24.

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Capítulo 24.

GAVIN

Abrazar a Lauren me hace sentir un poco mejor. Hace parecer como si todo lo demás fuera una terrible pesadilla. Ella es mi escape de todo esto, es mi forma de olvidar toda la mierda por la que estoy pasando.

Nos quedamos así un rato más, hasta que decido que es suficiente. No puedo continuar llorando como un niño que necesita a su madre, aunque hipotéticamente eso sea verdad. ¿Qué rayos hace mamá en Copenhague?

—Bien —me apresuro a decir y me alejo unos centímetros de ella. Respira con cautela, observándome atentamente para percatarse de si volveré a llorar—. Fue un momento de debilidad.

—Es humano, Gavin, no tienes de qué avergonzarte.

—No me avergüenzo —el mentir me hace titubear. Sí me siento apenado, pero es la única persona con la que me permito hacer esto—. ¿Podrías repetir eso que dijiste?

—Mmm, no —niega con la cabeza y sonríe—. Ya lo has escuchado. ¿No tienes que ir a con Georgene?

El nombre de la pelirroja inglesa me hace abrir demasiado los ojos. Una parte de mí se impregnó tanto en el ser de Lauren que he olvidado a la que ahora es mi novia.
La persona de la cual soy responsable, para mi pesar.

—No quiero sonar grosero, pero a ella la veo a diario. A ti apenas y te reconozco —tengo que pasar mis dedos a través de sus pómulos y todo su rostro para sentirla más cercana—. Siento que han pasado eternidades.

—Algo así siento yo —suspira con fuerza y sus manos viajan a sus rodillas para apoyarse—. Entonces... conque ahora tienes un hijo falso.

—Ojalá fuera mentira —volteo los ojos y recuerdo todas y cada una de las palabras mencionadas por Carla. No quisiera volver a repetirlas jamás—. Fue por un bien común.

—Sólo es para su beneficio. No pasará mucho tiempo antes de que sus padres la corran de la casa —habla tan rápido que me cuesta sopesar sus oraciones. Supongo que tiene razón, pero no quiero pensar en esa chica desamparada.

—Y para el mío. No quiero ir a prisión, mucho menos cuando no tengo pruebas de que no soy el máximo culpable aquí —gruño. De pronto tengo unas ganas increíbles de romperle la cara a todos los que me metieron en esto—. Mientras tanto, me ocuparé de sus gastos médicos. Dijo que se quedaría con una prima, pero esperaré a que me lo confirme.

—¿Y cuando nazca? ¿Simplemente te volverás su padre o ella se irá? —Por su forma de preguntar, creo que tiene mucha curiosidad. La verdad es que yo tampoco sé que va a pasar cuando tenga al bebé, pero todavía tengo tiempo para pensarlo.

—No lo sé —respondo distraídamente—. Lo único que le pediré es que deje que yo escoja el nombre.

—No es tu hijo —me recuerda.

—¿Y qué? Como si lo fuera. Me haré cargo de ellos dos.

Niega lentamente con la cabeza y suelta el aire por la nariz. No me he percatado de que se ha tinturado el cabello de un color más claro y lo trae corto, encima de los hombros. Antes era más castaña y le llegaba casi a la mitad de la espalda.
No puedo evitar pensar que se ve preciosa. Y muchas veces escuché a Halina decir que, cuando las chicas hacen cambios radicales en su cabello, significa que los harán también con su vida. Quizá esté en lo cierto, o puede ser que esté volviéndome un paranoico.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora