Capítulo 4.LAUREN
—Vete... Vete de aquí, por favor.
—No me iré hasta saber qué es lo que pasa contigo. Pensé que estabas conmigo en esto —habla con desesperación. No quiero llorar frente a él, carajo.
—Lo estaba, claro que lo estaba. Ya te di mis razones.
—Lauren... No me dejes solo, por favor —sus ojos se cristalizan y no puedo evitar perder el control por eso. Mis manos se posan en cada una de sus mejillas y lo guío a una de las sillas de la cocina. Me siento frente a él aun sin soltarlo.
—Nunca voy a dejarte solo.
—Entonces no entiendo... —va a llorar. Gavin va a llorar y va a lograr lo que quiere conmigo—. Nunca te he metido en problemas, Lo, sabes que nunca lo haría... Eres lo más importante en mi vida, por favor, necesito a mi mejor amiga, ¿me explico? —Su voz se corta, el nudo en la garganta no le permite hablar bien.
—Lauren... Gavin... ¡Gavin! —Exclama alguien detrás de nosotros. Sin pensarlo demasiado sé que ese alguien es mi madre—. ¡Por Dios! Mírate, ¿qué te ha pasado?
—Nada grave, señora, lo prometo —él se levanta con dificultad para saludarla y ella lo recibe con un cálido abrazo. De esos que solamente puede dar una madre cuando llegas cansado de la escuela o del trabajo y lo único que necesitas es apoyo moral—. Yo ya me iba.
—Me alegra mucho verte, pero no así de magullado —me echa una mirada rápida y enojada, no entiendo por qué—. ¿Tuvo que ver mi hija en esto?
—Todo ha sido mi culpa —dice bajando la cabeza y no tengo la fuerzas suficientes para seguir observándolo—. Pasen una buena noche.
Y así, sin más, se va. Sin despedirse de mí, sin dirigirme ni siquiera un suspiro. Nada.
Escucho la puerta de la cocina cerrándose y después el lejano rechinido de la portezuela metálica de la entrada.
—Vamos a dormir, Lauren.
—No me agrada que me interrumpas así... Estábamos en medio de algo.
—A mí no me agrada que me mientas —responde, casi furiosa. No siempre la escucho de ese modo, por lo que me llego a asustar un poco—. Te perdono porque es Gavin, pero no vuelvas a hacer eso, ¿de acuerdo?
—Lo siento...
—Vamos a dormir —repite y no espera mi respuesta, pues gira sobre sus talones y vuelve a subir las escaleras.
Será una larga noche.
No tengo ganas de dormir. Cierro los ojos y Gavin vuelve a mi mente sin intenciones de irse y dejarme en paz. Ahora ya no sé cuál es nuestra situación y estoy preocupada por nosotros.
¿Qué es lo que va a pasar?
¿De verdad voy a dejarlo desamparado, si nadie en quien confiar? Ni yo me lo perdonaría. Juré que iba a estar con él en las buenas y en las malas.
Gavin tiene razón. Él nunca me ha metido en problemas y lo único que quiere es mi bien... Pero yo también quiero el suyo, aunque no puedo hacer mucho. Él no se deja ayudar.
Parece que me quiere más a mí que a sí mismo.
Después de dar muchas vueltas en la cama, pierdo la conciencia. Son aproximadamente las dos de la mañana cuando mis ojos se cierran y no se abren hasta las siete.
[...]
—¿Qué harás después de clases?
—Creo que iré a ver a Gavin —contesta Florence mientras caminamos por el césped recién podado del campo de futbol.
—¿Y ese milagro?
—Estoy haciendo mal mi papel de mejor amiga —se encoge de hombros y alcanzo a ver una sonrisa discreta en sus labios—. Aunque no lo sé, todavía lo estoy pensando, ¿por qué?
—Pensé que salías con esa chica... Lorena.
—Lo hago, no soy bisexual, amiga —se ríe y me da un codazo, haciendo que pierda el equilibrio. Lo sé, soy una flaca debilucha, pero estoy bien con eso—. Como sea, no tengo idea de qué es lo que le pasa a Gavin.
—Tampoco yo, Flo, pero ten por seguro que ese chico no quiere ayuda de nadie.
Ella no pregunta. Sigo caminando con la vista pegada en el pasto y disfrutando el viento que me despeina el cabello y me mueve un poco la falda color vino que estoy usando.
Florence está demasiado concentrada en una conversación por mensajes de texto y está bien, no la interrumpo. Su vida es mucho más entretenida que la mía, aparentemente.
Algo me dice que yo sí tengo que ir a ver a Gavin, perderé mi orgullo para ir a hablarle, pero me da igual ya. Haré todo lo que esté en mis manos para recuperarlo y que vuelva a ser una persona normal. No puedo cambiarlo, no pretendo hacerlo.
—¿Quieres un aventón?
—Por favor —sonrío y ella toma mi mano para guiarme a su Chevrolet Spark. Un regalo muy pretencioso de su padre para que deje de molestarlo durante, al menos, un par de meses.
—¿Casa de Gavin?
—Sí... Eso creo —suspiro y me acomodo en el asiento. Si lo pienso más me voy a arrepentir.
[...]
Florence me deja casi al pie de la puerta de la casa Bogasch. Es sencillamente enorme, no puedo creer que aquí solamente vivan cuatro personas.
Nunca toco el timbre, pero creo que hoy será necesario. Él y yo no estamos en los mejores términos y no voy a arriesgarme a que me saque a patadas de su vivienda.
Florence toca un par de veces la bocina y acelera rápidamente para perderse a la vuelta de la esquina. Perra.
Tardan un poco en abrir aunque normalmente suelen atender más rápido.
No es el ama de llaves.
No es el hombre que recoge los abrigos del señor de la casa.
Es Gavin. El mismo Gavin abriéndole la puerta a la visita.
—Ho-hola.
—¿Ahora tartamudeas?
Está vestido de una manera diferente. Sus pantalones son de vestir, grises, de esos que utiliza una persona que trabaja en una empresa importante. La camisa negra que lleva está bien planchada, y supongo que en la mañana estaba mejor arreglada, porque ahora lleva el primer botón desabrochado y los puños los tiene doblados hasta los codos.
Maldita sea. Se ve irresistible.
Mete la mano derecha en su bolsillo y con la otra se apoya en el marco de la puerta.
Su rostro se ve más limpio y sano que ayer. Supongo que Halina ha hecho su gran trabajo de maquillista a domicilio.
—Yo... vine a hablar sobre lo que pasó en la noche.
—No es nada, Lo. Me has lastimado de peores maneras.
—Nunca quise hacerlo. Sabes que yo también quiero lo mejor para ti —lo encaro y veo sus ojos brillantes. Le gusta verme tanto como a mí me gusta verlo.
Rompe la poca distancia que hay entre nosotros con un enorme abrazo, como diciéndome "te extrañé" a pesar de habernos visto hace menos de veinticuatro horas.
—Prometo no volver a juzgarte, Gavin.
—No te pido que no lo hagas —me separa, poniendo sus fuertes manos sobre mis hombros y haciéndome hacia atrás para verme mejor—. Sé que soy la persona más terca que has conocido en tu vida.
—Sí, lo eres —sonreímos al mismo tiempo, haciendo que mi corazón palpite como loco—. Pero eres mi mejor amigo y tengo la obligación de apoyarte en todas las cosas estúpidas que quieras hacer.
—Así me gusta —sonríe de lado y toma mi mano para llevarme al interior de la casa, donde se siente un frío tremendo. Pareciera que aquí vive una familia de vampiros—. ¿Algo de beber?
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Outlaw.
General FictionLas vidas de Gavin y Lauren han sido tan tranquilas como las de todo adolescente promedio. O eso es lo que todos piensan, menos ella. Ambos han llevado su amistad a lo largo de varios años, mientras ella mantiene la guardia baja e intenta salvar la...