Capítulo 23

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11 de noviembre 2014.

Elina.

Tantos días sin sexo me mantenían de mal humor y no era el hecho de no follar sino no poder hacerlo con Klaus, había pensado en escribirle un par de veces pero el orgullo siempre me podía y terminaba borrando el mensaje apagando el celular para evitar pensar en él, parecía imposible dejar de hacerlo.

–¿Cuándo hablarás con él?–dijo Kara agitada.

–¿Por qué tengo que dar yo el brazo a torcer?

Por fin en todo el tiempo que llevaba viviendo en ese edificio había decidido usar el gimnasio y no era porque me hiciera falta tener condición física pero la abstinencia me mantenía tensa.

–Bueno, no lo sé.

–Es un idiota Kara, un gran idiota.–dije entre dientes.

–Tal vez no supo cómo reaccionar ante tu confesión.–murmuró.

La mire un segundo, tome los audífonos inalambricos y me los puse dando por finalizada la conversación aumentandole la intensidad a la caminadora para comenzar a correr sintiendo como mis músculos comenzaban a calentarse al igual que mi cuerpo que con un solo pensamiento de Klaus se encendía.

Maldito e idiota Niklaus Schwarz.

Escuchaba mi respiración acelerada por encima de la música que me atrevesaba los oídos pero no me detuve, necesitaba sacarlo de mi mente, de mi cuerpo sin embargo todo mi ser se resistía a qué eso sucediera.

Sus labios recorriendo mi piel.

Sus ojos azules.

Los trazos en su piel.

Apreté los puños con fuerza agobiada sintiendo como mi entrepierna se entumecia ¡Tenía que ser una broma!, no podía mojarme solo con su recuerdo.

Detuve la caminadora cuando las piernas comenzaron a temblarme, me sujete del tablero tratando de recuperar la respiración pero cada vez se me dificultaba, maldije en voz baja tomando mi botella con agua yendo a la salida del gimnasio olvidandome por completo de Kara que tenía su mirada en mi confundida, subí a él ascensor colocando la tarjeta en el sensor para ir al penthouse necesitando urgentemente una ducha helada.

Al entrar al penthouse me detuve en seco mirando como en la mesa en el living tenía una caja redonda de color negro llena de flores rojas justo al lado había una caja más pequeña del mismo color, con el corazón acelerado la tomé entre mis manos dejando la botella a un lado, al abrirla mire el brazalete de oro blanco con corazones con piedras azules y blancas.

Busque la nota entre las caja hasta encontrarla al borde de la caja de las flores, deje la cajita en la mesa para abrir el sobre sacando a nota mirando su nombre escritorio en letras doradas.

Niklaus Schwarz.

Gire la tarjeta sintiendo nervios de pronto, mis ojos se movían entre líneas y sin poder evitarlo al final termine sonriendo.

«Y tus ojos...

Son azules,
tan profundos como el mar.»

Mire el brazalete con adoración, mi celular comenzó a vibrar iluminando la pantalla con su nombre y está vez no dude en responder.

–Espero que no sigas molesta.–su voz sonaba algo tensa.

–Sigues siendo un idiota.–oculte mi sonrisa.

Había vuelto a caer, todo el enfado que sentía se esfumó en un segundo.

–Salgamos a cenar esta noche.–parecía más relajado.

Dulce Infierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora