Capítulo Extra 3: Celos

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Niklaus.

No podía pensar con claridad. La cabeza me daba vueltas, la sangre me hervía y solo tenía un pensamiento en mi cabeza que parecía que había sido grabado a fuego: matar a Dedrick.

–Niklaus por favor piensa que vas a hacer.–me siguió Zel.

El cuerpo me pesaba y cada paso que daba era uno menos para terminar con algo que debí haber hecho hace mucho tiempo, abrí la vitrina tomando el arma de corta distancia mirando que el cargador tuviera balas.

–Niklaus.–su voz me suplicaba que no hiciera una locura.

Apreté los dientes con fuerza yendo a el despacho de Dedrick con el razonamiento nublado, abrí la puerta de una patada sobresaltado a la mujer en el escritorio.

Increíble.

Nunca iba a dejar de ser un hijo de puta.

Ni siquiera le importo la muerte de mamá.

–¿Qué mierda ha...

No deje que terminara su pregunta, levanté mi mano tirando del gatillo nueve veces y la mano sorprendentemente no me tembló en el momento de matarlo porque eso había hecho, lo había matado.

El grito de la mujer me hizo apuntarle.

–Perdón, yo...–se callo sollozando.

–Lárgate.–demande con frialdad.

La mujer tomo sus cosas con rapidez y trato de pasar por mi lado pero la detuve.

–Que no se te ocurra decir nada o sabrás de mí.–amenacé.

Asintió llorando, la solté y salió corriendo del despacho manchada de la sangre de Dedrick que cuando lo volví a mirar me sentí mareado.

¿Qué había hecho?

Mire a Zel que miraba a nuestro padre y a Luka que me miraba a mí, solté el arma y salí de ahí sin creer lo que había sucedido.

Lo había matado.

No era buena idea conducir pero debía salir de ahí, sentía que me estaba ahogando y la única persona que podía calmarme estaba muerta, ojalá pudiera haber hecho más por ella.

La densa nieve me hacía casi imposible conducir por Bélgica hasta el sur de Bruselas, no era buena idea conducir, lo seguía pensando sin embargo no me detuve hasta llegar al cementerio donde había sido recientemente sepultada mi madre.

Liesel Meyer.

Me puse de rodillas frente a su tumba.

–Lo siento tanto madre, siento no poder haber hecho más por ti.–la voz me tembló– pero puedes descansar, ese cabron está muerto y yo veré por Zel como siempre lo he hecho.

La rubia cabellera de Greta se movía por el viento mientras caminábamos por Central Park en silencio pensativa después de contarle lo que quería hacer para la fiesta "benéfica" que había organizado Cohen, la idea de verla con él me ponía la sangre como lava.

–¿Entonces quieres que vaya contigo solo para ponerla celosa?–susurró incrédula.

Alce los hombros.

Sonaba estúpido, demasiado estúpido.

–Greta.–me rasque la nuca.

Exploto en una risa que me hizo poner mala cara.

–¿Te estás burlando de mí?–la seriedad en mi voz la hizo callar.

–Es que no puedo creerlo, tú, Niklaus Schwarz detrás de una mujer.–ocultó su diversión– estoy ansiosa por conocer a dicha mujer que te tiene así.

–¿Entonces aceptas?

–Claro que si, eso no me lo pierdo por nada.–me tomo del brazo– ¿Cómo debo actuar? ¿Cómo una perra con aires de superioridad?

Me reí por la elección de sus palabras.

–Algo así.

–Dios, Bogdan se volverá loco cuando sepa que alguien te tiene así.–se siguió burlando.

–Nada de esto a Bogdan, por el momento queda entre tú y yo.

–Bien, soy una tumba.

Seguimos caminando un rato por Central Park antes de regresar a mi hotel para poder vestirnos para la dichosa fiesta, Greta parecía enloquecer mientras miraba los vestidos que había mandado a traer para ella, en tanto ella escogía un vestido rosado yo me vestía completamente de negro.

–Parece que vas a ir a un funeral.–me dijo entrando a la habitación.

–Te ves muy bien Greta, deberías bañarte más seguido.–la moleste.

Me saco el dedo corazón con una sonrisa torcida antes de acercarse a mí para acomodarme el saco, nos marchamos a dónde sería la fiesta con Luka conduciendo en silencio como siempre.

–Estoy nerviosa.–se removió en su asiento– lo que hago por ti pedazo de idiota.

–Es lo que los amigos hacen Greta.–le di una palmada en el hombro– andando.

El plan iba tal y como quería, su mirada desconcertada al verme llegar con Greta colgada de mi brazo me hizo sonreír victorioso para mis adentros, la molestia en su mirada era tan evidente para todos excepto para Eric que no lo había notado por recorrer con la mirada a Greta.

Greta era muy linda pero Elina, Elina era de otro maldito mundo.

No sabía cómo Eric podía mirar a alguien más, me recordaba tanto a Dedrick y su estúpida filosofía de: entre más mujeres tuviera más hombre eres.

Me fue imposible no seguirla a los baños interceptandola fuera del baño de damas comiéndole la boca, ese vestido le quedaba tan jodidamente bien que solo pensaba en quitárselo aquí mismo o en mi habitación de hotel, no me interesaba.

Después de que aceptará pasar la noche conmigo regrese al lado de Greta con una sonrisa y ella volvió a burlarse, comenzaba a acabar con mi paciencia sin embargo cuando la mire a ella todo se me olvidó.

–Gracias Greta, te mereces el cielo entero.–dije con diversión sosteniendo la puerta trasera del taxi.

–Espero me puedas comprar el cielo porque es cierto, me lo merezco.–me siguió el juego.

–Nos vemos.–me despedí.

–Quiero los detalles Niklaus.–se rio.

Negué con la cabeza y cerré la puerta del taxi para que se marchara de una vez, camine hasta Elina poniendo mi saco sobre sus hombros al verla pasar por frío.

Me sentí satisfecho en el momento que acepto mi propuesta para terminar con Eric Cohen, aunque ciertamente no sabía si se lo había propuesto por lo que había tenido que vivir con él o porque me gustaba.

¿Me gustaba?

Joder, imposible que no me gustará.

Mis labios le exigían todo de ella en aquel beso en la oscuridad de mi habitación, mis manos buscaron la cremallera de su vestido para deshacerme de el de un tirón, su piel era tan suave que me perdí en la unión de sus piernas escuchando sus gemidos pidiendo por más.

Me levanté y le di la vuelta pegandola a la pared separando sus piernas con las mías disfrutando de la vista de su trasero alzado, saque un condón del bolsillo de mi pantalón y me lo coloque en mi erección que enterré en su interior de una estocada que la hizo gritar.

Envolví su cabello en mi mano para pegar su espalda a mi pecho mientras me la follaba perdido en el placer, lleve mi mano libre a su clítoris hinchado haciendo que sus piernas temblaran y sus manos se sujetarán de la pared.

–Klaus.–gimió

La forma en la que de sus labios salía mi nombre me enloquecía, toda ella me volvía completamente loco.

Dulce Infierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora