40.

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Capítulo 40.

GAVIN

El camino desde Rochester hasta la ciudad de Hudson consta de casi cuatro horas. Eso significa que tendré tiempo de sobra para dar y recibir explicaciones sobre lo que Lauren y yo estamos viviendo.

Estoy en la pequeña estancia de su apartamento, sentado en un sofá que me da la vista perfecta hacia su habitación. La puerta está entreabierta y puedo ver todo lo que hace. Ella cierra su valija con pesadumbre y luego la veo frunciendo los labios.

James se acerca a ella y le rodea la cintura. Ambos se abrazan y tengo que retirar la mirada de esa escena. Por más que quiera aceptar que ella está mejor con él, no puedo. Algo dentro de mí sigue sintiendo algo y es inevitable.

—Estaré bien —le dice Lauren—. Te llamaré en cuanto lleguemos a Hudson.

Él le habla al oído para que no pueda escucharlos. Espero que le diga que no confía en mí, que se cuide de cualquier cosa que yo pueda hacerle. Espero que esté tan enfermo de celos como yo, porque después de todo, serán dos días que pasará lejos de su prometida.

Después de secretearse un rato más, James toma el equipaje ligero de Lauren y lo trae a la sala. Me pongo de pie porque lo que más quiero hacer ahora mismo es largarme de aquí.

—Sólo son dos días —río para tranquilizarlo. Su mirada llena de duda me hace sentir alegre—. Relájate.

—No me preocupa el tiempo, sino la compañía —suspira con fuerza y Lauren se coloca entre nosotros dos.

—Te amo —y lo besa después. Esto lo ha hecho a propósito, porque sabe lo mucho que me afecta verla cerca de él. Sobre todo... que le diga eso.

—Yo más. Y, Gavin, ¿no es mucho más sencillo que tú te vayas a buscar solo un apartamento?

—No.

—Bien... —Lauren se separa de James y juega con las llaves de su auto entre los dedos—. Ya vimos quién intenta marcar su territorio. Vámonos, por favor.

Me despido con burla del profesor y dejo que Lauren salga primero del departamento.

—No voy a hacer nada, ¿de acuerdo? Somos amigos y quiero que me acompañe. Busco un lugar para vivir con mi hijo y es todo, no voy a quitártela. A menos que ella lo quiera.

James suelta una risa.

—Voy a casarme con ella, Gavin. Deja de intentarlo, tu tiempo ya pasó.

—Encontraría una respuesta perfecta para eso, pero no voy a negar que tienes toda la razón —estiro mi mano hacia la suya y la ve con recelo antes de estrecharla.

—Chicos —Lauren se asoma por la puerta y nos sonríe a ambos.

En fin.

[...]

El camino ha sido tan callado que el hecho de tirarme por la ventanilla del auto me está pareciendo una buena idea. Lauren se limita a tararear cualquier canción que pasen en la radio mientras usa el volante como si fuera una batería.

—¿Puedo conectar el Bluetooth? —Le pido y ella me responde con un asentimiento de cabeza. Genial.

En mi teléfono, viajo por la lista de canciones y reproduzco la primera buena canción que encuentro. Snake Eyes, de Mumford & Sons.

Los dos empezamos a cantarla, porque esa es una de las canciones que compartimos Lauren y yo.
Cuando termina, la escucho suspirar y después se ríe.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora