¡No lo puedo creer! Me trajo al parque de diversiones, jamás me lo hubiera esperado. Vamos caminando por la calle principal que lleva hacia la entrada y está bastante concurrida. El olor dulzón de los puestos de golosinas me envuelve y me tienta. Sin pedirlo ni esperarlo vienen a mi algunos recuerdos, estuve acá, mis padres me trajeron cuando tendría unos diez años. Miro a mí alrededor y otros maravillosos recuerdos me invaden. La felicidad que sentí ese día es casi palpable y eso remueve muchas cosas dentro de mi. Al fin un recuerdo feliz de mi infancia.
Cierro los ojos y inspiro profundamente, el olor a algodón de azúcar invade mis fosas nasales. El recuerdo de mi papá comprándome uno viene a mí, incluso su sabor es palpable en mi boca y la imagen de mi madre retándome por ensuciarme me hace sonreír sin que pueda evitarlo. No me doy cuenta que me detuve en la mitad del camino hasta que Adrian me habla.
—¿Todo bien?
—Sí, disculpa, es solo que recordé algo.
Caminamos siguiendo el torrente de personas que se dirige al parque, el cual ya se puede ver desde donde estamos. La montaña rusa roja y la rueda de la fortuna es lo que más se distingue desde acá. La emoción que estoy sintiendo me abruma, me siento como aquella niña que alguna vez fui. A medida que nos acercamos a la entrada se hace más difícil avanzar, hay demasiada gente, en su mayoría familias con sus hijos o grupos de varios adolescentes descontrolados. Adrian me agarra de la mano y me arrastra hacia una de las filas para poder pagar la entrada.
—¿Ansiosa?
—¡Mucho! —no puedo evitar sonreír de oreja a oreja.
—¿Te dijeron alguna vez que tenes una sonrisa hermosa?
Siento como el fuego quema mis mejillas, no puedo creer que acaba de decirme eso.
—También te ves hermosa cuando te pones colorada —me guiña un ojo y yo me derrito por dentro.
—Gracias.
Eso es lo único que atino a decir ya que estoy demasiado nerviosa, avergonzada y atolondrada por sus palabras. Por suerte la fila avanza rápido y pronto nos encontramos frente a la ventanilla.
—Dos entradas por favor.
Adrian paga por las entradas y vuelve a tirar de mi hacia los molinetes que dan ingreso al parque. Entrega nuestros tickets al de seguridad y pasamos una vez que las chequeo. Adentro es un mundo de gente que va y viene, chicos que chillan y corren de un lado al otro seguidos de sus padres. La emoción y la adrenalina es palpable en el aire, tanto que es contagiosa. Caminamos entre el gentío aun tomados de la mano, supongo que es para no perdernos. Me pregunto si quienes nos ven pasar piensan que somos pareja, porque a simple vista lo parecemos.
—¿A dónde queres ir primero? —me pregunta levantando un poco la voz para que pueda oírlo.
—No lo sé ¿La rueda de la fortuna? Desde ahí podemos ver todo el lugar y así va a ser más fácil elegir a que atracciones subirnos.
—Ok, me parece una excelente idea.
Nos dirigimos hacia la cola para subir a la atracción elegida, por suerte no hay mucha gente aunque la fila se mueve lentamente. Casi una media hora después nos encontramos esperando nuestro turno para subir. Observo la rueda girar lentamente, es bastante alta y cada vez que se detiene las sillas oscilan en un vaivén que me resulta un tanto peligroso. Siento como Adrian me agarra de la mano tirando de mi para avanzar, estaba tan perdida en mis pensamientos que no me había dado cuenta que era nuestro turno. Nos sentamos y el chico que maneja la rueda baja la baranda de protección.
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Despertar a la Vida (#Wattys2016) SIN EDITAR
RomanceElla necesitaba desesperadamente volver a sentir. El no quería volver a sentir nunca más en su vida. Dos vidas, mucho dolor y sufrimiento. ¿Cómo amar cuando se teme decirlo y duele sentirlo? Un encuentro que los llevara por un camino de sanación. ...