Capítulo 12, Excitante rebeldía.

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Sentía como su tersa mano subía y bajaba por mi muslo, acariciándome sin prisa, con calma, disfrutando de cada movimiento. Yo solo observaba sonriente, me encantaban sus caricias. Tenía mis piernas enroscadas con las suyas, con mis pechos al aire y aún agitada por la ardiente escena que habíamos acabado de protagonizar en su cama. Él estaba con el cabello alborotado, desnudo igual que yo, recargado sobre su brazo y parecía feliz, relajado.

—¿Tienes horas? —interrumpí ese mágico momento y él frunció el ceño aunque no me estaba mirando.

—No —respondió cortante.

—Tengo que irme, ya anocheció —dije mientras miraba por la ventana.

Intente levantarme y zafar mis piernas de su agarre pero sus manos me lo impidieron, me rendí y lo mire seria.

—Suéltame —le pedí paciente.

—No, no quiero que te vayas —soltó desafiante y lo mire sorprendida.

—No te estoy preguntando si estás de acuerdo, me sueltas que me tengo que ir —exigí algo molesta y él siguió ahí, sin inmutarse. —¿Qué te crees? ¿Acaso piensas que porque mandas a todo el mundo, también tienes poder sobre mí? A ver, ubícate —le reproche orgullosa y como pude, me libere de su cuerpo, me levante y busque mi ropa enojada.

—Tu eres mía y eso no lo puedes negar —aseguró con ese tono egocéntrico que solía usar y que yo tanto odiaba mientras se incorporaba.

—Que ego tan grande te mandas ¿no? —Se encogió de hombros con una sonrisa amarga y me observó atento mientras me ponía la ropa rápidamente.

—Tu eres la que te encargas de eso, niegas lo evidente. —Lo fulmine con la mirada y justo cuando camine hacia la puerta a punto de estallar y echar humo por las orejas me agarró del brazo y me detuvo. —No sé si aún no me has entendido pero tú de aquí no te vas —murmuró en mi oído, su voz gruesa y autoritaria hizo que un gran escalofrío atravesará mi espalda, haciéndome odiar a mí misma por eso.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Obligarme? ¿Secuestrarme? —Me gire y fije mi mirada furiosa en sus insolentes ojos.

—Si tengo que llegar hasta ese punto, si.

Le iba a responder que era un maldito ególatra pero en ese momento mi celular comenzó a sonar dentro de mi bolso.

—¿No vas a contestar? Puede ser tu estúpido novio —escupió sarcástico y rodé los ojos alejándome de él, caminando hacia el baño.

Busque el celular y lo saque, era mi mamá. Tragué saliva y conteste.

—Hola mamá.

—Hola hija ¿dónde estás? Ya es tarde.

Iba a responder pero me quede con la palabra en la boca al ver como Tom me quitaba el celular de la mano y lo tomaba. Me quedé boquiabierta y justo cuando él iba a hablar me le abalance encima y logre quitárselo.

—¿Qué mierda haces? ¿Estás loco? —susurré histérica. Sin esperar una respuesta por su parte, corrí hacia el baño y me encerré. Vi que estaba la llamada seguía aún así que me prepare para inventarle una buena mentira a mi mamá.

—¿Hija? ¿hija? ¡Contéstame! ¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Bárbara? —alegó histérica y yo suspire tomando fuerzas.

—¿Hola? ¿Si? ¿Mamá?

—Si, aquí estoy cariño.

—Perdona es que atravesé un túnel y se fue de a poco la señal, te escuchaba lejos, pequeños murmuros. ¿Ahora puedes oírme?

Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora