Gemelos

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Nathan

Esa noche no pude dormir al recordar lo de aquella mañana. Después de cinco largos meses la vi. Luché con mis ganas para no lanzarme hacia ella y confesarle lo mucho que la he extrañado, a ella y a mi hija. Cuando la vi, sentí lo mismo que hace varios meses, esa corriente que hace mucho ya no sentía y que hacía falta en mi vida, todo para mí había pasado demasiado lento. Fui un cabrón por no dirigirle la palabra o por no preguntarle cómo había estado, al observar aquel vientre abultado quise destruir todo lo que se encontraba a mi alrededor. Estaba embarazada de ése imbécil. Tan poco le había durado nuestro supuesto amor. Había abandonado mi trabajo porque todo me recordaba a ella, pero sin embargo, a ella parecía no importarle. Estaba consciente de que ella se merecía algo mejor y que su mejor amigo era el hombre ideal para protegerla y hacerla realmente feliz, aunque me costara la vida aceptarlo ¿Cómo, maldita sea, cómo podría aceptar ver a la mujer que amo en los brazos de alguien que no sean los míos? ¡¿CÓMO?! Estrellé la botella de wishky contra la pared y pude escuchar cómo el cristal se hacía añicos.

Al dedicarle una mirada fugaz al interior de la cafetería pude darme cuenta que todo estaba lleno de vida y era acogedor, ése era el toque que ella le agregaba a todo lugar al que iba, logré ver a mi pequeña sin que se diera cuenta, jugaba con varios peluches en una pequeña cuna, aquella nena que me había robado el corazón al nacer y yo no tuve el valor para acercarme y abrazarla. Lo que más me alteró y me dolió fue el simple hecho de escuchar el nombre de él, y del simple hecho de imaginarme que vivían en la misma casa. Maldije por lo bajo a mi secretaria por no haber asistido aquel día, tuve que pasar yo personalmente por mi café cuando es ella quien lo lleva siempre. Amelia me acompañaba porque su auto se había arruinado, sin embargo no prestaba atención a sus palabras, lo único que quería, era llegar a mi estudio jurídico y desquitarme con todo lo que tuviera a mi alcance, descargué mi ira en la oficina provocando que tocaran a mi puerta varias veces. 

— ¿Está todo bien?

—Sí, Amelia, quiero que me dejéis en paz, vayan por ahí y tómense el día libre.

Regresé a casa, Maximus salió a recibirme pero no tenía ánimos para soportar a todo aquel que se me cruzara, incluso a Luz, que desde que me vio supo que algo pasaba y al intentar preguntar, la detuve—: Estaré en el sótano, no quiero que nadie se acerque—dije con tono serio y ella se limitó a asentir.

Los chicos ya me habían amenazado con alejarse si continuaba bebiendo como lo hacía, pero en ese momento no me importaba absolutamente nada. Yo podía vivir solo.

Maldita sea, está esperando un hijo de él, cómo es posible que me haya hecho aquello. Aún estaba intentando aclarar todas mis dudas, pero la decisión que estaba a punto de tomar para mí, sería la más difícil y dolorosa...

El divorcio. Así, así acabaría con todo esto de una puta vez, aunque muy en el fondo algo me decía que no era la decisión correcta. Maldije el día en el que apareció Alessandro y tuvo que tomarla de rehén ¿Por qué no fui yo? Por Dios, todo estaba yéndose de mis manos, nada parecía tener sentido desde que ella se había ido y sabía que por muchos intentos que hiciera, ella no regresaría a mi lado, mucho menos ahora.

Tomé otra botella de wishky y bebí de ella directamente. Hoy me ahogaría en alcohol, aunque la mañana siguiente lamentaré haberlo hecho, me sentía un ser despreciable. Le di varias vueltas al mismo asunto, no era capaz de pedirle el divorcio aun queriéndola en mi vida, no tendría el valor para hacerlo, pero debía dejarla ir. Ahora solamente nos unía un vínculo matrimonial y una pequeña niña que aún no sabe nada de la vida, una pequeña que aún no sabe los riesgos que sufrió a tan temprana edad por el pasado de su padre.

Esperaré por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora