Capítulo 27

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Elizabeth despertó por el constante ruido que se escuchaba en todo el castillo. Pasos, murmullos, voces, nadie parecía dejarla dormir en el día de su boda.
-¡Arriba, arriba! - Escucho la voz de Rosemary, "¿Es que esta mujer siempre está feliz?" Pensó Elizabeth.
-Es muy temprano.- Dijo tapándose la cabeza con la almohada.
-¿Temprano? ¿El día de tu boda? Por favor, no me hagas reír. Además es casi mediodía. -Dijo Rosemary quitándole sus sábanas.
-Voy a matarte por eso. -Dijo Elizabeth enojada, con su voz somnolienta.
-Podrás hacerlo definitivamente a partir de mañana, luego de que consumes tu matrimonio. - Dijo Rosemary con una sonrisa burlona.
-Puedo hacerlo ahora con mis propias manos. -Dijo Elizabeth levantando su cabeza, despeinada y ojerosa. Rosemary rió.
-Vamos, tienes que bañarte. Llamaré a las doncellas que preparen tu baño. -Dijo Rosemary y se retiró del cuarto. Elizabeth sabía que volvería pronto, así que se sentó en su cama, intentando despabilarse. Se había casado el día anterior y ya debía hacerlo nuevamente.
-¡Elizabeth! Todo el reino espera por ti, todos quieren ver a la mujer más hermosa del mundo vestida de novia. -Dijo Lady Annabeth, la cuál estaba más emocionada que todas las demás, entraba por la puerta de la habitación seguida de tres doncellas que prepararían el baño. -Hija mía, tu cabeza es un desastre. -Dijo su madre haciendo alusión al peinado de su hija.
-No la escuches, eres linda despeinada.- Dijo su hermana sonriéndole. Elizabeth adormilada y bostezando intentó devolverle la sonrisa.
-Pero serás más hermosa cuando te hayas cambiado y retocado esos cabellos.-Dijo Rosemary con una sonrisa.-  En serio, ¿Qué te sucedió anoche?
-Yo creo que siempre se ve hermosa. -Dijo Jon, apoyado en el marco de la puerta de brazos cruzados con una sonrisa. Se acercó hasta ella y le dio un beso en los labios -Buenos días mi amor.
-Buenos días. - Dijo Elizabeth con una sonrisa.
-Ah, a él sí le sonríes y lo tratas bien.- Dijo Rosemary, fingiendo estar ofendida.
-Él me deja dormir y no me quita las sábanas. -Dijo Elizabeth levantándose de su cama.
-Muy bien. Su alteza, como su cuñada y mejor amiga de Elizabeth, debo pedirle que se retire, debemos preparar a la novia para esta noche. -Dijo Rosemary a Jon con una sonrisa.
-De acuerdo, me iré. Te veré luego Effy. -Dijo Jon.
-Te veo en el altar. -Se despidió Elizabeth.
Se dirigió al baño y observó su cara en el espejo. Ahora entendía porque todas hacían comentarios de su cabello. Estaba enmarañado y totalmente desprolijo, había mechones de cabello que parecían mantenerse flotando en el aire sin ninguna explicación. Entró en la bañera, la cual estaba repleta de agua tibia y pétalos de rosas. La bañaron y le cepillaron el cabello, la perfumaron y salió de allí como nueva.
-Ahora si estoy hablando con la bella Elizabeth. -Dijo Rosemary sonriente.
-Bien, comencemos con esto.-Dijo Elizabeth respirando profundamente.
-Traigan el vestido.- Dijo su madre a las doncellas, las cuales salieron a buscarlo.
-¿A caso no usaré el mismo que anoche?
-¿Qué? Oh no querida, no digas tonterías. -Dijo Rosemary.
-¿Qué tenía de malo el de ayer? -Preguntó Elizabeth confundida.
-Nada, era bellísimo. Pero una reina no repetirá su vestido de casamiento. - Dijo Sansa Stark, que entraba a la habitación seguida por Arya.
-Incluso yo quiero verte usando el vestido nuevo. -Dijo Arya.
-Y la corona, no puedes escapar de ella hoy. -Dijo Rosemary.
-De acuerdo, tráiganme el vestido y la corona, estoy a su disposición. -Dijo Elizabeth.
Tres doncellas traían la caja con el vestido, la cual no parecía ser tan pesada, pero era enorme. Lo quitaron de su empaque, y Elizabeth no podía creer la cantidad de piedras que tenia.
-Son diamantes. -Dijo Rosemary con una sonrisa de oreja a oreja.
-Y aún no has visto el largo de la cola. - Dijo Angelique.
-¿Cómo se supone que llevaré eso? -Preguntó incrédula Elizabeth.
-Sobre tu cuerpo, por supuesto. -Respondió Rosemary con sarcasmo. -Bien, ¿Qué esperan? Manos a la obra.
Peinaron, maquillaron un poco para resaltar sus ojos y vistieron a Elizabeth.
Completamente blanco, con un corsé repleto de diamantes, y unos cuantos en la parte más baja de la falda y la cola, la cual tenía por lo menos 2 metros de largo. Era el vestido más ostentoso que Elizabeth había visto jamás. Pero no bastaba solo eso. Con su cabello recogido, llevaba la corona, de plata y diamantes.
-¿No es demasiado? Siento que puedo alimentar a todo Poniente si vendiera lo que traigo puesto.
-Quizás para una Lady sería demasiado, ¿Pero para la reina? Jamás.- Dijo Sansa, quien la miraba sonriente.
-Yo... Me siento fuera de lugar. No tengo madera de reina. -Dijo Elizabeth algo incómoda.
-Por el contrario Lady Elizabeth, serás la mejor reina que haya habido en Poniente en ya muchos años. -Dijo Lord Tyrion quien recién entraba a la habitación. -Luce usted muy hermosa.
-Muchas gracias Lord Tyrion. Aunque aún no me acostumbro a la corona.
-Te acostumbrarás pronto, y a reinar también.-Dijo con una sonrisa de lado. -Ya es tiempo, el reino está esperándote, al igual que el rey.
-¿En serio debo usar esta corona? La de Jon es mucho más... Discreta.-Dijo Elizabeth con una mueca.
-Pero él es el rey. Tú por el otro lado, eres su reina. -Dijo Sansa. 
-Y la reina más hermosa de todas debe lucir algo casi tan hermoso como ella. -Continuó Rosemary con una sonrisa en el rostro. Elizabeth suspiró.
-De acuerdo, la usaré. - "Ya que todos mis intentos de librarme de ella han fallado" Pensó Elizabeth.
-Muy bien, todas las damas presentes en la habitación, excepto Lady Elizabeth, retírense al Gran Septo. -Dijo Lord Tyrion y todas las mujeres se retiraron, no sin antes abrazar y desearle suerte a Elizabeth. - Usted mi Lady vendrá conmigo, su padre la esperará en la puerta del Septo.
Elizabeth siguió a Tyrion Lannister hacia el carruaje que los esperaba para llevarlos. Observó por la ventanilla la multitud de gente que se encontraba en las calles, esperando el gran momento. "Ellos son mi pueblo, lo serán a partir de hoy" Pensó.
-No se asuste- Dijo Tyrion como si le hubiera leído el pensamiento. -Ellos la adorarán.
-¿Cómo lo sabe? -Preguntó Elizabeth.
-No conozco una persona que no lo haga.
Al llegar, Lord Tyrion la ayudó a bajar del carruaje. Se enfrentó cara a cara con la estatua de Baelor el Santo, y pudo observar atrás de esta el enorme edificio. Sintió un mareó y rápidamente se sostuvo del carruaje para no caer, sus nervios se incrementaron, no quería entrar, todo el reino estaría allí observándola.
Caminó junto a Lord Tyrion hasta donde su padre la esperaba. Los dejó solos y entró al Septo.
- No he dormido en toda la noche, pensando en como te entregaré a este hombre, en cómo entregaré a un hombre a mi pequeña niña. -Dijo su padre mientras le colocaba la capa de su casa. - Ahora entiendo que ya no eres mi pequeña niña, eres toda una mujer, y que te convertirás en nada menos que la reina.
-Siempre seré tu pequeña niña padre, eso jamás cambiará. -Dijo Elizabeth con una sonrisa y los ojos cristalinos. Su padre la abrazó y beso su frente.
-Lo sé hija mía, lo sé. Eres mi tesoro mas preciado. -Lord Fredderick soltó a Elizabeth, le ofreció su brazo y las puertas se abrieron de repente, revelando a toda la gente del reino que se encontraba. Las piernas de Elizabeth temblaron. -Se valiente mi niña. - Dijo su padre.
-No dejes que caiga. -Suplicó Elizabeth.
-Jamás lo haría. -Dijo su padre y caminaron por toda la multitud.
Sus ojos se encontraron con los de Jon, que lucía apuesto e imponente junto al Septon Supremo. Al verlo, todos sus nervios desaparecieron, y fueron reemplazados por una profunda sensación de alegría. Cuando estuvieron frente a las escaleras, su padre le quitó su capa y beso su mejilla. Jon tomó la mano de Elizabeth y juntos subieron hasta estar frente al Septon. Luego colocó la capa de los Stark sobre los hombros de Elizabeth.
-Aquí a los ojos de los Siete, y de todo el reino de Poniente, se encuentran estas dos almas que se unen como una sola, por toda la eternidad.- Dijo el hombre mientras les colocaba el lazo uniendo sus manos. - Mírense el uno al otro y digan las palabras.
-Padre, madre, doncella, guerrero, vieja, herrero, desconocido. Yo soy suyo, y él es mío. Desde éste día, hasta el fin de mis días. - Dijeron ambos al unísono. Luego se besaron, y los aplausos de todo el reino retumbaron en el Septo.

Don't deserve you.  (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora