Outlaw.

28.

Capítulo 28.

GAVIN

El vuelo dura diez horas exactamente, sin escalas en ningún otro estado. Lauren ha escogido el asiento a un lado de la ventanilla porque sabe que me mareo y me causa ataques de ansiedad. Sí, ella es mucho más valiente que yo en estos aspectos.

Estamos a punto de aterrizar en Ámsterdam, y ella parece demasiado emocionada.

Aquí está oscureciéndose, aunque hayamos salido de Portland a las diez de la mañana.

—Dicen que el hotel es muy bonito.

—Sí, me has dicho eso todo el viaje...

—Ya no diré nada entonces —se cruza de brazos, indignada, y yo me río mientras Lauren finge no estar mirándome por el rabillo del ojo.

El lugar donde nos hospedaremos se llama Hotel Lloyd. Sólo sabemos que la habitación es realmente pequeña, pero con el suficiente espacio para vivir ahí los dos durante un par de días.

Una vez que hemos aterrizado, busco la manera de que entablemos una conversación en lo que encontramos algún taxi que nos lleve a nuestra morada, pero es inútil.

Lauren busca una chaqueta en su bolso, y mientras me pregunto si de verdad tiene frío o es una distracción. El clima aquí es muy diferente al de Portland, un par de grados menos, pero con mucha más humedad.

—Oye, ¿te has enojado en serio? —Le cuestiono—. Sabes que lo dije a modo de broma.

—Sí, lo sé. No estoy molesta contigo.

—Bueno, entonces no me imagino cómo actuarás cuando lo estés de verdad —me inclino para agarrar nuestras maletas y le indico con la cabeza que, a unos metros más adelante, hay un hombre afuera de su taxi esperando clientes—. Vamos.

—Espero que hablemos el mismo idioma.

—No es problema —sonrío.

Afortunadamente, aquellos cursos que mis padres me pagaron cuando yo era pequeño funcionan para algo. Aprendí algo de francés y holandés, justo lo que necesitamos para sobrevivir aquí.

Le pregunto al hombre —que solamente habla holandés— si puede llevarnos a tal dirección. Él me dice que sí con una sonrisa y espera a que subamos junto con nuestro equipaje.

Lauren no deja de observarme con curiosidad, frunciendo el ceño como es su costumbre.

—No tenía idea de que hablaras holandés.

—Claro que no, nunca había sido de gran utilidad... ¡Carajo! —Exclamo tan fuerte que hasta el conductor tiene que verme por el retrovisor—. Lo.

—¿Sí? —Pregunta distraídamente mientras saca fotografías de todo lo que ve por la ventana.

—No hicimos el cambio de moneda.

Se ríe por lo bajo y bloquea su teléfono después de unos segundos.

—Yo sí.