25.

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Capítulo 25.

LAUREN

Mamá nos observa de hito en hito sin saber qué decir. Espero que no quiera hacer un espectáculo por ver a Gavin aquí. Sé que comprenderá... O al menos es lo que espero.

—Gavin —farfulla, sopesando la presencia de este chico en su casa. Estoy realmente avergonzada. Tengo que pasar las manos a lo largo de mi blusa para comprobar que ya estoy vestida—. Hola —dice en voz baja.

—Lamento mucho que tengamos que reencontrarnos así —por un momento creo que estirará la mano hacia ella o la abrazará, pero sé que ahora no sería bueno que se quitara el cojín de aquella parte del cuerpo—. Hola, señora Ortells. Me alegra verla.

—Diría lo mismo si... No fueras un prófugo de la justicia —se ríe y se cubre la boca para ocultar una sonrisa—. Tranquilo, que no pienso decirle a nadie. Veo que has adquirido un nuevo auto.

—Sí, así es. Agradezco mucho su comprensión...

—Están siendo muy formales —me apuro a decir. Sé que esto es raro para ambos, sobre todo para ella—. Mamá, ¿puedo hablar contigo un segundo? En la cocina —no espero a que me responda, sino que yo misma emprendo camino para allá y después me alcanza.

—¿Qué rayos estaba pasando aquí?

—No eres una niña, tú sabes lo que sucedió.

—¡Lauren!

—Lo siento, fue un desliz... No debió pasar, mamá. Él tiene novia ahora y se supone que yo lo odio.

El decir que tiene novia me deja un mal sabor de boca. Nunca creí que tendría celos de alguna de sus chicas, porque para mí sólo es mi amigo y nada más.
Ahora lo pienso diferente. Ya no puedo visualizarlo con otra persona y tampoco puede darme igual.

—Estaba pensando en que tú y yo podríamos ir al cine... Espera, tú tendrías que estar camino a Monmouth.

—Cambié de opinión respecto a esa universidad —me encojo de hombros como si de verdad me importara poco. Tengo que asegurar una escuela o me terminaré quedando sin nada.

—Es una escuela que puedo pagarte, Lauren —su mano viaja hacia mi mejilla y la acaricia con dulzura.

—Todavía quedan Amsterdam y Temple.

—Sé que lograrás entrar a la que tú quieras —sonríe—. Al parecer lo del cine queda cancelado. ¿Quieres que pida la cena para los tres?

—Él no va a quedarse.

Mamá desvía la mirada hacia la puerta de la cocina y se muerde el interior de su mejilla derecha.

Carajo.

—Sí, una disculpa... La verdad es que ya tengo que irme, tomaré camino a Long Beach para llegar temprano —dice Gavin, aún apenado. Ya no trae la almohada contra el cuerpo—. Lo, ¿podemos hablar? Sólo es una despedida.

Sí, claro. Con este hombre ya no creo en las despedidas casuales. Ahora mismo quisiera tener una idea de cuándo volveré a verlo, o siquiera cuándo se dignará a hablarme o contestarme una llamada. Al menos un mensaje.
Termino aceptando y lo sigo hasta la puerta principal con las manos metidas en los bolsillos traseros de mi pantalón. Tengo la mirada fija en la moqueta porque no quiero verlo a la cara. Gavin carraspea para que voltee y lo mire, pero no lo hago.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora