mamá estaba saliendo, las cosas empeoraron con el tiempo, se comprometieron y ahora vivimos juntos... —negué aún sin poder creer todo este drama y ella me miraba comprensiva.

—Para todos fue una gran sorpresa... Recuerdo la noche en la que el señor llego fuera de sí, cuando lo descubrió —soltó y yo la mire extrañada.

Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora