Si existiera al menos una manera de encontrar razón a la tristeza, fuera más ligera mi carga.
No se bien si sentir enferme... pero lo que siento, me mata, me mata.
Estoy atada de pies y manos en un lugar donde nadie me escucha, donde nadie me ve, mis lágrimas se han congelado y mis ojos cristalizado, pero sigo aquí.
Tengo las rodillas hechas gelatina, pero pese a todo siguen firmes.
Ya no recuerdo cuando fue qué llegué aquí, sólo se qué esta sonrisa pierde brillo por cada minuto qué pasa, y yo sigo aquí, con la soga al cuello y los pies al suelo queriendo cortar la cuerda qué la detiene y deja escapar otro suspiro de mi boca.
No estoy triste, sólo estoy cansada de sentir tanto... uno después de muerto deja de ser muchas cosas, deja de sentir muchas cosas, y olvida.
Y con eso a la sombra de cualquier olvido a uno después de muerto también lo olvidan.