Mares vacíos, llenos de agua,
Las gaviotas en el muelle haciendo ruido por tanta soledad Y las olas queriendo escapar de su hogar.
Pasan los días detrás de mi ventana empañada, y las gotas de lluvia cantan para morir.
Los vientos del puerto llegan a mi cuarto y me arrullan.
Entre lágrimas y libros paso el invierno qué me cala los huesos.
El viernes me recuerda al velador qué murió de falta de amor,
Por lo qué sé... de amor nadie se muere, pero a falta de este, esa es otra historia.
Mis versos como café me calientan la boca, el alma, la vida, y mientras los años pasan y me sanan las heridas unas nuevas se abren y sangran hasta volverse a curar.
El alimento qué me mantiene se llama letras y no se come con cereal.
Vivo a tientas entre morir para resucitar, y es cierto qué soy poeta, día nublado, locura, pocas veces me mantengo con cordura y la sensura nunca fue mi fuerte,
Tengo romances hasta con el viento qué me rosa las pestañas y me baña con su brisa primaveral.
No, no estoy para querer.
Yo soy querer, aunque no me quieran, doy sin esperar y espero sin avisar.
Ando por las calles con el cuerpo medio vacío y la mente en desborde de letras qué un día serán caricias de rayo de luna,
Acaricio las dunas de arena qué se escapa como mi musa un día.
.- Hubo una vez un pescado.- grito en la arena del mismo malecón, donde nos besamos las llagas y construimos calor con nuestras lenguas rosadas.
Eres.
Soy.
Somos entre verdad con adorno.
Somos arte.
En el mar vacío lleno de agua, vida y sal, o lágrimas amargas.