Capítulo 8

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Tenía toda la intención de volver a casa, estaba enojado. No, enojado no, dolido. Sí, me dolió que pensara así de mí. Pero tampoco podía culparla, no me conoce y lo poco que vio de mí hasta ahora podría llevar a cualquiera a la misma conclusión.

No suelo preocuparme por lo que los demás piensen de mí, no me interesa el qué dirán, pero extrañamente su opinión si me importaba. Ella me está mirando expectante y yo todavía intento lidiar con todo lo que está pasando por mi mente.

—¿Qué es lo que me querías mostrar? —me pregunta tímidamente.

—No puedo decírtelo, tenes que verlo —digo mientras vuelvo a dirigirme hacia la moto—. Este es el taller de un amigo, le pedí prestada su moto.

De pronto me encuentro dándole explicaciones, yo nunca doy explicaciones, pero la necesidad de contárselo es más fuerte que yo.

—No hace falta que me expliques nada.

—Lo sé, solo quiero que lo sepas —la interrumpo algo enojado, pero no con ella, sino conmigo mismo por actuar así.

Saco la moto a la calle y luego entro a apagar la luz, salgo y cierro el portón. Me subo y le doy arranque a la moto, luego me giro hacia ella y le hago señas para que suba. Sin decir nada se monta detrás de mí y siento como se remueve tratando de acomodarse, sé que está buscando de donde agarrarse y eso hace que sonría sin poder evitarlo.

—Agarrate de mi —le digo girando levemente mi rostro hacia ella. Ella duda solo unos segundos y luego pasa sus brazos por mi cintura—. Sostenete fuerte, esta pequeña vuela.

Siento como aprieta su agarre a mi cintura, esto se siente realmente bien. Sacudo la cabeza tratando de alejar estos pensamientos y acelero por las calles rumbo al límite norte de la ciudad. Son las nueve y media de la noche, a estas horas no hay nadie por ahí, las carreras clandestinas comienzan después de media noche, así que tenemos las calles para nosotros solos por un rato.

La noche está fresca, así que decido ir despacio así el aire fresco no se cuela por nuestras ropas. Cuando llegamos paro la moto en medio de la calle, el lugar está rodeado de galpones y fabricas. Como me lo suponía está completamente desolado.

—Llegamos —le digo mientras le pongo el pie a la moto y le indico que nos bajemos.

Ella mira a su alrededor con curiosidad, pero no noto temor alguno en su mirada.

—¿Dónde estamos?

—Estamos en las afueras de la cuidad, en este lugar se suelen correr carreras clandestinas, pero eso ocurre después de media noche. Como veras, tenemos el lugar para nosotros solos.

—¿Entonces qué hacemos acá? Evidentemente no me trajiste a ver una carrera.

—No, no te traje a ver una carrera, te traje para que manejes la moto.

Abre los ojos como plato y mira de mi a la moto.

—No se manejar una moto.

Su cara es un poema por lo que trato de contener una sonrisa, aunque no con mucho éxito.

—Vamos, no es tan difícil —la aliento.

—En serio, no creo que sea una buena idea, no quiero romper la moto de tu amigo.

—Eso no va a pasar, tranquila.

—¿Y por qué me trajiste a manejar una moto?

—Hoy me dijiste que darías lo que fuera por sentir algo, intento ayudarte con eso.

—No entiendo ¿Cómo se supone que manejar una moto me puede ayudar? —noto la confusión en su rostro.

—La adrenalina —le digo intentando explicarle mi idea—. La velocidad, el riesgo, esas cosas pueden provocarlo, no es algo que puedas controlar, es una reacción a un estimulo, creo que es una buena forma de empezar ¿no?

Despertar a la Vida (#Wattys2016) SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora