05 de noviembre 2013.
Elina.
Kara y yo habíamos logrado comprar un penthouse en Manhattan en el intento de mantenernos lejos de la familia Cohen sin embargo seguíamos yendo a la mansión para entrenar o para recibir órdenes de Eric, en el último año las cosas habían mejorado con Eric con el que por fin había hecho una tregua sin embargo todo lo bueno tenía lo malo, había ganado un aliado pero también un enemigo como lo era Olivia que cada vez que me veía se moría de celos soltando insultos a diestra y siniestra.
—Esta noche llega el cargamento, estamos seguros que no habrá problemas señor.—informo Kara.
—No debemos confiarnos.—le seguí yo— todo parece bajo control pero debemos mantenernos alerta.
—Bien, los quiero a todos en el puerto está noche.—dio por terminada la reunión.
Le sonreí a Danielle con la que ahora me llevaba mejor sin embargo sabía que no podía confiar completamente en ella.
—Elina quédate.
Asentí manteniendome en mi sitio sintiendo la mirada asesina de Olivia sobre mí.
—Olivia puedes retirarte.—le ordenó.
—Te espero para ir a desayunar.—los celos eran evidentes en su voz.
—Esta vez no Olivia.—se colocó la gabardina— Elina, acompáñame.
Salí detrás de él en silencio yendo al garage dónde me abrió la puerta de copiloto de uno de los tantos coches que tenía rodeándolo para subirse.
—¿Qué te apetece desayunar?—dijo encendiendo el coche.
—Cerca del penthouse hay un restaurante con unos desayunos exquisitos.—sonreí abrochandome el cinturón.
—¿Manhattan?
Asentí, sabía que Cohen tenía interés por mí alguna que otra vez habíamos tenido algún roce donde yo imaginaba que era otro hombre y no él, a él lo odiaba con todo mi ser por haber matado a mis padres y a mi abuela, por haberme hecho una drogadicta, por haber abusado de mi, haberme usado para cerrar un negocio, podía llevar la guerra en paz pero el odio jamás iba a desaparecer.
Manhattan era una gran ciudad con edificios maravillosos, el otoño hacia lucir la cuidad preciosa con las hojas de los árboles de un color naranja espléndido.
—Espera.—dijo bajando del coche cuando llegamos al restaurante.
Rodeó el coche abriéndome la puerta, le sonreí en forma de agradecimiento yendo con él al interior del lugar donde una chica me saludo, solía venir seguido con Kara.
—Buenos días, ¿que gustan ordenar?
Eric miraba la carta.
—Lo de siempre y dos cafés por favor.—ordene por ambos.
—Ahora mismo.—se marchó con la orden.
Ignore la mirada sombría de Cohen, sabía que no estaba acostumbrado a que ordenaran por él pero no me interesaba o bueno, no tanto.
—Te encantará.—dije después de un rato.
Otra chica distinta trajo las tazas con café mirando directamente los ojos de Eric que le regaló una sonrisa coqueta, era imposible no mirar a Eric realmente era atractivo y esos ojos azules hipnotizaban a cualquier chica.
La chica se retiró chocando con una silla por seguir mirando a Eric.
—Si que hay mujeres lindas aquí.—bebió de su café.
—No te traje aquí para eso.—reí.
—¿Celosa?—me miró por encima de la taza.
—¿Debería de estarlo?—levante las cejas.
Dió otro sorbo a su café con una sonrisa oculta detrás de la taza.
—Solo tenemos sexo Cohen.—bebí de mi café.
—Somos un buen equipo Elina, como en la cama como en el negocio.
—Lo sé.
Un juego de miradas comenzó pero termino en cuanto la chica que nos había levantado la orden llegó con dos platos iguales, dos tostadas, un huevo estrellado y un poco de aguacate.
—Gracias.—dije por ambos.
—Inna disculpa a mi compañera.—dijo apenada.
Me reí relajada.
—Tranquila, no hay problema.
—¿Por qué no la llamas?—hablo Eric mientras cortaba un pedazo de huevo.
La risa se me acabó mirándolo, Rosy trajo a su compañera que se sonrojo de inmediato al sentir la mirada de Eric sobre ella, sabía lo que tramaba.
—¿Qué te parece salir un día de estos linda?—acaricio su mano.
Mire su toque, lo mire a él y luego a ella. Sentí una punzada en el pecho no iba a permitir que ella entrará a esto.
—Yo... ah...
Discretamente cambie el anillo que tenía en mi otra mano a mi mano izquierda para colocarla encima de la de Eric llamando la atención de la chica.
—Disculpa a mi hombre, le gusta bromear.—sonreí apenada.
Su rostro se volvió rojo de la vergüenza.
—Ahora a desayunar, gracias Rosy.
Ambas chicas se retiraron y yo comencé a devorar el plato sin mirarlo.
—Creí que no estabas celosa.—se burló.
—No lo estoy.—lo mire dando punto final a la conversación.
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Dulce Infierno ©
ChickLitElina Archer está resignada a pasar el resto de su vida con el hombre culpable de la muerte de sus padres y el infierno en la que está obligada a vivir o eso fue lo que pensó hasta que ocurrió lo que ella llamaba "un milagro". La venganza es un plat...