Me pican los ojos, pero ninguna lágrima cae de ellos, llevan secos demasiado tiempo. Estoy recostada en mi cama boca arriba, viendo el techo sin mirarlo, o mirándolo sin verlo, no lo sé. No siento nada. Ni miedo, ni tristeza, ni bronca. Estoy vacía, total y completamente vacía. Solo han pasado algunas horas desde el entierro de mi madre. Su calvario ha terminado, ya no tiene que seguir sufriendo por culpa de ese monstruo. Si es que ella aun podía sentir, creo que estaba tan vacía como yo.
Cierro los ojos intentando recordar algún momento del pasado donde fui feliz, pero, por más que lo intento con todas mis fuerzas, esos recuerdos no vienen a mí. Han quedado enterrados bajo mucho dolor, sufrimiento y lágrimas. Todo por culpa de él. No sé cuánto tiempo llevo en esta posición, debería haber reaccionado, debería haber huido, lejos, rápido. Pero ni siquiera prevalece el sentido de supervivencia. Qué objeto tiene, no queda mucho que salvar.
Un fuerte ruido hace que vuelva de mis cavilaciones, creo que ha sido un portazo. Miro hacia mi puerta, está cerrada y trabada con una silla. Debo haberlo hecho por inercia, porque no recuerdo haberla trabado. Pasan unos segundos y sus gritos se escuchan fuertes desde la planta baja, me llama, me busca. No pasa mucho tiempo hasta que escucho sus torpes pasos en la escalera, lo oigo tropezar y maldecir. Está borracho, para variar.
Otros segundos más y golpea suavemente a mi puerta, llamándome con un tono que intenta ser delicado e incluso amoroso. Nada más lejos de la realidad. No hay una milésima de bondad en él, solo intenta llegar a mí, pero no voy a caer, hace tiempo que ya no lo hago. Miro hacia la ventana, es la única vía de escape. Mi habitación está ubicada en un primer piso, pero no sería la primera vez que salgo por ahí.
La manija de la puerta se mueve, intenta abrir, pero la silla se lo impide. Golpea un poco más fuerte esta vez, ya se está impacientando. Respiro hondo y miro a mi alrededor, no hay mucho que necesite llevarme de aquí. Me levanto y voy hacia mi armario arrastrando mis pies, tomo mi mochila y meto ahí tres mudas de ropa, un abrigo, algo de ropa interior, mis documentos, mi celular, mis All Stars y los pocos ahorros que tengo. De la cómoda tomo mi neceser, donde tengo algunos medicamentos, algo de maquillaje y elementos de aseo personal. Los golpes en la puerta son cada vez más fuertes, al igual que sus gritos, sé que la silla no va a resistir mucho más.
Me dirijo hacia la ventana, pero me detengo a unos pasos, voy hacia mi mesita de luz y saco del fondo del cajón esa vieja fotografía que atesoro escondida ahí. Ya está desgastada, pero es la única que tengo de los tres, él quemo todas las que había en la casa. Vuelvo a dirigirme hacia la ventana, saco ambas piernas hacia afuera y salto hacia el patio. Ni siquiera lo pienso dos veces, no me importa lo que pudiera llegar a pasarme, a ésta altura, todo me da igual.
Caigo y ruedo sobre el césped del jardín frontal de la casa, golpeándome fuertemente el tobillo izquierdo, pero me levanto ignorando el dolor y comienzo a caminar sin rumbo. No miro atrás, lo único que me retenía en ese infierno era mi madre y ella ya no está. Llegó mi tiempo de marcharme también.
Nuestro barrio es de clase media, de gente trabajadora. Sus calles suelen estar llenas de niños que juegan o andan en bicicletas, pero debido a la hora, no hay nadie a la vista. Está un poco fresco, estamos a principios de junio y el invierno ya está sobre nosotros. Aun así, no lo noto, hace mucho más frío en mi interior. Llevo media hora caminando, sé que me estoy adentrando a un barrio marginal, pero no me detengo ni cambio de rumbo.
Aquí las calles son de tierra y las viviendas son precarias. Hay algunos chicos jugando en la calle, adolescentes fumando y tomando en las esquinas, y algunos hombres y mujeres de diferentes edades tomando cerveza o mate en la puerta de sus casas. Se escucha música que proviene de alguna que otra casa o auto.
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Despertar a la Vida (#Wattys2016) SIN EDITAR
RomanceElla necesitaba desesperadamente volver a sentir. El no quería volver a sentir nunca más en su vida. Dos vidas, mucho dolor y sufrimiento. ¿Cómo amar cuando se teme decirlo y duele sentirlo? Un encuentro que los llevara por un camino de sanación. ...