Capítulo 38

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Despertó a la mitad de la noche, Jon dormía profundamente a su lado. Quería volverse a dormir, pero el recuerdo de Kalem rondando su mente se lo impedía. Sabía que no debía, pero sin embargo se levantó de su cama y se dirigió hacia las celdas, no sin antes colocarse una bata que le cubriera lo que la transparencia de su camisón dejaba ver.
-Su alteza. -Dijo uno de los caballeros que vigilaba las celdas. -No debería de estar aquí a estas horas de la noche.
-Necesito hablar con el prisionero.
-Lo lamento su alteza, pero por su propia seguridad, no sé si puedo permitírselo.
-Soy la reina. -Dijo Elizabeth levantando la cabeza. -Y usted cumplirá mis ordenes. Déjeme ver al prisionero. -El hombre echó un suspiro.
-De acuerdo, pero déjeme que la acompañe al menos. -Elizabeth asintió con la cabeza.
-Está bien. - Dijo y siguió al hombre.
Las antorchas iluminaban el lugar, pero cada vez se hacían más escasas a medida que descendían. Los pisos estaban húmedos, y el silencio de ese lugar era capaz de volver loco a cualquiera. Bajaron varias escaleras, y cada vez era peor. La oscuridad allí abajo era absoluta, o lo habría sido de no ser por la única antorcha que iluminaba el lugar, la cual el guardia llevaba en su mano. Elizabeth hubiera preferido la muerte a estar encerrada en ese lugar.
-Aquí está. -Dijo el hombre dejando la antorcha en la pared. -Le daré unos minutos y regresaré a buscarla, estaré aquí abajo de todos modos. Si algo sucede grite y vendré corriendo.
-Muchas gracias, será algo breve. -Dijo Elizabeth y el hombre se retiró.
-¿Elizabeth? - Dijo Kalem levantando la mirada hacia ella. -¿Realmente eres tú?
-Sí, aquí estoy.
-¿Qué haces aquí? -Preguntó intentando acercarse a ella, aunque las cadenas se lo impedían. Estaba esposado a la pared.
-No lo sé. -Dijo Elizabeth seca, realmente no entendía que la había traído hasta aquí.
-Pues es lo mejor que me pudo haber pasado.- Dijo sonriendo.
-¿Porqué no huiste cuando te lo pedí?
-Porque te amo, nunca podría renunciar a ti.
-Tu amor casi le cuesta la vida al mío.
-Tú no amas a ese hombre.
-Sí Kalem, sí lo amo.
-¿Y porqué estás aquí conmigo, y no en la cama con él como deberías? - Preguntó Kalem, Elizabeth miró sus pies y luego volvió su vista a él.
-Quería entender cómo es que el niño con el que solía jugar de pequeña se convirtió en un asesino.
-No es así como tú lo pintas. -Dijo Kalem.
-¿Y cómo es entonces? Porque hasta ahora no logro comprender.
-¡Yo te amaba, y tú me abandonaste! ¡Me dejaste por otro hombre!
-¿Dejarte? -Preguntó Elizabeth incrédula. -Kalem, tú y yo nunca estuvimos juntos.
-¡Porque tu padre me negó! -Gritó él intentando levantarse, estaba lleno de ira.
-¡Kalem, yo nunca te amé! - En ese momento pudo ver algo romperse dentro de él, lo notó en su mirada.-Lo siento, pero es la verdad.
-Entonces, ahí tienes tu respuesta.- Dijo Kalem mirando hacia el suelo.
-¿De qué hablas?
-Tú me transformaste en lo que soy ahora. -Elizabeth sintió un malestar en su estómago.
-Eso no es cierto y lo sabes.
-¡Sí que lo es!- El susto por aquel grito repentino hizo que Elizabeth cayera al suelo, golpeándose la espalda y la cabeza. -¡Tú maldita perra mentirosa! ¡Todo esto es culpa tuya!
El guardia llego corriendo en ese momento, ayudó a Elizabeth a levantarse y se la llevó de allí, mientras a lo lejos se oían los gritos desesperados de Kalem.
-Mi reina, por todos los dioses. ¿Qué sucedió allí abajo?-Dijo una vez hubieron subido un poco, pero no recibió respuesta alguna. -¿Su alteza se encuentra bien? -Los ojos asombrados de Elizabeth se dirigieron hacia el agua del suelo y luego al hombre que la sostenía.
-Mi bolsa se rompió. -Dijo mientras intentaba mantener la calma.
-Siete infiernos. Espéreme aquí, iré a buscar ayuda. -Elizabeth asintió con la cabeza respirando profundo, su hijo estaba por nacer, y ella estaba bajo tierra en las celdas.
-Menudo niño inoportuno. -Dijo para sí misma.
El guardia volvió corriendo, esta vez con Sandor Clegane tras de sí. El perro la levantó en brazos.
-Tendrá que disculparme el atrevimiento su alteza. - Dijo Sandor, en un tono algo sarcástico.
-No se preocupe. -Dijo Elizabeth agarrándose de él fuertemente.
Comenzaron el ascenso, el perro corría a una velocidad increíble, pero Elizabeth no podía pensar mucho en ello ya que las contracciones habían empezado. Lanzó un grito de dolor de mil demonios, haciendo que Sandor se apresurase aún más. Llegaron rápidamente, la llevó hacía la habitación más cercana que pudo encontrar.
-Espéreme aquí, buscaré ayuda. -Dijo antes de salir corriendo.
-¡¿Porqué todos siguen repitiendo lo mismo?! - Gritó antes de que otra contracción la hiciera retorcerse.
Los maestres llegaron rápidamente, para administrarle un poco de leche de amapola, seguido de una partera.
-Tranquila su alteza, todo estará bien. -Dijo la mujer intentando calmarla, pero Elizabeth no cesaba.
-¿Dónde está mi esposo? ¡Traigan a Jon ahora mismo! -Gritó con ira, el dolor era impresionante, sentía que se desmayaría.
-El rey ya ha sido notificado, vendrá en un minuto. -Dijo uno de los maestres.
Elizabeth largó un gritó desgarrador y lágrimas salieron de sus ojos, definitivamente este era el peor dolor que había sentido jamás.
La puerta se abrió de repente y Jon apareció tras. Rápidamente se acercó hacia ella colocándose su lado, tomando su mano.-Aquí estoy mi amor, no te preocupes.
-Ahí puedo ver al niño, cuando le diga usted puje. ¿De acuerdo? -Dijo la mujer, Elizabeth asintió. -¡Puje!
Lo hizo con todas sus fuerzas pero no fue suficiente, se necesitaron unas cuantas veces más para que por fin, el niño saliera.
-Es un varón. -Dijo la mujer con una sonrisa.
-¿Escuchaste eso mi amor? Tenemos un hijo. -Dijo Jon, pero Elizabeth no pudo escucharlo porque otra contracción atravesó su estómago. Lanzó un grito de dolor.
-Por todos los dioses, ¡Son dos! -Dijo la mujer dándole el niño a Jon. -¡Puje su alteza, puje! -Gritó.
Esta vez fue un poco más simple, su otro niño salió despedido.
Al escuchar el llanto de sus niños, todo dolor que pudo haber sentido desapareció.
-Esta es una niña.-Oyó la voz de la mujer.
-¿Qué? -Dijo Elizabeth confundida y cansada.
-Son dos mi amor. -Dijo Jon con lágrimas en sus ojos. - Un niño... Y una niña. ¿Ves? - Dijo Jon mostrándole a su niño en brazos. Elizabeth soltó una pequeña risa seguido de lágrimas de emoción cuando la partera le entregó a su niña en brazos.
-Son dos. -Dijo en un susurro con una sonrisa en sus labios. -Y son nuestros.
-Sí mi amor, lo son. Son nuestros hijos. -Dijo Jon, y acercó su rostro al de Elizabeth para besarla.
Ambos eran idénticos, e iguales a su padre. Excepto por sus ojos, azules zafiro, como los de su madre. Sin duda alguna, este era el momento más feliz de su vida.

Don't deserve you.  (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora