9.

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Capítulo 9.

GAVIN

A pesar de que me siento bien físicamente y estoy en perfectas condiciones para conducir mi propio auto, Lauren no me lo ha permitido.

Permanezco en el asiento del copiloto como un niño recién regañado: brazos cruzados, cabeza agachada y doblando los labios hacia abajo para imitar un puchero. La verdad es que odio cuando me tratan como un inválido.

Cuando llegamos a la fiesta, es todo un desastre. La multitud se ha extendido hacia afuera, a la acera. Hay chicos con botellas en la mano sentados en el asfalto, sin importarles mucho el hecho de que pueden pasar autos a toda velocidad. Lauren me regala una mirada que no puedo comprender bien y mejor vamos al interior de la casa. Hay tanta gente como lo había imaginado, y se ven felices. Se están divirtiendo y eso era lo que yo quería lograr, sobre todo para Halina.

Dean McShane está sentado en el piso, a un lado del sofá donde están Florence y, por supuesto, su querida amiga Lorena.

Él se ve completamente lúcido y parece no haber tomado demasiado.

En cuanto pone un ojo sobre mí, palidece. Parece que toda la sangre se le ha caído hasta los pies y no ha dejado nada en su rostro. Su labio inferior tiembla, y juro por todos los dioses que puedo escuchar su jodido corazón latiendo a mil por hora.

Busca a Lauren con la mirada y, cuando la encuentra, sonríe. El color le regresa a la cara y se acerca con toda la decisión del mundo para estrecharla en sus brazos. ¿Quién se cree que es?

—Gavin, ¿conoces a Dean?

—Por desgracia —contesto encogiéndome de hombros para fingir que no me importa que esté coqueteándole en mis narices.

—Dean, él es mi mejor amigo Gavin, pero seguramente ya lo conoces.

—Sí, un poco...

No entiendo por qué me teme tanto.

Sí, sé que soy algo intimidante e impongo cierta autoridad sobre Lauren, pero de todos modos no es manera de actuar así. La mayoría de los chicos que la pretenden no me ven con esa cara y mucho menos se orinan en el pantalón como éste imbécil.

—¿Puedo hablar un momento con él? —Me señala y Lauren frunce el ceño, pero termina diciendo que sí. Me mira con las cejas enarcadas y se da la vuelta para irse a otro lado, perdiéndose de mi vista.

—¿Qué se te ofrece? —Le pregunto al enanito tembloroso que ahora tengo frente a mí. Camino distraídamente a la barra para servirme un poco de vodka y él me sigue como perro faldero.

—Yo te conozco.

—Es obvio, estás en mi casa, y estás dirigiéndome la palabra.

—Yo iba con mi madre ese día —empieza a usar un tono de voz más dominante, haciéndome sonreír para mis adentros—. El día que la abordaste con otros tres idiotas, porque aparentemente no puedes hacerlo tú solo.

—No entiendo de qué estás hablando —niego despreocupadamente y me termino el licor con el que he llenado mi vaso. Me sirvo otro porque en realidad ya no me importa.

—El día del atraco del banco.

—He atracado tantos bancos que ni siquiera los recuerdo.

—Puedo llamar a la policía ahora mismo, ¿sabes? —Extiende un dedo en mi dirección y evito los impulsos de reír y después partirle la cara.

—Tú y yo sabemos que no lo harás. Arruinarás la fiesta y todo el mundo te va a odiar por eso —niego con la cabeza y muevo mi mano hacia donde están las sodas para preparar una bebida.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora