21.

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Capítulo 21.

LAUREN

Para las once y media de la mañana, yo ya he terminado con la mitad de mis uñas, casi hasta llegar a la cutícula. Es algo realmente asqueroso, y hasta bajo para mí, pero estoy desmesuradamente nerviosa. Quiero, y al mismo tiempo no quiero, ver a Gavin.

Después de tres meses ya parece ser una persona ajena a mí. Siento que ya no lo conozco, que no sé nada sobre él. Si aceptara que siento muchos celos de Georgene, diría que son simplemente por el hecho de que ella puede verle todos los días, o que le cuenta sus cosas, o que están juntos todo el tiempo, o que se ríen por cualquier estupidez y, sobre todo, que se apoyan. Creo que ella lo apoya aún más que yo en todos los años que tuvimos de amistad.

Florence me da un codazo al sentarse junto a mí. Todos hemos quedado en encontrarnos en la sala de espera del laboratorio clínico.

Por supuesto, Dean no lo sabe. No le he comentado absolutamente nada porque quiero que sepa que no soy una persona a la que pueda engañar cuando quiera. Este es el fin.

—¿Te sientes bien? —Cuestiona. Cuando la observo me doy cuenta de que trae consigo una barra de chocolate Snickers y se la come con singular entusiasmo.

—Claro que no —respondo cortante y gruño para mis adentros—. Estoy nerviosa. Estoy furiosa. ¡Quiero golpearlos a ambos!

—Te apoyo, amiga. Sólo ten en cuenta de que no me le acercaré a Gavin ni aunque mi vida dependa de ello. Estoy aquí sólo por ti y porque quiero apoyarte.

—No lo entiendo, Florence. Sabes lo mucho que Gavin te ama, te lo dijo infinitas veces y tú decides olvidar todo lo que sucedió cuando éramos nosotros tres —no deja que termine de hablar, pues ya está resoplándome, como si todo fuera una burla—. Estoy hablando en serio.

—Me da igual si me quería o no, y también me da igual la clase de persona que él era antes de que yo me enterara de todo. Es un maldito delincuente, un prófugo de la justicia y un mal amigo. Próximamente será una mierda de padre también.

—Estás siendo muy dura.

Por más enojada y molesta que esté con Gavin, no me siento bien con que Florence se exprese de ese modo sobre él. Quiero decir, ella debería comprenderlo. Yo lo hice. Yo lo apoyé cuando pude.

Algo que debo aceptar, es que no estoy orgullosa de él. No estoy contenta con lo que ha hecho con su vida, no me parece bien que haya arruinado la considerable felicidad que nos rodeaba cuando todo se mantuvo en secreto.

Carla estaba a unos cinco metros lejos de nosotras, también mordiéndose las uñas y revisando a cada momento la hora en su reloj de muñeca. También sacaba distraídamente su teléfono móvil, buscando señales de alguno de los dos.

—Ya siéntate. Llegarán cuando tengan que llegar —habla Flo, irritada después de mirarla durante tanto tiempo.

—Tú... sólo cierra la boca. No deberían estar aquí. No es asunto suyo.

No es asunto suyo —Florence la imita despectivamente y haciendo una cara de absoluta burla. Me guardo una carcajada porque no es el lugar adecuado, y Carla ni siquiera se molesta en responderle—. Es una tonta.

—Al parecer es como una enfermedad de transmisión sexual.

Decidimos reírnos de una vez para calmar la tensión y después seguimos manteniendo un insoportable silencio. Las personas van y vienen con los resultados de sus exámenes médicos, sabiendo si están embarazadas, si tienen alguna enfermedad terminal, si sus niveles de hemoglobina son normales, o si una chica despistada —o zorra— no calculó bien sus días de fertilidad y ha arruinado su vida.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora