Capítulo 34

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Pasaron unos días más y Jon aún no despertaba. Las personas ya comenzaban a creer lo peor, el pueblo empezaba a temer la ausencia de su rey. Y, como la reina se negaba a gobernar sin su rey, las cosas solo iban de mal en peor. Llamaron a una reunión del consejo para poner fin a esta situación.
Elizabeth fue obligada a separarse nuevamente de la cama de su esposo, bañarse, cambiarse e incluso utilizar esa ridícula corona que tanto odiaba para asistir a un consejo del que no quería ser parte. Se encontraban allí Tyrion Lannister, Petyr Baelysh, Robb Stark, Varys, el Gran Maestre Pycelle y Jaime Lannister. Todos estaban sentados en una mesa, esperando a que Elizabeth tomara el lugar de Jon en la punta de esta. Lo hizo porque no había otro lugar y su espalda la estaba matando, pero si no hubiese sido el caso se habría quejado.
-Muy bien, ahora que esta la reina, ya podemos comenzar. -Dijo Tyrion sentado desde la otra punta.
-De acuerdo. Comiencen. -Dijo Elizabeth.
-Su alteza... -Comenzó Pycelle a hablar casi en un susurro, parecía temer a la reacción de Elizabeth. -Creemos... Es decir, nosotros suponemos que... Usted no estaría cumpliendo bien su... Bueno, su rol de reina...-Finalizó.
-¿Mi qué? -Preguntó Elizabeth.
-Lo que el maestre Pycelle tan trabajosamente intento decir su alteza, es que necesitamos que se ocupe del reino. - Dijo Petyr Baelish con una sonrisa. -El pueblo la necesita su alteza, ahora más que nunca.
-Mi esposo es el rey, él es quien gobierna. -Dijo Elizabeth colocando su mano en su inmenso vientre. -Yo solo soy su mujer.
-Sí su alteza, mi hermano Jon es el rey. -Dijo Robb intentando encarar la situación de la mejor manera para no molestar a Elizabeth. -Pero al casarse con él, usted aceptó ser la reina, por lo que debe gobernar en ausencia del rey.
-La mano del rey es quien gobierna en ausencia del rey. -Dijo Elizabeth tercamente. - Él puede encargarse, a mi no me necesitan.
-Así es, la mano gobierna en ausencia del rey. -Dijo Tyrion. -Pero una mano no puede sostener sola a todo un reino. Necesitamos su ayuda.
-¿Para qué me quieren a mí? No hay mucho que pueda hacer, si quiera puedo moverme sin que se me parta la espalda del dolor.
-Necesitamos que por lo menos le demuestre al pueblo que estamos bien, que su reina puede encargarse de los asuntos hasta que el rey se recupere. Que el reino es fuerte, que no estamos en crisis. -Dijo meñique.
-¿Cómo pretenden que haga eso? - Preguntó Elizabeth seria.
-Simplemente siéntate en el trono y encárgate de esas benditas audiencias, para empezar. - Dijo Jaime Lannister.
-¿Sentarme en el Trono de Hierro? - Preguntó Elizabeth incrédula. - Ninguna reina jamás lo ha hecho.
-Serás la primera entonces. -Dijo Petyr Baelish
-No quiero sentarme allí, no me corresponde hacerlo, no es mi lugar. El único que puede sentarse en el trono en ausencia del rey es la mano. -Dijo Elizabeth.
-Si un rey está inconsciente, y quien ocupa su lugar en un gnomo, nadie se sentirá calmado. -Dijo Jaime. -Sin ánimos de ofender hermano.
-¿Y cuanta protección puede llegar a darles una reina embarazada?-Preguntó Elizabeth.
-Más de la que crees. -Dijo Tyrion.-El pueblo la adora, su belleza cautiva a todos, más aún sabiendo que carga al heredero al trono. Les da esperanza. -Elizabeth se quedó pensativa, no quería gobernar, no quería sentarse en el Trono de Hierro, ese no era su lugar, era el de Jon. Pero aquel era su pueblo, y estaba en crisis. No tenía tiempo para una guerra civil, además sólo serían un par de horas y luego volvería al lado de su esposo.
-Lo haré. -Dijo finalmente. -¿Cuándo será?
-Lo más pronto posible.- Dijo Robb
-Hoy mismo. -Replicó Jaime. Elizabeth dio un suspiro.
-De acuerdo.

Hubiera preferido usar cien coronas a la vez que sentarse en ese trono, era increíblemente incomodo, no entendía cómo Jon podía sentarse allí tanto tiempo sin quejarse. Por suerte no se cortó con las espadas, pero de todos modos estar allí era horrible. La gente del pueblo le presentaba sus quejas o problemas, ella intentaba arreglarlos todos, pero algunos eran simplemente estúpidos. Otros solo se presentaban para admirarla, dejarle regalos o decirle lo bella que era. Les agradecía a todos con una sonrisa, aunque la única persona de la que deseaba recibir esos elogios era Jon, y él no estaba allí. Tuvo que contener sus lágrimas muchas veces, incluso tuvo que disculparse y decir que iría al baño solo para llorar un momento. Cuando por fin terminó esa pesadilla, se retiró sin ninguna excusa hacia la habitación con Jon. Cada paso que hacía le dolía, cada respiración, cada lágrima que caía, era como miles de cuchillos en todo su cuerpo.
Se sentó a su lado y acarició su rostro, acomodándole un par de cabellos.
-¿Elizabeth? -Escuchó la voz de Rosemary. - Amiga, ¿Cómo te encuentras?- Elizabeth dirigió su mirada hacia ella, sus ojos estaban vacíos, perdidos en algún lugar.
-Dicen que es un corazón roto, pero duele en todo mi cuerpo. - Dijo en un susurro casi inaudible.
-Pues, hoy lo haz hecho muy bien. -Dijo con una sonrisa a medias intentando en vano levantarle el ánimo. -Luego irás mejorando poco a poco, ya verás.
-No, no lo haré. -Dijo Elizabeth. -Pero seguiré haciéndolo por el reino, por Jon.
-Lamento mucho todo amiga mía. Si necesitas algo...
-Solo... Déjame estar junto a él. -Rosemary asintió y se retiró.
Se quedó dormida a su lado, mientras acariciaba sus negros cabellos. Recordaba sus ojos grises, cuánto anhelaba ver esos ojos en este momento. Pero no, aquellos ojos que tanto adoraba ver estaban cerrados, y temía que jamás volvieran a abrirse. No quería decirlo en voz alta, nadie en el castillo se animaba a decirlo en su presencia, pero ya comenzaban a correr rumores de que el rey no iba a despertar. Si Elizabeth los hubiera escuchado, su mundo se habría caído a pedazos.
Despertó en la habitación, sin nadie a su lado.
-¿Jon? -Preguntó preocupada. ¿Quizás se lo habrían llevado para cambiarle las vendas? No, no creía que fuera eso. -¡¿Jon?! -Ya comenzaba a desesperarse.
La puerta se abrió de repente, y Jon entró caminando por ella. Elizabeth se levantó y corrió a sus brazos.
-¡Estás despierto! -Gritó con alegría mientras lágrimas caían de sus ojos. -No sabes como he sufrido, lo que te he extrañado.- Dijo abrazándolo, pero él no contestó. Se separó de él extrañada. Al mirar los ojos de Jon, no encontró los cálidos ojos grises de su esposo, esos que le recordaban el invierno. Estos estaban vacíos, y le causaron un espantoso escalofrío en todo su cuerpo. -¿Jon? -Preguntó Elizabeth asustada.
-Elizabeth. -Dijo en un susurro, al mirarlo notó el puñal clavado en su cintura, y la sangre cayendo a borbotones.
-No, no, no. -Dijo Elizabeth intentando sostenerlo, pero el peso era demasiado y ambos cayeron al suelo. -¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdenme! -Gritó desesperada, pero nadie acudió. -¡Ayuda!
Despertó exaltada, con el corazón latiéndole rápidamente. Miró a su lado, Jon seguía allí, aún inconsciente. No había despertado, sólo había sido un sueño.

Don't deserve you.  (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora