12 de junio 2013
Elina.
Eric Cohen había cumplido su palabra y ahora era tiempo de que yo lo hiciera trabajando para él estando completamente sobria. Seis meses de rehabilitación en uno de los centros más caros de Nueva York pagado por Cohen, me costaría toda la vida pagarle cada centavo que había gastado en mí. Desde el momento en el que había regresado a la mansión de los Cohen había entrenado entregando todo de mí prometiéndome ser la mejor, mi defensa personal ahora era mejor y Danielle se encargaba de enseñarme a tener mejor puntería.
—Señor Dagach.—lo saludo Danielle.
El hombre me recorrió con la mirada sin ningún tipo de disimulo.
—Señor por aquí.—lo guío una empleada.
Estaba por ir a la habitación que compartía con Kara cuando Eric me detuvo.
—Dúchate, ponte bonita y baja.—sonrió.
—Si.
—Si, ¿Qué?
—Si señor.—susurré.
No me demore mucho en la habitación duchándome y vistiéndome con una de las tantas prendas que había en el closet pues sabía que a Eric no le gustaba esperar y yo no quería poner a prueba su paciencia. Baje yendo al jardín donde se encontraban aquellos dos hombres hablando con total seriedad.
—Señores.—salude antes de sentarme a la derecha de Cohen.
—Dagach hi alfatat alati kunt 'atahadath eanha.
Ella es la chica de la que te hablaba.
Guarde silencio sin entender lo que decía, me acomode incómoda en la silla cuando aquel hombre volvió a recorrerme con la mirada.
—Sa'antaziruk fi alghurfat , la tata'akhr.—se levantó.
La esperaré en la habitación, que no tarde.
Eric asintió y yo le di un sonrisa con los labios juntos aún sin entender nada.
—Escucha.—dijo sin mirarme— vas a ir a la habitación que te diga y harás lo que él quiera.
Sentí como si me hubieran golpeado en el estómago sofocándome, gire mi cabeza a Eric esperando que fuera una broma.
—¿Qué?—mi voz tembló.
—Sirves para mí y ese hombre es importante para un negocio así que ve y haz lo que te pida.—se levantó acomodando su saco— a menos de que quieras recaer.
La sangre se me helo dejándome paralizada, me levanté de la silla yendo detrás de Eric que me llevo hasta la puerta de la habitación donde se encontraba aquel hombre.
—Pórtate bien.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando susurro esas palabras en mi oído, tome una bocanada de aire abriendo la puerta mirando a aquel hombre vestido con unos calzoncillos.
—Cohen no se equivocaba, eres muy hermosa.—se acercó a mí.
Con las yemas de sus dedos recorrió mi brazo hasta el tirante del vestido bajándolo lentamente, apreté la mandíbula con fuerza.
—Baila para mí.—se alejo encendiendo la música.
Lo mire fijamente y lo único que podía sentir era asco y odio, Eric tenía razón al decir que ya me encontraba en el infierno. Baile para aquel hombre siguiendo el ritmo de la música tratando de olvidar su presencia, entre el baile me fui deshaciendo de las prendas de ropa como me lo estaba ordenando entre risas haciéndome saber que estaba disfrutando mi sufrimiento, tomo mi mano tirando de ella para acercarme a él que se pegó a mis pechos tomándolos con fuerza pude sentir como dejaba marcas y yo solo rezaba para que terminara pronto.
Apreté los ojos con fuerza conteniendo las lágrimas, subió por mi cuello posando su mano en mi abdomen antes de inclinarme dejando que mi pecho tocará las sábanas, con sus pies abrió mis piernas aprovechando para pasar su boca por mi sexo con fuerza chupando y mordiendo, apreté con fuerza las sábanas sintiendo como las primeras lágrimas rodaban por mis mejillas.
—Deliciosa.—jadeo.
Me penetró con desesperó entrando y saliendo una y otra vez de mí cegándose por el deseo que cargaba, las caderas comenzaban a dolerme por la fuerza de su agarre, me tomo del cabello pegando mi espalda a su pecho dejando mi oreja a la altura de su boca.
—Eres una puta muy rica.
No demoró mucho en terminar saliendo de mi repartiendo besos alrededor de mi culo subiendo por mi espalda hasta mi nuca.
—Dile a Cohen que el trato está cerrado.—se rio.
Espere a que se marchara para vestirme rompiendo en llanto de rodillas en el piso. La puerta se abrió y yo no hice el intento de cubrir mi cuerpo maltratado, Kara me miro un segundo y estiro su mano donde una pequeñita pastilla blanca yacía.
–Tómatela.
Me paso el vaso con agua, coloque la pastilla sobre mi lengua y me la pase dando un gran trago a el agua.
—No puede hacer esto, es un hijo de puta.—dije controlando los sollozos.
Kara no me miraba, si fuera ella tampoco lo haría, me daba asco. Me levanté del piso limpiando las lágrimas llena de rabia, tome mi vestido y de un tirón me lo puse.
—Es un hijo de puta.—salí de la habitación con Kara detrás de mí.
Llegué hasta las puertas dobles abriéndolas mirando a una pelirroja que ya había visto antes en entrenamiento arriba de Eric comiéndose la boca.
—No voy a ser tu puta.
Me importo una mierda lo que pudiera pasar. No quería volver a ser abusada.
—Sirvo para ti, trabajo para ti, no soy una puta.—mire a la pelirroja— para eso la tienes a ella.
La pelirroja trato de llegar hasta mí pero él la detuvo.
—Me importa una mierda quien eres Eric Cohen.—lo señale con mi dedo índice— me vale un carajo si me quieres matar o si me quieres volver a drogar pero no volveré a acostarme con alguien por tus malditos negocios.
No deje que dijera algo salí de su despacho azotando la puerta, Kara lucía preocupada pero su semblante cambio de inmediato cuando la puerta se volvió a abrir, me gire a encararlo teniendo un duelo de miradas en el que no me deje vencer.
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Dulce Infierno ©
ChickLitElina Archer está resignada a pasar el resto de su vida con el hombre culpable de la muerte de sus padres y el infierno en la que está obligada a vivir o eso fue lo que pensó hasta que ocurrió lo que ella llamaba "un milagro". La venganza es un plat...