12.

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Capítulo 12.

LAUREN

—Carla dice que no lo ha visto, así que ya no sé. Digamos que era mi última esperanza —guardo mi teléfono en el bolsillo mientras observo el de Gavin, que he dejado en la encimera de la recámara de Florence—. Me iré a casa.

—¿Qué? ¿Por qué? —Se levanta como si le hubieran puesto algo en el trasero y se acerca tan peligrosamente a mí que llego a sentir algo de temor—. No puedes irte, ¿y si nos llama?

—Flo, él no va a llamar. Voy a dejar de preocuparme porque resulta que siempre está bien —suspiro—. De nada sirve perder el sueño por él, ¿sí? Tomaré una ducha. Si Halina vuelve a llamarte, dile que me busque.

—Bien —termina aceptando. Le doy un beso en la frente una vez que ha recuperado la postura y vuelve a sentarse en el colchón—. Y prométeme que no lo buscarás.

—Lo prometo.

—Te quiero.

Agarro mi bolso y debato entre tomar o no el móvil del bastardo que me abandonó sin explicaciones.

Termino guardándolo en el bolsillo de mi sudadera y giro sobre mis talones para salir de aquí.

[...]

Mamá me ha descubierto llorando por tercera vez en el día. Ahora mismo estoy en la sala, recostada en el sofá, con las manos cubriéndome la cara y las lágrimas corriendo sin control a través de mis mejillas, llegando lentamente a mis labios regalándome el sabor horrible de la sal, y bajando nuevamente hacia mi barbilla, mojándome el cuello.

No quiero decirle por qué estoy así, ella no lo entendería. Así como Florence, no entienden por lo que estoy pasando y por qué siento tanto maldito coraje hacia Gavin.

Tengo que decirle que no es nada, que simplemente es el estrés acumulado gracias a la escuela y que no tiene de qué preocuparse.

—Te prepararé un té de camomila.

—Gracias, mamá —digo con dificultad. No quiero hablar, no quiero seguir llorando, pero me es imposible. No hay otro modo de desquitar el dolor que estoy sintiendo.

Tarda unos minutos. Deja la taza humeante sobre la mesita japonesa que tenemos como decoración y sube nuevamente a su recámara, no sin antes darme un beso sobre la frente y decirme que está bien que llore.

Al incorporarme, siento algo pesado en mi ropa. Es el teléfono de Gavin.

Lo desbloqueo con mi huella digital, porque su confianza va tan en serio que no le importa que yo vea lo que esconde aquí.

En el fondo de pantalla tiene una foto de su banda favorita: Mumford & Sons. Sonrío al recordar una canción de ellos que me ha dedicado, así que me dirijo a la biblioteca de música para reproducirla.

Snake Eyes empieza a sonar y no puedo evitar que de mis labios se escapen las letras.

You hold it, in your hands

And let it flow, this cruelty

Of youth as you fall again

Alone, in the compromise of truth

It's in the eyes

I can tell, you will always be danger

We had it tonight, why do you leave it open?

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora