34.

1.3K 97 8
                                    

Capítulo 34.

GAVIN

Hace frío, y es insoportable. Me quito el saco y se lo doy a Lauren para que se cubra, pues con ese escote dudo mucho que se sienta cómoda en este clima. Se cruza de brazos mientras estamos en el auto, esperando a llegar a casa. Le he pedido específicamente a Jane, la niñera y la única persona presente en mi residencia, que no deje salir ni entrar nadie más que a mí. Carla está totalmente prohibida, sobre todo después de sus estúpidos planes.

—¿Qué le dirás a James?

Ella ve por la ventana, evitándome. Su mano está a lado de mi pierna, tan cerca y tan lejos de mi alcance. Me limito a ver hacia el frente, donde el chofer conduce a casa con expresión tranquila.

—Lauren.

—Él no va a perdonarme.

—Deberá entender —digo sin verla. Ella no está poniendo toda su atención en mí de todos modos—. Es una causa importante.

—Ni siquiera me despedí.

—Vas a verlo por la mañana, tampoco es que regresará a Nueva York sin ti.

Otro silencio incómodo se adueña del lugar. Creo que es mejor dejar esta conversación aquí, y esperar a que todo vuelva a la normalidad.

Llegamos a casa y soy el primero en bajar. Jane sostiene a Galen en sus brazos y corro hacia ella para tomarlo yo. Hundo la nariz en su ropa y aspiro fuertemente, sintiéndolo conmigo.

—¿Carla no ha venido? —Espero que la respuesta sea negativa. Jane responde que no con voz baja y me pregunta si ya puede retirarse—. Sí, aquí estaré. Ya puedes irte.

—Gracias.

Su acento tiene algo de alemán. Cuando ella sale por la puerta, Lauren entra en su lugar. Se quita mi saco y lo deja encima de una silla cercana, cruzándose después de brazos y mirándome como si no entendiera por qué estoy tan consternado.

—Va a dejarme —me apuro a decir—. A mí no, a Galen, maldita sea. Es su hijo...

—¿Ya lo... adoptaste? —Parece como si un escalofrío insoportable le recorriera la espina dorsal.

—Aún falta que Carla los firme.

Asiente distraídamente y comienza a andar por la estancia. Galen está despierto y no deja de mirarme, como si tuviera una vaga sensación de que algo está yendo mal.

Pongo su cabeza en mi hombro y lo arrullo en silencio. Lauren vuelve a mí con un sobre manila amarillo.

—No puedes, Gavin —dice con preocupación.

—¿De qué hablas?

—Lee esto.

Me tiende el sobre y toma a Galen para seguir durmiéndolo. Saco los papeles desesperadamente y, joder, el corazón se me cae hasta los pies y siento que dejo de respirar.

—No...

—Lo siento —susurra.

—¿Por qué siquiera dejó esto? De todos modos se irá, maldita sea. Soy más su padre que cualquier otra persona.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora