29.

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Capítulo 29.

LAUREN

A la mañana siguiente, el cálido clima de Amsterdam me recibe en la cama. Las sábanas se me enredan en las piernas y lucho para librarme de ellas.

Accidentalmente, golpeo algo fuerte y estático a lado de mí. Escucho un quejido y abro los ojos de golpe.

—¿Auch? —Menciona él, llevándose la mano al muslo derecho—. Unos centímetros más y me dejas sin descendencia.

—Olvidé que estabas aquí —susurro.

—Ya me di cuenta —se ríe y tose un poco para aclararse la garganta. Su voz de recién despierto es tan provocativa—. Buenos días, ¿dormiste bien?

—El colchón es perfecto, sí. ¿Y tú?

—Qué ocurrente tu primer comentario del día sobre el colchón. También dormí muy bien, la comida me dio sueño.

Recuerdo la noche anterior. Encontramos un pequeño restaurante independiente casi a dos manzanas de nuestro hotel. Cenamos como reyes y nos dimos un lujo que sólo Gavin puede pagar. Después de eso, caminamos por las calles rodeadas de canales y admiramos la belleza de esta ciudad. Muchas personas pasaban a lado de nosotros en sus bicicletas y nosotros no dejamos de asombrarnos ante semejante conciencia por el ambiente. Muy poca gente realmente usa su bicicleta en Multnomah, o mejor dicho, en América.

—¿Qué haremos hoy? –Pregunta con una sonrisa ladeada mientras se despereza estirando los brazos.

—Mi cita con el rector de la universidad es a las once y media, tenemos dos horas para arreglarnos, desayunar e irnos.

—¿Tengo que ir yo? —Frunce el ceño y me limito a asesinarlo con la mirada. Tomo la almohada que he estado ocupando y la estampo contra su cara—. Ya entendí.

—De acuerdo, levántate. Según el itinerario del hotel —estiro la mano hacia la mesa de noche y agarro el folleto que incluye todas las actividades del día— el desayuno lo servirán en quince minutos. ¿Quieres ducharte primero?

—Me duché ayer.

—Y después dormidos en estas sábanas que sólo Dios sabe en qué situaciones han estado —le digo riendo.

Touché.

Es el primero en entrar al baño. Yo me encargo de abrir las cortinas y dejo que los pocos rayos de sol que alcanzan las ventanas entren a nuestra habitación.

Vuelvo a tirarme en la cama y desbloqueo mi teléfono para ver los mensajes que me han llegado.

Hay dos de mi madre, preguntando cómo va todo y qué hora es aquí. Le respondo primero a ella y luego leo el texto de Halina.

"Hay algo importante de lo que debemos hablar."

Quisiera llamarle para saber qué es lo que pasa, pero en Multnomah es la una de la mañana y no quiero molestarla justo ahora.

"¿Sobre qué es?"

Extrañamente, recibo respuesta a los dos minutos.

"Es sobre mi padre."

"¿Él está bien? ¿Que sucede, Hal?"

"Todo está bien, ¿puedo llamarte?"

"Sí, adelante."

Mi teléfono suena con el nuevo tono de grillos —que le irrita con toda el alma a Gavin. Contesto enseguida y sólo puedo escuchar la respiración tranquila de Halina. Quizá no puede dormir.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora