Capítulo 4

8.6K 731 95
                                    

Me encuentro acostado del lado derecho de mi cama, ella lleva varios minutos en silencio. Sé que está evaluando que hacer y por eso prefiero hacerme el dormido, para que no se sintiera presionada. Al rato, noto que apaga la luz y luego se acuesta a mi lado. Unos segundos después, la escucho darme las gracias.

Es la primera vez que la escucho decir esa palabra, quizás solo la dijo porque me creyó dormido. No entiendo todavía porque la traje acá, nunca había permitido que alguien entrara a mi santuario, menos a una mujer. Y acá estamos, los dos acostados en mi cama, de espaldas y en silencio. El cansancio me pesa, pero, aun así, no logro dormirme. Trato de entender mi necesidad por ayudarla, de entender porque no pude con la idea de saberla sola allá afuera.

Quizás fue por esa actitud tan indiferente hacia todo, ver que tenía tan poco aprecio por su seguridad y su vida me habían hecho sentir responsable, en cierto modo, por ella. Empiezo a divagar y a preguntarme por el tipo de vida de mierda que le habrá tocado vivir, como para convertirse en ese ser vacío, era evidente que sufrió mucho. Poco a poco, el sueño me va venciendo, hasta quedarme profundamente dormido.

Un ruido en mi habitación me despierta de golpe, entreabro mis ojos sin moverme, para no alertar al intruso. No sé quién se atrevió a entrar a mi casa, pero estoy seguro como el infierno que se va a arrepentir de haberlo hecho. Cuando noto que el intruso está cerca, me levanto de golpe, tirándolo e inmovilizándolo en el suelo. Ella emite un quejido y es ahí cuando la reconozco.

—¿Qué es lo que pasa con vos? ¿Estás loco? —pregunta, mientras trata de zafarse de mi 

—Perdón, olvide que te había traído. Nunca traigo gente a mi casa, por lo que reaccione cuando escuche los ruidos —respondo, un tanto avergonzado por mi reacción.

La suelto y me levanto. Le ofrezco mi mano para ayudarla, pero la ignora levantándose por su cuenta.

—Está bien, no hay problema. Espero que no te moleste que me haya dado una ducha.

Noto que tiene el pelo mojado y lleva puesta las mismas calzas de ayer, pero se cambió la remera. 

—No, para nada —le digo, mientras me dirijo hacia la kichinet—. ¿Queres desayunar? Creo que tengo algo que pueda servir por acá.

—No, yo ya me voy —dice, mientras comienza a recoger sus cosas.

—¿Vas a volver a tu casa? 

No sé de donde sale tanta curiosidad, pero tengo la necesidad de asegurarme de que va a estar bien.

—No, ya te dije ayer que no pienso volver ahí.

—¿Y qué pensas hacer? ¿Vagar por ahí sin plata? Esta no es una buena zona para andar sin rumbo y como dijiste vos, sin guita, no podés ir a ningún lado.

—Me las arreglare.

—¿Cómo te la estabas arreglando anoche? 

Sé que lo dije en un tono despectivo, pero no pude evitarlo. Me irrita que tenga esa actitud.

—Quizás, si no hubieses aparecido, me hubieras hecho un favor, y estoy segura que a vos también.

—No entiendo porque hablas así... ¿Tan mala es tu vida como para desear acabar de ese modo? —ella me mira y noto resignación en su mirada—. Mira, sé que no es mi asunto, es tu vida, cada uno se maneja como quiere y puede. Pero sos una mujer joven, te aseguro que allá afuera todavía hay mucho que espera por vos. Supongo que tendrás tus motivos para no querer volver a tu casa y lo entiendo. Yo mismo hui de la mía a los veintidós, sé como se siente el no querer estar más en un lugar, el querer olvidar y dejar todo atrás. Pero no arriesgues tu vida y tu bien estar quedándote acá, andate lejos y rehace tu vida.

Despertar a la Vida (#Wattys2016) SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora