Andrea
Caminé por la acera hasta que me detuve frente a mi antigua escuela, sonreí ante un vago recuerdo que pasó por mi mente.
- Mi amor. - La atrapé en mis brazos, me encantaba que viniera a buscarme a la escuela cada vez que podía.
- ¿Mi amor? - Yo asentí.
- Claro, tú eres mi amor.
- Tú eres el mío. - Ella susurró bajando la mirada mientras se sonrojaba, es que es adorable.
- Vamos, quiero un helado.
- Pero no he traído dinero más que para el autobús.
- No te preocupes, esta vez invitó yo.
- Uno de estos días tendré suficiente dinero para llevarte en auto a una heladería.
- Ya tienes bastante dinero, no me importa si vamos caminando a una heladería, al museo, al puente, me da igual mientras sea a tu lado.
- Eh, Andrea. - Me voltié y me arrepentí de hacerlo ante la visión de Sean.
- Sean, ¿Qué quieres?
- Se te ha olvidado tu libreta, sólo quería regresartela. - Él me sonrió y le arrebaté la libreta que sostenía.
- Gracias.
- Por nada, nos vemos. - Él se fué y cuando me voltié Casey no tenía buena cara.
- ¿Qué pasa?
- Algo en él no me gusta.
- Ni a mí.
- Debí seguir nuestros instintos y mantenerme lo más lejos posible de él. - Murmuré siguiendo mi camino al parque que estaba cerca.
El lugar estaba solitario y por eso solía venir, no me gustaba el término antisocial o solitaria, me gusta más el hecho de que prefiero estar sola conmigo misma. Como los budista, ¿No?
Me senté en la misma banca de siempre y cerré mis ojos cuando levanté mi cabeza, ¿Cuando estos pensamientos dejarán de atormentarme?
- Yo... Confíe en ti.
- Lo lamento tanto, en serio no era mi intención, no sabía lo que...
- No quiero volver a verte nunca más.
- No, espera Cass... - No pude terminar de hablarle porque ella me había colgado la llamada.
- Vaya, vaya. - Abrí mis ojos y me encontré con una castaña. - Pero si eres tú.
- ¿Qué haces acá?
- No lo sé, sólo vine. ¿Qué haces aquí tan sola?
- Pensaba. - Saqué un cigarrillo de mi chaqueta pero ella me lo ha quitado.
- Debes dejar de autodestruirte a ti misma de sstas formas tan silenciosas. Porque sí, esta es una forma de destruirte.
- Da igual, mi vida perdió el rumbo sin ella.
- Pues encuentralo.
- ¿Cómo planeas que lo haga, genio? - Le miré mal.
- Quizás necesitas perdile disculpas correctamente para seguir con sus vidas. Incluso por separado.
- No quiero estar separada de ella. - Suspiré.
- Lamento decirte que ya lo estas, ella y Susan parecen tener planes a futuro.
- ¿Planes a futuro? - Ella asintió. - ¿De qué hablas, Tori?
- Bueno, no como su plan de casarse pero si de irse a Nueva York juntas un tiempo par decidir donde vivir, lo que dice que se irán a vivir juntas y es muy probable lejos de acá.
- ¿Crees que ella aún me quiera?
- Si, ella no tiene esa mirada intensa que solía tener y se pierde cada vez más en su mundo. Susan es agradable, pero no eres tú, ¿Me entiendes?
- Creo.
- Vamos, este lugar es demasiado solitario para ser un parque.
- Eso es porque han matado a alguien hace un año y dicen que a veces se ve el fantasma de esa persona. - Ella me miró horrorizada y me felicité por poder lograrlo. - Es una broma. - Ella me dió un golpe. - O no.
Ella me acompañó hasta mi auto y me obligó a dejarla en la pizzeria de la familia de Kristen. Vi la hora que marcaba la radio de mi auto y decidí que era hora de ir a la florería no quería pagarle horas extras a Carlitos. Conduje hasta el aparcamiento donde siempre dejo el automóvil y caminé a la florería donde Carlos ayudaba a una joven a llevar las flores, eran bastantes a decir verdas. La joven se fué pero no le presté atención y sólo entré al local.
- Andrea, no te lo creerás. Acabo de vender un montón de ramos. - Sonrió.
- Lo he notado, me alegro por tu venta. - Caminé a la parte trasera y me puse mi delantal de trabajo. - Ya puedes irte. - Él asintió.
- Ha venido el padre Alberto, quiere un arreglo antes de su misa del domingo. - Yo asentí. - También dijo algo de que nada de negro y rojo, que tu broma te lo haría pagar Dios. - Reí levemente.
- Que sensibilidad más grande.
- Bueno, si arreglas las flores para que se vean como un demonio en una iglesia creo que cualquiera seria sensible.
- Fue un coincidencia.
- No te gusta mucho las iglesias. - Negué.
- No es eso, pero creo que es una perdida de tiempo de mis domingos.
- Ojalá mis padres pensarán como tú. - Él suspiró.
- ¿Te hacen llevar traje y todo eso?
- Ves mucha televisión, en la iglesia católica puedes ir vestido como quieras.
- ¿Cómo quiera? - Sonreí con malicia.
- Manteniendo el mínimo respeto. Para ser mayor eres bastante tonta, jefa.
- Soy una tonta que puede despedirte. - Alcé una ceja y él se encogió de hombros.
- Me necesitas, no te cobró demasiado y soy bastante joven, atraigo a las viejas.
- Claro que sí, campeón. - Hablé con evidente sarcasmo. - Sólo vete, ocupas mi valioso tiempo.
- Bye, bye. Por cierto, dejaron uno de los cupones.
Él dejó el cupón sobre la mesa antes de irse, me acerqué y noté que eran uno de los cupones especiales que les daba a mis amigos cercanos pero los últimos que quedaban eran los de Gregor que los usaba cuando volvía Dianne, pero Dianne viene en un mes.
Casey.
Era ella.
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Sólo tú
Teen FictionCasey nació con el síndrome de Asperger, creció bajo el manto de su madre y clases en casa. Nunca pudo socializar mucho y definitivamente Andrea lo notó. A diferencia de Casey, Andrea ha tenido una vida normal a pesar de los conflictos con sus padr...