3.

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Capítulo 3.

LAUREN

Mamá está esperándome en casa con la cena ya lista. Se supone que íbamos a cocinar juntas, pero es la mujer más impaciente que conozco. Me sonríe cuando me ve entrar, dejo la mochila en el piso para correr a abrazarla.

Después de un largo día de escuela, trabajos y estrés, me alegra poder tenerla para recibir el apoyo que necesito.

—¿Todo ha ido bien?

—Muy bien —respondo sonriente porque es verdad.

—Y... ¿Gavin?

—Continúa trabajando, ya sabes cómo es —tengo que mentir. Ella está convencida (gracias a Gavin y a mí) que él tiene un trabajo estupendo con su padre y por eso nos logra ayudar económicamente. Me lastima tener que engañarla con eso, pero no puedo delatar a mi mejor amigo.

—Me gusta que esté tomando más responsabilidades —sonríe de lado a lado mientras me sirve un plato de sopa humeante—, pero si fuera mi hijo le pediría que la escuela fuera su prioridad.

—A su padre le importa mucho el futuro de Gavin, por eso le inculca que haga dos cosas al mismo tiempo—ojalá fuera verdad.

Ella se sienta a frente a mí, en la mesa para cuatro que tenemos en la cocina. Se ve realmente agotada, porque también ha tenido un día fastidioso en el trabajo y llega aquí a preparar la cena, arreglar la casa para que se vea pulcra y todavía tiene tiempo para consentir a su única hija.

—Me gustaría verlo pronto, hace varios días que no sé nada de él.

—Le diré que venga a cenar, lo prometo —estiro la mano a través de la mesa para tocar la suya y ella asiente, emocionada.

Gavin era como un hijo para ella. Siempre estuvo al pendiente de su bienestar; de vez en cuando almorzaba con nosotras, una vez se quedó a ayudarnos con nuestro jardín —teníamos nueve años, todavía recuerdo el olor de esa tarde—; hasta que fue creciendo y fue dándose cuenta de nuestra situación como familia.

Mi madre no le alcanzaba para pagar las cuentas, ya que si lo hacía nos quedábamos un par de días sin comer. Así que Gavin aprovechó que había entrado a esa nueva etapa de vida para apoyarnos.

Tuvimos que mentirle a mamá. Él le dijo que estaba trabajando en la empresa de su padre y que ya lo habían planeado desde que era un niño. Lo que ganaba nos lo daba a nosotras, porque en realidad Gavin nunca lo necesitó.

Nuestra situación se ha ido calmando, pero Gavin sigue dándonos el dinero.

Mientras ella no sepa cuál es el origen de esos billetes, él y yo estaremos a salvo. Gavin por robarlo; yo por ser cómplice, invertirlo y usarlo.

Después de la cena, soy yo la que se encarga de la limpieza. Le digo que vaya a descansar, pues no ha parado desde temprano. Se despide dándome un beso en la frente y sube directamente a su habitación.

Mientras me ocupo de lavar la loza, mi móvil comienza a sonar. Con el dedo meñique mojado, presiono la pantalla táctil para contestar y activo el altavoz. Es él de nuevo.

—¿Estás en casa? No hay luces encendidas.

—Estoy en la cocina.

—Voy para allá.

Veo una sombra atravesar mi jardín trasero, pero no me preocupa. Gavin abre la puerta con precaución y la cierra del mismo modo. Está sonriéndome. 

Aunque intente ocultármelo, yo ya me he dado cuenta. La parte de atrás de su camiseta está arrugada y el dobladillo está un poco levantado.

—Déjame ver.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora