Capítulo 8

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13 de mayo 2014.

Elina.

Ser la mujer de Eric tenía sus ventajas, desde el momento en el que veían la esmeralda adornando mi cuello me trataban con respeto y bajaban la mirada como si mirarme los volviera piedra al estilo Medusa. Detuve el Audi delante de las escaleras de la entrada a la mansión de los Cohen siendo recibida por sus escoltas que lucían incómodos, me quite los Rayban mirando a Marko acercarse a mí ofreciendome su brazo para subir las escaleras.

—El señor no nos avisó que vendría señorita Archer.–dijo deteniendose en la entrada.

—Hoy salimos a Europa.

—Lo sabemos pero creímos que se verían en la pista.

Entre a la casa con Marko detrás de mí.

—¿Dónde está?–me gire hacia el hombre vestido de negro.

—En su despacho.–ambos caminamos hasta el despacho– pero está algo ocupado.

Los quejidos me hicieron esbozar una sonrisa.

—Entiendo, esperaré.

—La acompaño al jardín señorita.–hizo un ademán para guiarme al jardín.

—No, esperaré a que termine justo aquí.

Lucía incómodo pero no me contradijo, gire sobre mi eje escuchando el sonido de mis tacones hacer eco en el piso de mármol tan limpio que podía ver mi reflejo, abrí las puertas de par en par mirando a una mujer subiendo y bajando del falo de Cohen que la sostuvo con fuerza de la cadera cuando trato de bajarse al notar mi presencia.

—Sigue.–gruño en su oído mirándome fijamente.

Bajo su mirada me encamine hasta la silla delante de su escritorio tomando asiento sin retirar mi mirada de la suya, podía notar el placer que estaba sintiendo en ese momento algo que extrañamente mando corrientes a mi centro, la mujer escondió su rostro en el cuello de él al que le comenzaba a correr sudor por la frente marcando las venas en sus brazos cuando se corrió, en ese momento soltó a la chica que tenía la piel enrojecida.

—¿Qué haces aquí?–se levantó acomodando su boxer.

De reojo mire a la mujer que se vestía con rapidez.

—¿No puedo venir a ver a mi hombre?–me levanté imitandolo.

—No cuando ya te había ordenado que nos veríamos en la pista.

—Cambie de opinión, hay que ir juntos.–recargue mis manos en el escritorio.

Comenzamos con un duelo de miradas en el que ninguno estaba dispuesto a perder, relami mis labios y mordí mi labio inferior logrando que desviará la mirada.

—¿Puedo retirarme señor?–hablo la mujer con la voz temblorosa.

Gire la cabeza hacia ella que mantenía la mirada baja.

—Vete.–dijo cortante.

La chica salió dejándonos solos, rodeé el escritorio llegando hasta a él.

—Deberías darte una ducha, hueles a sexo barato.–acomode su camiseta.

Metió sus manos en mi cabello jalandolo con brusquedad quemando mi cuerpo cabelludo.

—¿Quién te crees?–gruño cerca de mi boca.

—No me creo, soy.–lamí su labio inferior.

—¿Qué?

Tu mujer.–sujete sus muñecas obligandolo a qué me soltará– andando o se nos hará tarde.

Dulce Infierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora