Cuando las farolas se encendían y la oscuridad estaba ya acomodada yo salía a recoger los cansancios de trabajadores de la rutina, algunos qué otros golpes recibí,
Pero jamás un abrazo,
Era tan grande el cansancio qué rodear con los brazos resultaba agotador,
Por lo tanto se limitaban a golpear con palabras o sonreír con tal tristeza qué me hacía romper en llanto.
-CASR.