2.

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Capítulo 2.

GAVIN

Llego directamente a casa porque no estoy de ánimos para meterme en más problemas. Suficientes he tenido ya con Lauren, y con lo mucho que odio discutir con ella se me ha arruinado el día. Mis planes los cancelo mentalmente, pues no hay nadie que conozca realmente como para avisarles.

Me tiro boca abajo en el colchón de mi recámara. A veces me gustaría no tener tanta luz aquí, pero a mi madre le encanta tener ventiladas todas las habitaciones.

Hablando de ella, me alegra que no esté aquí. Tampoco papá, ni siquiera el personal de limpieza, nadie. Estoy solo, como casi siempre.

Halina está en la escuela casi todo el día.

Son las doce y media, lo que significa que tengo todavía dos o tres horas para hacer lo que me plazca.

Me dirijo al baño con lentitud y observo mi rostro en el espejo. Lauren tiene razón en estar preocupada: me veo de la mierda. Ni siquiera el maquillaje que me ha puesto mi hermana ha ayudado. He estado sudando y por obvias razones la base se ha difuminado, dejando ver un poco el moratón verde amarillento que tengo por encima de la ceja. La cicatriz de mi labio duele como el infierno, pero no debo quejarme.

Después de hablar con Lauren, la cicatriz se abrió un poco, pues no sanó del todo por la noche.

Me lavo la cara a duras penas. El dolor no suele molestarme, pero estoy tan enojado conmigo por mi manera de actuar con ella, que creo que a estas alturas nada me importa. Cuando termino, me seco con una toalla pequeña y devuelvo la mirada al espejo.

Y ahí está el Gavin del que todos hablan: magullado, roto, un completo desastre. Rebelde, inútil.

Aprieto los puños para deshacerme de los impulsos que tengo de golpear el cristal y hacerlo añicos.

Mi teléfono comienza a sonar, pero no contesto. Tres llamadas perdidas más y por fin me digno a ver quién es. Es Lauren. Cuando le devuelvo la llamada, no me contesta. Suele hacerlo cuando está enojada conmigo y no puedo culparla.

Me dispongo a llamarle una segunda vez, cuando escucho que alguien aporrea la puerta de la entrada. Unos segundos después, oigo el familiar sonido de la puerta trasera abriéndose y cerrándose casi al mismo tiempo. No parece haber viento, así que sólo puede ser una persona.

—Gavin...

—Estoy aquí —salgo de mi habitación, casi avergonzado. No me importa que me vea así, destrozado, golpeado. Sintiéndome mal. Ya no me importa nada. Sólo necesito a mi mejor amiga.

—Dios..., te ves peor que ayer... ¿necesitas ayuda?

—Por ahora, sólo quiero descansar. ¿Tienes hambre?

—Iba a preguntarte lo mismo —sonríe lacónicamente y niega con la cabeza. Estiro mi brazo para tomarle la mano y ambos nos recostamos en la cama sin decirnos nada.

Esto sería raro para cualquier persona. Dos mejores amigos en la cama, abrazándose como si fueran algo más.

Sería doblemente bizarro si no fuese Lauren y en su lugar estuviera Florence. Creo que con ella no he establecido ese vínculo tan fuerte, aunque no deja de ser mi mejor amiga también.

—Gavin...

—Dime.

—¿Qué te pasó?

—Un robo que salió mal —respondo, porque ya no quiero ocultarle nada; no a ella—. No cualquier robo, Lo, tenía que descargar una camioneta completa y llena de cocaína.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora