20.

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Capítulo 20.

GAVIN

Las suaves piernas de Georgene descansan sobre mi regazo, estando en la parte trasera del nuevo Mercedes Benz GLA que hemos adquirido gracias a la generosa cantidad de dinero que mi madre me dejó el día que escapé.

Mis dedos viajan temblorosamente a lo largo de sus extremidades hasta que me detengo a dos centímetros de su feminidad. Ella me regala una sonrisa traviesa y niega, moviendo mi mano lejos de aquel lugar.

—No hoy, Satanás. No hoy.

—Vaya, me gusta ese apodo —río y me inclino hacia ella para besarle dócilmente los labios—. Quiero ir a Las Vegas.

—¿Acaso estás loco? Son como seis horas de viaje...

—Sí, pero dime, ¿quién está conduciendo? Exacto, yo —sonrío con suficiencia y asiento, más para mí que para ella.

—Gavin, te están buscando desde hace meses. No podemos seguir viajando de un lado a otro porque en cualquier momento nos atraparán.

—Oye, tranquila, tranquila —rodeo su rostro con mis manos y le quito el cabello de la cara, despejándolo y dejándome una bonita vista de sus ojos y su nariz—. No dejaré que eso pase. Quiero sacarte de Scottsdale.

—Podríamos ir a Phoenix.

—No hay nada interesante ahí.

—Al Gran Cañón.

—Uy, muy lejos —niego con diversión y ella se cruza de brazos. Me gusta cuando hace eso, porque a veces logra lo que quiere. Hoy no es uno de esos días—. Las Vegas, por favor.

—Hey, vinimos aquí porque tú así lo quisiste. Creí que Arizona sería interesante, pero definitivamente no lo es. Las Vegas... no lo sé, ¿qué tal California? ¡La playa!

—Podríamos ir a México, es lo mismo.

—No seas tonto, Gav —refunfuña. Ahora mismo la estoy sacando de sus casillas, es divertido, pero sé que no llegaremos a ningún lado.

Todo este tiempo que hemos estado juntos —y solos— ha sido bastante bueno. No peleamos tanto como si Lauren hubiera venido conmigo, y cuando eso pasa lo arreglamos con besos o algo más.

A Georgene le encanta tocarme. A mí me encanta hacer lo mismo. Su respuesta a mi tacto es tan diferente a la de cualquier otra chica a la que he tenido cerca. Ni siquiera Lauren temblaba tanto como ella, y me fascina.

—Venga, ¿qué tal Long Beach? O San Francisco, Fresno, San Diego...

—Long Beach no suena mal.

—No, ¿cierto? —Da una palmada en mi pecho, emocionada, y vuelve a la parte delantera del auto, dejándome ver durante un segundo su perfecto trasero. ¡Dios!

—Esto es algo precipitado.

—Precipitado fue haber huido de mi casa, de mi madre y de mis clases un mes después de haberte conocido, estúpido Gavin Bogasch. Creí que sería una buena aventura de amigos, pero aquella noche en ese motel me hiciste cambiar de opinión —sonríe al mismo tiempo que yo, recordando lo sucedido—. Precipitado fue haberme acostado contigo después de haberte dicho que estaba arrepentida por haberme alejado de mi única familia. Precipitado fue haber hecho eso justamente donde estás sentado ahora mismo...

—Tienes que admitir que eso fue caliente —la señalo con el índice y ambos nos reímos a carcajadas durante un minuto. Este es el tiempo que necesito para saber que no estamos precipitándonos, y que debo disfrutar aquel viaje con esta nueva chica que me trae vuelto loco—. Está bien. Iremos.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora