Capítulo 20

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Manhattan
15 de octubre.

Elina.

Los días sin Klaus se sentía cada vez más tristes y aunque de vez en cuando nos mensajeabamos no era lo mismo que cuando lo tenía en carne y hueso frente a mí, contaba los días para que regresará y había dos razones, la primera era porque lo extrañaba y la segunda era porque necesitaba sacar a mis hermanos de América.

Klaus.
¿Extrañandome?

Sonreí.

Elina.
No tanto la verdad.

Klaus.
Ouch.

Me reí mirando entretenida la pantalla del celular.

Elina.
Puede que ahora te extrañe un poco más que hace un segundo.

Klaus.
Veremos qué tanto me extrañas cuando regrese ;)

Bloqueé la pantalla del celular mirando a Kara venir con unos lentes de sol hundiendose delante de mí seguramente con una resaca por la fiesta a la que había ido ayer.

–¿Café?–le ofrecí mi taza.

Gruño tomándola de mala gana.

–Juro que no vuelvo a tomar así.–se quejo.

Me reí en voz baja para no molestarla, le pedí otra taza con café a Rosy y otro desayuno con una sonrisa divertida, inmediatamente me sirvió café mirando a Kara con una ceja alzada.

–¿Está bien?–murmuró.

–Alguien le succionó el alma.–me burle.

–Creo que voy a morir.–dijo dramáticamente.

–Tengo un remedio buenísimo para la resaca.–dijo Rosy apenada por Kara.

–Cualquier cosa que me regresé a la vida es bienvenida.

Negué divertida rodando los ojos, Rosy se retiró para ir a hacer aquel dichoso remedio.

–Debiste decirme que no bebiera tanto.–me culpo.

–Eres lo suficiente mayor para decidir por ti.

Regrese mi mirada hacia el celular cuando recibí otro mensaje... de Eric.

Eric.
Nos vemos en la tarde.

Elina.
Vale.

Eric.
A las seis paso por ti.

Elina.
Ok. :)

El desayuno llegó y no pude soltar una carcajada cuando Kara puso cara de querer vomitar cuando el olor entro por su nariz, Rosy no tardó mucho en regresar con el remedio que se miraba asqueroso pero aún así Kara se lo tomó como si se tratará de agua, duró unos minutos en recomponerse y tomar un poco de color.

–Eres increíble Rosy.–le sonrío más relajada.

Rosy sonrío con satisfacción y se marchó para seguir atendiendo a la gente que llegaba, comenzamos a desayunar en silencio aún notaba como le molestaba el ruido y yo no iba a pagar los platos rotos al querer sacar conversación.

–¿Has hablado con Klaus?–dijo con interés.

Asentí.

–¿Sabes cuándo regresa?

Negué.

Solo había pasado una semana.

–Pronto supongo.

Dulce Infierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora